UNAS PALABRAS MÁGICAS

Bueno, he buscado un video que hacía tiempo quería encontrar. No he encontrado exactamente el que buscaba, pero he encontrado una nueva versión.

La versión original la realizó un psicólogo al estudiar cómo funciona nuestro cerebro.Esta versión es igualmente divertida.

Lo que hay que hacer es seguir con la vista la maleta negra que hay a la derecha al empezar, y no perderla de vista. Es como el juego del trilero, jeje.

Además hay que contar el número de veces que se pasan la maleta…O sea que

1) No hay que perder de vista el maletín negro que se encuentra al principio a la derecha.

2) Hay que contar el número de veces que se pasan dicho maletín.

http://es.youtube.com/watch?v=dozcNGqiqiA

Antes de seguir, es mejor ver el video, para poder experimentar por uno mismo….

¿Lo has visto ya?¿Has contado el número de veces que se pasaban el maletín? ¿Lo has perdido de vista?

Y lo más importante, ¿has visto el animal que aparecía en el video?

Lo que ha ocurrido es que te has centrado en la tarea que se te encomendó y esto provoca que pierdas detalles de la imagen global, hasta tal punto que no viste a la "super mosca".¿Se te ocurren aplicaciones de esto?

Una es la magia, prestidigitación, ilusionismo…¡trucos de magia, vamos!Y es que si consigo desviar la atención del público, puedo conseguir que “no se vea el truco”.

Los magos usan este efecto constantemente. Es una de las técnicas que aparecen en los manuales de principiantes para magos. Lo llaman "control de la atención".Veamos la aplicación práctica de este principio en un truco de magia…

http://es.youtube.com/watch?v=YE-g8g7wIl4

Como podemos observar la atención se centra sobre la moneda para hacer desaparecer el vaso.La experiencia de hoy (además de la del video) puede consistir en hacer este mismo juego de magia. Pero en una ocasión centrar la atención sobre la moneda y en la otra sobre el vaso (decir que atravesará la moneda la mesa y centrarnos en ella o bien directamente explicar que el vaso atravesará la mesa y centrarnos en el vaso).

Claro que antes de hacerlo de las dos formas hay que aprender a hacerlo bien. Se puede intentar imitando al mago del video. Sino de todos modos es un truco clásico, así que se puede encontrar en libros de magia con cierta facilidad.Cuando centremos la atención sobre el vaso directamente, los que lo vean se darán cuenta mucho más fácilmente del truco...

Cuando te veo mi corazón late más rápido...

Suelen decir que mente y cuerpo no son independientes, sino que están conectados. Puede que esta frase no sea del todo correcta, pero el mensaje que encierra puede que tenga parte de verdad...
Y es que las experiencias que tenemos no son independientes de nuestra biología, ni lo que pensamos tampoco (con experiencias queremos decir cualquier vivencia personal).
Y es que las experiencias producen una reacción en el organismo. E incluso podríamos decir que los pensamientos (aunque siendo puntillosos cabe la duda de si los pensamientos son realmente la etiología primera en la cadena de acontecimientos).
Pongamos algún ejemplo...
Si alguna cosa me emociona, puede que se me erice la piel. O puede que echemos a llorar viendo una película. Esa es una reacción del organismo que va asociada a una experiencia, y cuyos efectos son bien visibles. No hace falta aparatos de medir, todo el mundo lo puede observar mirandose el brazo o limpiandose las lágrimas.
O incluso de pensamientos asociados a reacciones orgánicas. Por ejemplo, chico piensa en chica y su cuerpo "reacciona".
Estos hechos pueden tener importancia para algunas cosas. Por ejemplo, yo había oído que en algunos hospitales hay payasos para que los niños enfermos puedan llevar mejor su enfermedad.
Y es que el mero hecho de esperar con ilusión la llegada del payaso, puede hacer que la salud de los niños mejore. ¿Su sistema inmunológico "responde bien a la ilusión"? De ser así esto puede venir muy bien en algunos tratamientos...
Parece que a veces salud y bienestar no son cosas tan separadas...
Otro ejemplo bien conocido es el estrés y los efectos perjudiciales del distres. De hecho la definición en el RAE es la siguiente...
"Tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves."
Trastorno psicosomático es aquel producido por lo tanto por situaciones o experiencias agobiantes y que acaban produciendo daños en el organismo.
Y es que somos así...y no somos los únicos. Los animales reaccionan también en funcion de "los acontecimientos".
En este video se habla en 4 minutos sobre el asunto...
http://es.youtube.com/watch?v=a95p6TPMMJM
Y aquí tenemos otro también muy interesante
http://es.youtube.com/watch?v=0R8HVmmeM_Q
EXPERIENCIA
Quien le interese experimentar puede usar un pulsiómetro para hacerlo. Este aparato sirve para medir la tasa cardiaca. La TC no es muy sensible, sin embargo un pulsiómetro es fácil de obtener en cuanquier tienda de deportes y un aparato para medir otras variables no es tan accesible. El pulsiómetro servirá.
Podemos ver como reacciona la tasa cardiaca cuando hablamos en público por ejemplo, o en aquellas situaciones que creamos pueden causar un cambio en nosotros...

