Otras perspectivas sobre el bloqueo (una introducción sobre modelos)

...U otras perspectivas sobre el aprendizaje humano, con el efecto de bloqueo como excusa y cauce de investigación.

Esto es lo que da de sí un ratito de la noche del viernes que no voy a salir, porque estoy un poco malito. A ver si merece la pena.

En una de las historias más recientes de esta bitácora, publiqué un pequeño articulillo acerca del efecto de bloqueo, uno de los fenómenos de aprendizaje más conocidos e interesantes, que cada año hacemos comprender a todos los estudiantes de 1º de psicología. El amigo David Luque me hizo recordar que el enfoque clásico que yo había empleado para exponer dicho artículo puede ser cuestionado, lo cual daría para un debate interesante, así que he pensado en ir un poco más allá de lo que proponía David, y escribir este otro post a modo introductorio, para que comprendáis el mundo de posibilidades científicas que se abre con un fenómeno aparentemente tan anodino y poco sugerente. Como toda introducción requiere, en más de una ocasión nos apartaremos del tema que daba pie a todo, el bloqueo, para discurrir por otras veredas de necesario recorrido. Espero que aterricemos donde teníamos planeado, y en buen estado además. Pues bien, empezamos. J

En el estudio del aprendizaje ha sido siempre habitual trabajar desde el modelo de la psicología comparada: utilizamos animales como sujetos experimentales y, a partir de la observación de sus conductas, trasladamos las conclusiones al ser humano. Eso implica que los modelos explicativos del aprendizaje animal deberían, en principio, ser aplicables al aprendizaje de las personas (ojo, que me estoy refiriendo al aprendizaje causal, que es lo mío). Pues bien, la tradición con más solera en cuanto a teorías del aprendizaje animal es la de los modelos asociativos, con el famoso modelo de Rescorla y Wagner (1972) a la cabeza. ¿Qué carajo es un modelo asociativo? En este tipo de modelos se entiende el aprendizaje como un proceso automático, incontrolable, y cognitivamente poco demandante. Lo que se aprende acerca de un determinado estímulo (propondremos como ejemplo la proverbial “campana” de Pavlov) es una función de una variable llamada “fuerza asociativa” de ese estímulo. Cuantas más veces se empareje el estímulo (la campana) con la consecuencia (la comida, en el ejemplo del perro de Pavlov), mayor será la fuerza asociativa que acumula el estímulo. Daos cuenta de una cosa: la fuerza asociativa se va actualizando en cada ensayo, es decir, en cada presentación del estímulo (en cada emparejamiento campana-comida, en el caso del perro de Pavlov). Y esto sucede de una manera automática, sin necesidad de andar cavilando acerca de las relaciones entre estímulos, causas y efectos. En el modelo de Rescorla y Wagner, esta actualización de la fuerza asociativa en cada ensayo se representa con la siguiente expresión: DVi=a·b·(l-Vi-1). Pero tampoco voy a asustaros ahora con esto. El modelo de Rescorla y Wagner, así como otros modelos asociativos, han sido y siguen siendo empleados para interpretar el aprendizaje humano en clave asociativa, con toda su simplicidad pero toda su potencia (a menudo en ciencia las dos cosas van unidas).
Pero el caso es que los modelos asociativos tienen una serie de limitaciones muy claras que han hecho proliferar otros tipos de modelos: los estadísticos, los inferenciales o del razonamiento. Por otro lado, la cuestión sobre si la naturaleza del aprendizaje humano es asociativa, estadística o inferencial está lejos de resolverse, y hay datos para todos los gustos.

