Una mirada rápida al problema del significado

ResearchBlogging.orgEn posts anteriores (aquí y aquí) critiqué algunos aspectos de la lingüística tal y como la entienden muchos estudiosos contemporáneos. Una de mis mayores decepciones de la lingüística de Chomsky, por ejemplo, es la descarada elusión del problema del significado. Para Chomsky y los suyos, simplemente, la semántica queda fuera del lenguaje.
Esta postura me parece ciertamente insatisfactoria: el problema del origen del significado existe, y debe ser abordado sin importar su innegable dificultad, no en vano se trata de uno de los dilemas más antiguos y complejos que podemos encontrar en la filosofía y la psicología.
En este post, argumentaré (de forma necesariamente simplista, como de costumbre) por qué algunos aspectos de las teorías tradicionales del lenguaje y del pensamiento son problemáticas en cuanto a explicar de dónde emerge el significado.

Símbolos AAA
¿De dónde emerge el significado? Para gran parte de la psicología cognitiva actual, así como para los lingüistas, los procesos cognitivos operan en un plano entera o mayormente formal (de nuevo Chomsky es un ejemplo paradigmático). En un modelo formal, se implican unas reglas definidas preferiblemente en un lenguaje lógico o matemático, que sirven para operar con símbolos abstractos. Por ejemplo, una regla formal podría enunciarse de la forma "Si X tiene lugar, entonces sucede Y". La relación entre X e Y es de tipo lógico (un condicional antecedente-consecuente), y es independiente del significado de X e Y. Ambos símbolos expresados en la regla formal son objetos puramente abstractos y podríamos decir que carentes de significado propiamente dicho. Como si se tratara de una ecuación, podríamos sustituir las dos letras por elementos cualesquiera: X e Y podrían ser dos proposiciones como "está lloviendo" y "cojo el paraguas", respectivamente, dando lugar al condicional "Si está lloviendo, entonces cojo el paraguas". En los modelos puramente formales (como la gramática de Chomsky), el significado de los símbolos queda en un plano muy secundario, lo prioritario es que las operaciones formales que se realizan sobre ellos estén bien formadas. De hecho, la verdadera utilidad de los símbolos en este tipo de teorías reside en que estos pueden significar cualquier cosa.
A pesar de que no todos los psicólogos cognitivos postulan modelos tan formalizados como el de Chomsky, sí es común la asunción de que el pensamiento y el resto de los procesos cognitivos se basan en (y se reducen a) operaciones formalizadas en mayor o menor grado, que operan sobre símbolos que tienen tres características: son abstractos (no vinculados directamente a limitaciones materiales y físicas), amodales (no se corresponden con ninguna modalidad sensorial en concreto) y arbitrarios (no hay una relación directa entre las propiedades del símbolo y las del objeto del mundo real al que está designando), lo que se llaman símbolos "AAA".
Los símbolos AAA son particularmente útiles porque se pueden implementar muy fácilmente en los programas de ordenador (puesto que éstos no son más que conjuntos de reglas muy formalizadas).
De entre todas las teorías clásicas acerca del significado, los estudiantes de Psicología recordarán la de Loftus (Colins y Loftus, 1975), basada en "redes semánticas". Imaginemos un nodo que representa al concepto "perro" en una red. Podemos argumentar que este tipo de elemento es un símbolo AAA: Abstracto (representa a todos los perros y a ninguno en concreto); Amodal (este nodo no se parece a un perro en su aspecto, sonido, tacto); y Arbitrario (no hay ninguna razón por la que este nodo en concreto haya sido escogido para representar este concepto, igual que no hay ninguna razón para que el sonido "a" se represente con la letra que escribimos "a"). Los símbolos AAA nacen ya con todos los puentes con la realidad rotos: no parecen tener ninguna relación con el objeto real al que están representando. ¿Qué es lo que otorga significado al símbolo en una teoría de este tipo? La respuesta desde la ingeniosa teoría de Loftus está en las posiciones relativas de los símbolos AAA (que hacen las veces de nodos) y las conexiones que los unen formando una red. Cuando pienso en un "perro", estoy activando el nodo que representa al concepto "perro", pero también otros nodos cercanos con los que tiene una relación estrecha, como "mamífero", "mascota", "fiel"... Los nodos más lejanos de la red se activan también, pero en menor medida: "animal", "ser vivo"... Los partidarios de este tipo de teorías, muy extendidas, creen que el significado de los símbolos con los que realizamos operaciones mentales proviene de la proximidad e interconexiones entre los nodos de la red semántica. Ciertamente, se trata de una propuesta atractiva (pero ¡cuidado! El parecido de una red semántica como la descrita con una red neuronal de un modelo conexionista es puramente superficial).