La ilusión óptica más grandiosa de todas

En este blog hemos dedicado mucho espacio (aquí, y aquí, por ejemplo) a ese mundillo que son las ilusiones ópticas de diverso tipo. Para resumir, podría decir que todas o casi todas estas ilusiones se basan en una interpretación que hace nuestro cerebro a partir de unos determinados estímulos visuales que, finalmente, resulta ser errónea. Es lo que pasaba en el divertido post de Héctor sobre la percepción de perspectivas y tamaños. Por regla general, en nuestro mundo tridimensional hay estímulos que, como las líneas rectas que convergen en un punto, suelen significar una misma cosa: profundidad. Y generalmente esta impresión coincide con la realidad, con lo que la percepción de nuestro cerebro es acertada, aunque a veces sucede lo contrario, como en las fotografías trucadas de Héctor. Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que estas conclusiones, ilusorias o no, se basan principalmente en estímulos visuales bastante abstractos: líneas rectas que convergen en un punto, manchas oscuras con una posición y forma engañosas... Sin embargo, la percepción humana es mucho más rica de lo que parece, y también existen ilusiones que se basan en otro tipo de estimulación con más “contenido”. Eso nos dice mucho acerca de la naturaleza compleja de nuestra percepción visual. Por eso me he decidido a escribir sobre la que, para mí, es la ilusión óptica más maravillosa y sorprendente de todas.

Los humanos somos animales principalmente visuales, de modo que la capacidad para deducir profundidad o perspectiva a partir de estímulos simples nos permite desenvolvernos en nuestro mundo tridimensional sin caernos de nuestro árbol o por un barranco. Por otro lado, como primates sociales que somos, nuestro otro gran ambiente es el social y familiar. Es por eso que los rostros juegan un papel importante en nuestro comportamiento. Nos permiten distinguir a un amigo de un enemigo o de un desconocido. Prácticamente toda nuestra estructura social y familiar, a pequeña escala, se basa en el reconocimiento facial. No es extraño, por lo tanto, que nuestro sistema nervioso esté específicamente preparado para buscar y reconocer rostros humanos en el torrente continuo de estimulación visual que llega a nuestra retina. Hay experimentos con monos (este enlace es lo mejor que he conseguido aunque no es exactamente lo que buscaba) que han detectado algunos tipos de células nerviosas que se disparan ante la visión de una cara completa (no ante fragmentos aislados de la misma). O sea, que las caras son un tipo de objeto muy especial, distinto al resto, que son tratados por el cerebro de manera separada. Trastornos como la prosopagnosia, o ceguera para los rostros, demuestran esta afirmación.
Otra cosa interesante es que, como primates sociales, estamos programados para “ver caras” en todas partes... las haya realmente o no. No es extraño encontrar en los periódicos (sobre todo en verano, ante la escasez de noticias relevantes) algún testimonio sorprendente de quien ha creído ver el rostro de un santo o de una figura religiosa en el perfil de una montaña, las humedades de una pared o las vetas caprichosas de una loncha de jamón serrano. Durante mucho tiempo fue famosa la fotografía de aquella “cara” que nos miraba desde la superficie marciana, que luego resultó ser un fortuito juego de luces y sombras en una imagen de baja resolución. Y aún hoy se mantienen en el candelero las celebérrimas –y retocadísimas, y lucrativas- caras de Bélmez. Parece que tenemos una tendencia universal e irrefrenable por ver caras... ¡Donde sea! Yo mismo sigo observando con curiosidad cierta formación montañosa cerca de donde vivo, que tiene un parecido aparentemente increíble con un fraile, con capuchón y todo.