Observaba el señor David Luque, con muy buen tino, que mi explicación sobre el bloqueo se ajustaba a esta interpretación asociativa. Si nos ceñimos a Rescorla y Wagner (no os preocupéis, no me voy a meter directamente en la formulita), tenemos que la fuerza asociativa es limitada (tiene un valor máximo de 1), y que esta fuerza se tiene que repartir entre todos los estímulos disponibles, en una especie de competición. Cuando sólo está presente un estímulo, éste se lleva toda la fuerza asociativa. Pero cuando hay un compuesto de dos estímulos AB, si se aprende algo acerca de uno de ellos (si la fuerza asociativa de A es mayor que 0), entonces el otro no puede tener fuerza asociativa máxima (la fuerza asociativa de B ha de ser menor que 1). Una explicación asociativa, por lo tanto, la que os conté. Ahora sabéis que no es la única, o al menos que se pueden introducir ciertos matices en la interpretación del efecto.
También dije en su momento que el bloqueo es un efecto que se toma como paradigma para el estudio del aprendizaje. Y en la pugna entre los distintos tipos de modelos no se queda al margen. Puede utilizarse el paradigma del bloqueo para averiguar la respuesta a este dilema. ¿Resolveremos la incógnita? ¿Y cómo?

Los cánones del método científico dictan que para aceptar una determinada hipótesis en lugar de a su competidora, lo que se impone es, en primer lugar, buscar predicciones contrapuestas de esas dos hipótesis (la hipótesis A predice esto, la hipótesis B predice lo contrario), y en segundo lugar, poner a prueba las predicciones en el correspondiente experimento. Los psicólogos, con frecuencia los más rigurosos de los científicos (no me lo toméis a broma), no se apartan del mencionado camino y se lanzan valientes por la senda experimental.


Vamos primero con las predicciones que emanan de cada tipo de modelo. Dije anteriormente que los modelos asociativos se sustentan sobre procesos automáticos, frecuentemente inconscientes, algo que encaja muy bien con la concepción de la vida mental animal que casi todos tenemos. En los modelos del razonamiento, el aprendizaje sucede mediante procesos de orden superior: inferencias, pensamiento racional. ¿Cómo observamos empíricamente esta diferencia entre los dos modelos? Bueno, si el aprendizaje es automático, deberíamos obtener una respuesta casi instantánea. Si por el contrario sucede mediante un proceso racional, esto debería llevar algo más de tiempo. Los experimentos que emplean tiempos de reacción como variable dependiente nos ofrecen una oportunidad de descubrir cuál de las dos propuestas se ajusta más a la realidad. Aunque lo cierto es que, lo confieso, no me viene a la cabeza por ahora ningún experimento de bloqueo con estas características. ¡Que vengan Pineño y Luque y nos saquen de dudas, please!
Otro elemento diferenciador entre los dos tipos de modelos es la laboriosidad con la que se llega a las conclusiones en un proceso de aprendizaje. Si el proceso es automático, de nuevo, no hay ningún esfuerzo especial por parte del sujeto. Si en el proceso intervienen instancias de orden superior y hay razonamiento complejo, no sólo deberíamos observar algo de demora en la respuesta, sino que el esfuerzo empleado para obtenerla también será mayor, es decir, el aprendizaje causal sería cognitivamente demandante (exige recursos cognitivos, como la memoria RAM de un ordenador). Esto quiere decir que, si los participantes tienen que llevar a cabo el experimento de aprendizaje mientras los obligamos a hacer una tarea simultánea (contar hacia atrás de tres en tres, por ejemplo), el rendimiento del aprendizaje se verá seriamente afectado, tanto en el tiempo de ejecución como en la calidad de la misma (de nuevo, el símil de la memoria RAM: si tengo muchos programas abiertos en mi ordenador, todo el sistema se ralentiza, y especialmente si esos programas son demandantes, es decir, consumen muchos recursos).

Hasta aquí, una pequeña introducción y un par de ideas sobre la distinción entre modelos inferenciales y asociativos. Luego veremos cómo la cosa puede complicarse un poco al introducir ciertos pequeños matices, que son los que le interesaba discutir a nuestro amigo David Luque. Simplemente creí necesaria la introducción previa sobre los tipos de modelo y la importancia de distinguir entre unas y otras predicciones. ¡Os dejo en paz hasta entonces!

EDITO: El dichoso formato de Blogger no me ha permitido poner en condiciones la formulita de R&W, y lo acabo de ver ahora al salir publicado. Aquí la tenéis en formato de imagen:

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