Pero nuestra tendencia a ver rostros humanos en cualquier parte nos depara visiones aun más fantásticas, y esta es la ilusión a la que me refería al principio de esta entrada. Todos podemos intentarlo en nuestra casa. Conseguid una máscara de carnaval de plástico, de las que venden en cualquier juguetería, una que tenga rasgos humanos aproximadamente realistas y tenga una superficie con relieve (quiero decir que no me vale con una máscara fantástica del burro de Shrek del carnaval pasado, ni tampoco con una de cartón plano y liso). Colocadla derecha en una mesa, bajo unas buenas condiciones de iluminación, y separaos unos metros para mirarla de frente. Observaréis cómo la luz incide en cada arruga, cada pliegue, formando sombras y marcando el relieve de forma que podéis apreciar el volumen de los rasgos. La cara tiene aspecto tridimensional y convexo, prominente, “sobresale” del fondo. De momento, no hay nada fantástico en ello, simplemente estáis interpretando las luces y sombras como marcadores del volumen tridimensional de una cara. Ahora viene lo interesante. Dad la vuelta a la máscara, para mirarla desde la parte de atrás, y observadla durante unos segundos a cierta distancia. Ahora la máscara es un objeto no convexo, sino cóncavo, de forma que las formas antes prominentes, como la nariz, están “excavadas” en la superficie. Sin embargo, ¡todas las caras reales tienen un volumen prominente! Si miramos de frente cualquier cara de nuestros amigos o vecinos, o la de la talentosa Rosi de Palma, la nariz es una forma que sobresale y apunta hacia el observador (Krilin, sobrecogedora excepción). Naturalmente, lo que sucede es que la máscara no es una cara real, sino un objeto artificial con otras características. Pero nuestro cerebro se empeña, tozudamente, en ver una cara a la mínima oportunidad, exista o no realmente. El sistema nervioso cree que debe ver una cara en la máscara invertida, y como todas las caras son sobresalientes y convexas, crea una ilusión de convexidad para el objeto cóncavo que es la máscara invertida. Vista a cierta distancia, nos parecerá que la máscara invertida es prominente y convexa. La nariz de la máscara parece apuntar hacia nosotros y no en la dirección contraria. A veces puede ayudar que cerremos uno de los ojos, pero generalmente la ilusión es tan potente que no es necesario en absoluto. Si giramos ligeramente nuestra cabeza arriba y abajo, o a los lados, las sombras y los contornos se adaptarán para seguir simulando esa sensación de convexidad. Tal vez lo podáis apreciar en el vídeo (eso sí, con cierto esfuerzo, la calidad no es muy buena).
La ilusión se hace más interesante todavía si hacemos girar la máscara despacio (lo ideal sería montarla en una plataforma giratoria). La cara aparentemente sólida empieza a transformarse siguiendo el movimiento, como si su dueño moviera la cabeza lentamente, pero llega un momento, cuando la máscara da la vuelta por completo, en que realiza un movimiento extraño e imposible, y es “tragada” por otra cara (la faceta delantera de la máscara) que gira en la dirección contraria, de un modo inquietante y hasta fantasmal. Richard Dawkins relata su experiencia con esta ilusión en su libro “Destejiendo el arco-iris” (1996).



¿Qué es lo que está pasando aquí? Como en el famoso dibujo de los “cubos que no son cubos” (cubo de Necker), la visión de una máscara hueca, vacía, es un estímulo que puede interpretarse de varias maneras. Podemos reconocer una cara cóncava, hueca, “excavada”. Pero podemos también interpretarlo como una cara convexa similar a las que encontramos todos los días en nuestra interacción social. Conforme la máscara gira, nuestros sentidos nos gritan: ¡Es un objeto hueco, es un volumen cóncavo! Pero, como dice Dawkins, el cerebro está cegado por su tozudo empeño en ver caras en todas partes, y grita más fuerte: ¡Es una cara, es una cara, es una cara! ¡Tiene que ser una cara! Como las caras son naturalmente convexas, se crea la ilusión de convexidad para la máscara hueca, y el modelo visual que acaba construyendo el cerebro es inquietante y extraño, una cara que “se traga” a otra cara que flota fantasmalmente en el aire.

Referencias:
Grand Illusions: En esta web venden (bastante caros) todo tipo de juguetitos insólitos para hacer trucos e ilusiones, algunas increíbles. El vídeo que he enlazado es uno de sus artículos en venta.
Dawkins, R. (1998). Destejiendo el arco iris. Barcelona: Tusquets.

¿Cuál es más grande? (2)






En otro post vimos que para estimar el tamaño de un objeto, tenemos en cuenta la distancia a la que se encuentra. Otra forma de conseguir una ilusión de tamaño es por tanto usando la perspectiva. Si en la perspectiva de una imagen, un objeto cercano consiguiésemos copiarlo literalmente y ponerlo con el mismo tamaño (de la foto ocupada, no tamaño real) al final de dicha imagen, nos parecería más grande la copia que según la información que nos da la perspectiva se encuentra más alejada.¡Lo cierto, es que realmente son iguales! Veamos las fotos sacadas atentamente.

En la primera foto he copiado a la señora de la derecha y la he puesto en la izd copiada 3 veces.

En la segunda, las tres papeleras de la derecha son la misma, copiada 3 veces.

En la tercera, el pibote negro lo he copiado y pegado más atrás, al lado de donde está la señal de 30 (a su derecha).

¿Cuál parecía más grande? ¿Qué tal están conseguidas la ilusiones?

Os invito a que lo probéis por vosotros mismos. Lo podemos hacer de forma muy sencilla. Podemos trazar con regla 5 lineas en perspectiva, que se junten en el horizonte en un folio. Luego, con el molde de una moneda podemos hacer tres circulos iguales en diferentes puntos de la perspectiva. ¿Qué tal queda?¿Se produce el efecto?

Por cierto, en la siguiente direccion hay una ilusión que juega también con el tamaño a través de la distorsión en la percepción de la distancia

http://es.youtube.com/watch?v=i2QQq-qF2KY

Y este es un video de Youtube del "cuarto de Ames". Es una ilusión tradicional en psicología de la que hablé en el post de los vasos. Se puede encontrar una versión a tamaño real como la del video en el museo de la ciencia de San Sebastián.


http://es.youtube.com/watch?v=5ic7QGjGEX8&mode=related&search=


Y esto es lo que hay detrás de la ilusión del cuarto de Ames...


http://www.lesjones.com/www/images/posts/350px-Ames_room.jpg

La lucha contra la pseudociencia

La verdad es que cada vez tengo menos tiempo de andar por Internet, pero estaba el otro día dando una vuelta por estos mundos virtuales y me encontré con una historia que pone los pelos de punta. Resulta que un juez ha condenado a Luis Alfonso Gámez (periodista del diario El Correo, reputado escéptico y divulgador de la ciencia) a pagar 6.000 euros a Benítez (el ufólogo) a raíz de una serie de escritos que publicó Gámez desmontando las historias de Benítez. La condena no ha sido, ni de lejos, todo lo que pretendía Benítez (lo mejor de todo: Gámez no tendrá que retirar los textos, lo cual era, seguramente, el principal objetivo de Benítez), pero así y todo me parece escalofriante el resultado de la sentencia. Muchas personas, muchísimas, estamos de acuerdo en lo importante que es luchar contra la charlatanería y la pseudociencia, pero muy pocas nos tomados el tiempo y la molestia de hacerlo. Y si resulta que para una o dos personas que se lo toman en serio y que, conscientes del daño que las supersticiones causan a tanta gente, dedican su tiempo a luchar contra todo esto (muy a menudo su tiempo libre, si no, sería imposible que hicieran todo lo que hacen), resulta que... son condenadas por ello! ¡Genial! (Fernando, Héctor, ya podéis tener cuidado: cualquier día os condenan a vosotros también por decir las cosas que decís aquí en Psicoteca... Cuidado con desmontar historias!).


Podéis ver la historia completa en magonia, la web de Gámez. Afortunadamente, ha sido recogida también en varios periódicos, y en varias webs, pero seguro que no ha recibido toda la difusión que merece. Yo, la verdad, me he enterado muy tarde, pero aún así me parece importantísimo reproducirlo aquí. Creo que lo mejor que podemos hacer entre todos por apoyar la lucha de Gámez contra las pseudociencias es seguir reproduciendo esta historia siempre que podamos, comentarla, enlazarla, hacer que se conozca. Igual entre todos logramos erradicar algún día la impunidad con la que a día de hoy todavía es posible difundir historias como las que critica Gámez. ¿Alguien se ha parado a pensar en serio el daño que hace la pseudociencia en la mente de tanta gente?

¿Eso era un OVNI?


A veces miramos las estrellas y nos quedamos como hipnotizados. ¿Qué hay más bonito que un cielo estrellado?
Pero algo puede romper nuestra calma. ¡Una estrella que se mueve! Sí, y es que de repente una estrella hace movimientos verticales y horizontales como si de un OVNI se tratara. ¿Qué podrá ser?


LA EXPERIENCIA

Voy a proponer una pequeña experiencia. Para ello necesitamos:

- Un lugar que pueda quedar totalmente a oscuras. Pero totalmente, es decir que no se vea nada ni ligeramente.
- Una luz suave. Y al decir suave quiero decir que sólo se vea la luz si la pongo en la oscuridad (no otros objetos iluminados por ésta). Es decir, que la luz no sea tan fuerte como para que ilumine la mesa sobre la que se encuentra.

Lo que hemos de hacer es poner la luz que hemos encontrado en el sitio a oscuras. En un punto fijo, encima de una mesa por ejemplo, de tal forma que quede como en la foto. Es decir, que quede un punto luminoso en la más absoluta oscuridad. Y que ese punto luminoso no ilumine ningún objeto cercano.

Entonces nos ponemos a cierta distancia de la luz, si se puede unos 10 metros está bien, e incluso algo más. Si no es posible, pues con la distancia que sea. Con un par de metros también se consigue, aunque de forma menos evidente.

Una vez cogida la distancia de la fuente luminosa, nos quedamos mirando fijamente.
¿Qué ocurrirá? Pues que la luz ¡parecerá moverse!
Sabemos que está fija sobre algo, pero a nuestros ojos en la oscuridad parecerá como si ¡se moviese sola!

No es que haya fantasmas, es que el hecho de perder el marco de referencia (no ver otros objetos de referencia para estimar el movimiento) lo que nos hace percibir que la luz se mueve aun estando quieta. Es un efecto muy bonito.

Si miramos fijamente una estrella y hace movimientos raros, tal vez encontremos aquí la explicación…

La memoria según Edelman

En alguna ocasión hemos tratado en este blog asuntos relacionados con la conciencia. Sobre todo hemos hablado acerca del autor Daniel C. Dennett. Hoy quería dar dos pinceladas para presentar la aportación del médico Gerald M. Edelman, que ha cobrado bastante fama en los últimos años. Pero sobre todo me interesa introduciros a la emocionante concepción de la memoria (un proceso muy relacionado con la conciencia) que se deriva de sus teorías.
Al exponer este asunto tendremos la oportunidad de repasar algunos aspectos básicos de la psicología cognitiva que a mí me parecen muy interesantes.
Aviso: este escrito va a ser un poco largo, como siempre que me meto en estos jardines tan complicados. Espero que no hacerme pesado. También como es habitual, estoy abierto a posibles correcciones de los entendidos en el tema que visitan la bitácora.

Memoria representacional: los problemas
Muchas de las teorías de la memoria se basan, al menos parcialmente, en la famosa metáfora del ordenador que causó furor a partir de la década de los sesenta. A grandes rasgos, una información es codificada en el sistema (de forma análoga, el ordenador “traduce” cualquier información en listas de ceros y unos). Después, es almacenada y posteriormente recuperada para descodificarse y utilizarse.
Hay teorías más estrictamente vinculadas a la metáfora del ordenador que otras, pero el caso es que, al menos en lo que corresponde al tipo de información que maneja el cerebro, se suele asumir que esa información es representacional. Es decir, se trata de una información “con contenido”, que viene a ser una copia o representación de la información original. Imaginemos que estamos viendo una escena, por ejemplo, un paisaje. La metáfora del ordenador, tal como suele formularse, parece invitar a pensar que los procesos cognitivos de la memoria operan con “copias” más o menos fidedignas de esa escena que se capturó por primera vez en la retina. De igual manera, en el disco duro de nuestro ordenador podemos conservar las fotos de nuestras vacaciones, que son representaciones codificadas en un críptico lenguaje de ceros y unos. Siempre que hagamos clic en el icono adecuado, la representación se descodificará y en nuestra pantalla aparecerá la misma imagen que tomó nuestra cámara de fotos.
Sólo con decir esto, ya saltan a la vista los primeros problemas. El más evidente tiene que ver con la capacidad limitada de almacenamiento. ¿Cuántas “imágenes” o representaciones de distintas imágenes, sonidos, sentimientos… están ahora mismo “grabadas” en el cerebro del lector? Seguramente la cifra asciende al orden del billón, en un cálculo cándidamente conservador. Además, para que realmente sean útiles esas memorias, debemos ser capaces de discriminarlas en base a factores a menudo muy sutiles. No es lo mismo una imagen de mi escritorio tomada esta mañana que la misma escena tomada ayer por la noche. Esto significa que la imagen se “guarda” con cierto detalle, pero también que la información no se “sobre-escribe”: un informático diría que cada fragmento de información se almacena de manera “ortogonal”, no solapada, con respecto al resto de informaciones. Aunque existieran mecanismos para optimizar el uso del espacio de almacenamiento, las características de los recuerdos que cualquier persona puede evocar sin dificultad multiplican drásticamente los requerimientos del sistema cognitivo al intentar traducir el proceso en términos de la metáfora informática. Me es muy difícil imaginar la cantidad de espacio necesaria para que un sistema que funciona de esta manera descrita fuese realmente eficiente. ¿Y todo eso en apenas un puñado de tejido nervioso? Sencillamente, “no cabe” toda esa cantidad de información en nuestro cerebro, claman los neurólogos. Y habrá que atender a su advertencia.
Con el conexionismo (y no sólo con él), llegaron nuevas maneras de entender los procesos de la memoria que nos ofrecen alguna pista. La primera cuestión que me interesa se refiere al acto mismo de la recuperación de una información adquirida en el pasado. Tal vez los recuerdos no se almacenan y recuperan como un archivo en un ordenador. A lo mejor lo que hacemos cuando recordamos no se parece a buscar un papel en un fichero más o menos desordenado, sino que es más como re-escribir ese mismo papel en una situación diferente, con unas condiciones diferentes (sírvame la comparación). Hay pruebas de que el acto de recordar es un proceso activo en el que la situación actual puede contaminar el resultado de forma llamativa (aquí vimos un ejemplo cuando hablamos de los esquemas, también está el asunto de las memorias falsas, etc.). Todo esto nos permite imaginar que es posible un tipo de memoria que no se limite a recuperar de un almacén las representaciones fidedignas de la información del pasado (memoria replicativa), sino que reconstruya el pasado en las condiciones actuales (memoria creativa). Esta no es, por cierto, una afirmación novedosa. ¿La ventaja? El evidente alivio en términos de almacenamiento.
Otro problema de la aproximación representacional tradicional, y de hecho el más grave, nos retrotrae a ese eterno y temido homúnculo de las primeras teorías de la percepción. Y es que para muchos autores no queda nada claro cómo una información cualquiera (por ejemplo, un estímulo visual captado en la retina) puede tener un significado determinado, y almacenarse en base a ese mismo significado. ¿Cómo se las arregla nuestro cerebro para interpretar una imagen ambigua, por tanto dependiente del contexto, que no es nada más que un grupo de manchas de luces y sombras de colores, y otorgarle un significado inequívoco (un árbol, un libro, mi madre, mi madre ayer por la mañana)? Para empezar, la señal que llega al cerebro no contiene ese tipo de informaciones. Llegado a este punto, parece que tirar por la senda representacional es como intentar responder a una pregunta difícil con más preguntas todavía más difíciles que la original. Lo mejor de todo es que la propuesta alternativa, una vez comprendida, resulta descansar sobre unos cimientos mucho más sencillos que la propuesta representacional tradicional.


Una representación gráfica del problema del homúnculo en la percepción (Fuente: Wikipedia)






Sistemas seleccionales y degenerados
Hasta aquí, no he contado nada de la propuesta de Edelman y los suyos. Ya comenté que me interesaba repasar algunos de los puntos básicos de la psicología cognitiva a este respecto (y acerca de los cuales espero posibles correcciones, por cierto). La verdadera aportación, y la verdadera elegancia, de la teoría de Edelman reside en la consideración de los procesos cerebrales conscientes como un fruto de la selección “darwiniana” de grupos de neuronas en un sistema “degenerado” (cuidadito con esta palabra, que no es lo que parece, aunque suene graciosa). Eso es la “teoría de la selección de grupos neuronales”, o TSGN. Dicho así, con esta frase tan rimbombante, podríamos pensar que es algo complicadísimo.

Pero resulta que todo tiene mucha lógica desde el punto de vista orgánico y anatómico. A fin de cuentas, Edelman se ha limitado, por lo que veo, a trasladar con bastante ingenio al campo de la neurociencia sus investigaciones sobre el sistema inmunológico, que le valieron todo un premio Nobel, así que no son poca cosa. A partir del ejemplo de los anticuerpos y las infecciones lo vamos a entender bastante bien (o eso espero):
Cuando cualquier agente patógeno penetra en nuestro cuerpo (piénsese en virus, bacterias, ese tipo de cosas), hay toda una revolución en nuestro sistema inmunológico. Las estrategias para hacer frente a la amenaza son variadas, desde las barreras físicas y químicas, a los macrófagos y los famosos linfocitos. La estrategia más específica para neutralizar al agresor es la de los anticuerpos. Los anticuerpos son moléculas, proteínas para más señas, con unas características particulares que les permiten “unirse” a la molécula invasora impidiendo su funcionamiento y facilitando su destrucción por parte de las células encargadas de la defensa. Ocurre que esta unión entre anticuerpo y molécula se parece a un sistema de “llave-cerradura”. Cada molécula “enemiga”, cada antígeno, es como una cerradura en la que sólo puede encajar una llave, un solo anticuerpo con una composición muy específica que probablemente no servirá para neutralizar otro antígeno distinto. Por esa razón tiene que haber anticuerpos de muchos tipos. Todas las moléculas de anticuerpos constan de una parte invariable, idéntica para todos ellos, y de una parte variable (la “llave”), que afortunadamente cambia de un anticuerpo a otro y puede tener muchas formas diferentes. Uno podría pensar que, ante un ataque enemigo, hay “alguien”, algo así como un “director de defensa”, que tendría que acceder a un completo catálogo de variantes de anticuerpos, hacer la búsqueda pertinente y ordenar la fabricación en masa de la variante de anticuerpo oportuna para hacer frente a la amenaza. ¿Nos suena esto a la descripción tradicional de los procesos de la memoria, como la búsqueda de información almacenada y su recuperación?
Pero el caso es que esto no sucede de esta manera. No hay ningún “alguien”, ninguna mente pensante controlando la defensa del organismo, ni siquiera una regla o un algoritmo predefinido que permita hacer la elección correcta en cada caso. El sistema inmunológico funciona mediante la selección, al estilo darwiniano. El antígeno es atacado por todo el repertorio variadísimo de anticuerpos disponibles, pero sólo los anticuerpos que se ajustan como una llave a estructura química del enemigo (los anticuerpos efectivos) son seleccionados para multiplicarse en masa por las células que los fabrican. Esta idea es la que Edelman ha adaptado al ámbito del cerebro. La ventaja principal de este enfoque es que no es necesaria, como hemos visto, ninguna entidad homuncular ni instrucción previa para que el sistema arranque y funcione. Todo sucede naturalmente en una población de individuos (en este caso una población de neuronas, o de sinapsis neuronales).

Antes de ejemplificar directamente la idea de selección neuronal, me detendré en la otra característica clave de los sistemas neuronales, según la TSGN. Ahora sí, me refiero a que se trata de un sistema degenerado. ¿Qué queremos decir con esto? Por simplificar las cosas: en la teoría de la información, un código degenerado es aquel en que varios elementos diferentes pueden tener un mismo significado, o sea, un código no completamente específico. Nuestro alfabeto en español, en el que cada vocal tiene asignado un sonido unívoco y diferente de las otras, es un código no degenerado. El sonido |a| siempre se representa con la misma grafía. Por el contrario, el código genético es un buen ejemplo de código degenerado. Distintas secuencias de ADN con combinaciones de las cuatro bases nitrogenadas A, C, G y T (adenina, citosina, guanina y timina) pueden conducir a la fabricación del mismo aminoácido, que es a fin de cuentas el resultado que importa. Aunque a simple vista no lo parezca, esta característica dota a este tipo de sistemas de un poder inaudito. Pensad qué ocurriría si, por cualquier razón, desapareciese del código genético una de las bases nitrogenadas. Al menos en teoría, sería posible fabricar las mismas proteínas con las tres bases restantes. Por otro lado, si un buen día desapareciese del diccionario en castellano la letra “a”, no tendríamos otro signo gráfico para representar el sonido vocálico que le correspondía (todo por ser un código no degenerado). Con esto ilustramos que un sistema degenerado es, en primer lugar, resistente a las lesiones. Los anticuerpos y su encaje de “llave-cerradura” con la molécula invasora son otro ejemplo de sistema degenerado, pues en principio sería posible fabricar distintas variedades de anticuerpo que tuvieran el mismo efecto neutralizante sobre el antígeno. Distintos caminos para llegar al mismo sitio. En este ejemplo la ventaja de usar un sistema degenerado se mide en unidades de tiempo. Cuantas más soluciones efectivas existan para un problema, más probable será dar con alguna de ellas lo antes posible.

La memoria según la TSGN
Y por fin, después de toda esta introducción farragosa, trasladamos estas reflexiones al campo de la memoria. Hemos comentado alguna de las limitaciones de los sistemas de memoria basados en representaciones. Pero, ¿cómo sería, entonces, una memoria no representacional, cuyos procesos no manejen informaciones con “contenido” o “significado”? Se trata de borrar toda necesidad de intervención de agentes “inteligentes”, homúnculos o reglas establecidas a priori que guíen los procesos de la memoria. Pues bien, los sistemas seleccionales, que se organizan mediante procesos de selección de individuos en una población (pensemos en la selección natural de los seres vivos, en la selección somática de los anticuerpos antes referida) tienen la propiedad de alcanzar soluciones adaptativas sin el concurso de estos agentes. Nadie establece a priori, mediante ninguna regla, el curso de la evolución biológica, igual que nadie guía inteligentemente la producción de anticuerpos. Simplemente, las soluciones “adaptativas” se seleccionan y prosperan de manera natural y espontánea. Tal vez la naturaleza de los procesos neuronales que tienen lugar en el aprendizaje no sea muy distinta a la de estos dos ejemplos (la selección natural de los organismos, la selección somática de los anticuerpos), sólo que esta vez la selección opera sobre poblaciones de sinapsis.

Cualquier estímulo que llega a nuestros sentidos produce cambios en el cerebro, al nivel de las sinapsis que unen las neuronas. Por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores, una conexión entre dos neuronas puede fortalecerse o debilitarse. Ahora bien, sabiendo que el cerebro humano contiene millones de neuronas unidas entre sí mediante enlaces sinápticos, da vértigo sólo con imaginar la apabullante cantidad de patrones de activación posibles que pueden representarse en nuestro sistema nervioso en cualquier momento. Y que conste que, de todas formas, estoy simplificando mucho de cara a no hacerme demasiado críptico. Si nos presentan una fotografía de la torre Eiffel, la estimulación visual producirá un patrón de activación neuronal que podría ser reconocible mediante alguna técnica de obtención de neuroimagen como la RMNf. No todos los patrones de activación son posibles, por supuesto. Existen restricciones. Edelman habla de “valores”, características anatómicas, ambientales o circunstanciales que constriñen el universo posible de activación neuronal. Es lo mismo que pasa con la evolución biológica, un panda gigante podría desarrollar un pulgar oponible para asir las cañas de bambú, pero las características de sus patas delanteras le impiden tomar ese camino evolutivo en concreto, como nos recordaba el gran Gould. La analogía es apropiada en este caso.

Ahora demos un paso más y entendamos estos estados de activación neuronal como estados orientados a la acción. Porque de eso se trata, al fin y al cabo. Utilizo el término “acción” en su sentido más amplio, incluyendo tanto conductas motoras observables como procesos cognitivos inobservables: caminar hacia la puerta cuando la veo; asir un vaso de agua cuando tengo sed y me lo ponen delante; pronunciar la palabra “París” cuando me presentan esa fotografía de la torre Eiffel de la que hablaba antes. De todos los circuitos sinápticos que el cerebro es capaz de activar en un momento dado, aquellos que conducen a una acción adaptativa son seleccionados y se repetirán en el futuro, mediante el refuerzo de las sinapsis apropiadas. Cualquier situación en el futuro que haga más probable ese mismo estado de activación neuronal que se ha seleccionado (o uno parecido) facilitará la repetición de la acción realizada en el pasado. Si me enseñan de nuevo una foto de la torre Eiffel, la acción de pronunciar la palabra “París” será más probable, seguramente, que otras acciones alternativas. Esto, salvando las distancias, no me parece tan diferente de la visión conductista tradicional de autores como B. F. Skinner. Tanto mejor así.
Recordemos también que los sistemas seleccionales tienen la propiedad de la degeneración. Muchos circuitos neuronales distintos conducen a la misma acción, o a acciones parecidas. Eso podría explicar la variabilidad de la conducta que en un tiempo se le atragantó a algunas perspectivas conductistas “radicales”, y también nos da una idea, se me ocurre, de por qué algunas conductas son tan persistentes y resistentes a la extinción y al castigo. Por otro lado, la degeneración es una propiedad importante porque el cerebro, o el conjunto de sus poblaciones sinápticas, es un sistema dinámico, en constante cambio. El patrón que se selecciona hoy tendrá que repetirse la próxima vez en un contexto sináptico diferente, rodeado de conexiones que han cambiado. Si el sistema no estuviese degenerado, sería demasiado rígido para funcionar correctamente. Gracias a esta característica, la memoria es dinámica y flexible.


El médico y premio Nobel Gerald M. Edelman (Fuente: http://Infonautik.de)











En realidad, la propuesta de Edelman es bastante más compleja, incluye conceptos como los mapas globales y el proceso de reentrada (de importancia clave en todo esto), pero creo que este no tan breve resumen puede servir de introducción general. Lo importante, me parece a mí, es que todo esto que he relatado sucede sin que los patrones de activación tengan que haber sido clasificados en función de su “significado”, ni examinado por ningún homúnculo, y sin que haya tenido que guardar una fotografía thumbnail del horizonte parisino en mi limitado espacio de almacenamiento para luego buscarla como un bibliotecario. Los patrones de activación cerebrales no guardan ninguna relación de código con el estímulo (en este caso visual) que los ha activado, ni es posible “traducir” el estímulo al “lenguaje de los patrones de activación” (ya que no es un sistema representacional). Sencillamente, no funciona de esa manera, y la analogía con el ordenador debe quedar sabiamente guardada bajo la cama para aprovecharnos de nuevos enfoques. Esa es la moraleja que quería resaltar.

El glaciar
Y para terminar, describiré la metáfora que utilizan Edelman y Tononi para ilustrar su TSGN en uno de sus libros. Comparadla con la metáfora del ordenador que aún hoy se suele encontrar en los libros de texto.
La memoria, en el modelo de Edelman, es comparable a un glaciar cuyo deshielo alimenta un lago en el valle. El lago es una metáfora de la acción, el resultado final del proceso de memoria. Cada primavera, el glaciar se derrite y forma un riachuelo que discurre colina abajo hacia el valle.
La erosión del riachuelo en la ladera contribuye a fijar el camino por el que discurrirá el agua, igual que el entrenamiento contribuye a que un circuito neuronal con un resultado adaptativo vuelva a dispararse en ocasiones próximas.
Por otro lado, el riachuelo puede ser (y de hecho, es) diferente cada año. Esto se debe a los pequeños cambios en la superficie de la ladera, o en el caudal del propio riachuelo. Las condiciones ambientales relevantes son constantemente cambiantes. Igualmente, los circuitos neuronales que conducen a una misma acción son también variables, dadas las condiciones cambiantes en un sistema dinámico como el cerebro, pero, como apuntamos antes, eso no es un problema debido a la característica degeneración del mecanismo de selección neuronal.
Un enfriamiento repentino puede volver a congelar el glaciar y transformar la estructura de la parte alta de la montaña. Con el deshielo se formará otro riachuelo distinto, o varios, que conducirán al mismo lago. Podría ocurrir incluso que alguna vez la desviación de los ríos condujera el agua hasta otro punto diferente, formando otro lago. Con un mecanismo análogo, la variabilidad en la conducta (en las acciones) queda salvaguardada, explicando además lo que antes habríamos llamado “fallos de recuperación”: la información recordada tiene pérdidas de calidad. También así ilustramos el nuevo aprendizaje.

Lecturas recomendadas:
Edelman, G. M., y Tononi, G., (2002). El Universo de la conciencia. Barcelona: Crítica.
Edelman, G. M. (1992). Bright air, brilliant fire. NY: Basic Books.

Puros imitadores

Muchas son las formas mediante las que aprendemos nosotros los humanos. Una forma es copiando a los demás. Y es que ya lo dijo Bandura (video de 20 segundos máximo).

http://es.youtube.com/watch?v=Z633vYF17DE

No hace falta irnos a los estudios de Bandura, ejemplos más cercanos los podemos encontrar. En el programa de cuatro “Nada por aquí”, que es un programa de ilusionismo, he encontrado un video interesante y muy gracioso. Dura nada más 3 minutos, no es cuestión de pasarse una tarde viendo videos…

Es una cámara oculta en la que participan dos magos (un mago y una maga). El caso es que es cámara oculta porque la gente que los ve no sabe que son magos.

¿Qué es lo que hacen estos dos? Pues por arte de magia, uno primero y luego la otra, una lata de coca cola usada y gastada, consiguen que de repente esté llena con sólo agitarla y manipular el tapón.

Veamos la reacción de los que presencian el truco hecho primero por uno y luego por la otra, teniendo en cuenta que ellos no saben que son magos…

¡Sí, eso es! Después de ver cómo hacen lo que hacen, intentan imitarles.

http://es.youtube.com/watch?v=XDlP1CnQp_w

Y es que imitar a los otros es una forma de aprender que solemos usar…

Podemos observarlo en nuestra vida diaria: encontraremos muchos ejemplos. Por ejemplo, un amigo mío que trabajaba en un puesto de cara al público me decía…”como haya una cola de gente y el primero pase por la derecha en vez de por donde deben, si no le decimos nada, lo hacen todos los que vienen detrás”

Este tipo de aprendizaje tiene implicaciones. El más cercano tal vez sea la educación de nuestros hijos. Y es que por algo se dice que hay que “predicar con el ejemplo”, aunque no siempre sea fácil…