Está claro, como han señalado ya muchos autores, que tenemos un problema. Intentamos responder a la pregunta "¿de dónde procede el significado de este símbolo AAA?", y lo que hacemos es volver la mirada a otros símbolos AAA. Hay algo que no encaja. Me parece especialmente divertido el argumento de Harnad (1990), que a su vez recuerda a la famosa "habitación china" de Searle: Imaginemos que estamos de visita en un país donde se habla un idioma totalmente desconocido para nosotros, por ejemplo en China. Por suerte, hemos sido previsores y llevamos con nosotros un diccionario. La pena es que se trata de un diccionario Chino-Chino, en el cual cada entrada consta de una palabra en chino y su definición... ¡también en chino! Tenemos muchas ganas de ir al baño, y hemos encontrado una señal indicadora con un ideograma oriental incomprensible para nosotros (un símbolo AAA). Rápidamente buscamos su definición en el diccionario, para encontrarnos con una definición que tampoco podemos descifrar. Inasequibles al desaliento, tomamos el primer carácter que aparece en la definición y lo buscamos a su vez en el diccionario... ¡Para toparnos de nuevo con una segunda definición! No importa cuántas palabras, cuyo significado desconocemos, busquemos en el diccionario, puesto que invariablemente nos daremos de bruces con más símbolos incomprensibles, sin poder cerrar esta cadena interminable. Harnad pretende demostrar con este ejemplo cómo es imposible producir significado a partir de símbolos AAA que se definen en función de otros símbolos AAA. Es algo que también reconoció Putnam mucho antes (1981).
Visto así el panorama filosófico, no es de extrañar que algunos científicos hayan optado por modelizar el pensamiento y los procesos mentales mediante elementos no enteramente abstractos, sino analógicos en mayor o menor medida. Glenberg, Lakoff y otros partidarios de la cognición corporeizada, o encarnada, o como queráis traducir el palabro, afirman que el significado de los conceptos que manejamos en nuestro pensamiento y de las palabras que pronunciamos emerge de estas entidades de una forma natural porque han sido conceptualizadas a partir de interacciones corporales con el medio. Si los conceptos incluyen patrones motores de acción y componentes perceptuales, entonces claramente no son símbolos AAA. Simplificando mucho la cosa: En mi cabeza, el concepto "perro" es una amalgama que comprende elementos sensoriales (el aspecto de un perro, el sonido de los ladridos), emocionales (la activación de memorias de experiencias pasadas con los perros: aquella vez que murió mi perro favorito, aquella otra vez que un perro callejero me mordió, el calor que sentía cuando mi mascota se tumbaba en mi regazo), y también patrones de acción motora (qué tipo de acciones he llevado o puedo llevar a cabo en presencia de un perro). Todos estos componentes realmente muy sencillos (basados en la experiencia sensorial directa) forman parte del concepto, y son los que le dan un significado. La relación entre el símbolo perceptual, por ejemplo, tal y como lo entienden Glenberg y compañía, y el objeto del mundo real al que está designando es mucho más estrecha, obvia y natural que en el caso de los símbolos genuinamente AAA.

Como siempre, esto está bien en el plano filosófico, pero lo que hace falta ahora es trabajo en el laboratorio para aportar evidencia empírica que avale unas posturas u otras. De momento, tenemos algunos descubrimientos sorprendentes que parecen favorecer la existencia de conceptos "corporeizados" como los postulan Glenberg y otros, pero no parece fácil dar con el experimento crítico que demuestre que el cerebro no es un procesador de símbolos vacíos de significado (o cuyo significado aparece a posteriori). Como tantas veces, toca esperar.

Referencias
Collins, A., & Loftus, E. (1975). A spreading-activation theory of semantic processing. Psychological Review, 82 (6), 407-428 DOI: 10.1037/0033-295X.82.6.407
Glenberg, A. M., Havas, D., Becker, R., & Rinck, M. (in press). Grounding Language in Bodily States: The Case for Emotion. R. Zwaan and D. Pecher (Eds.) The grounding of cognition: The role of perception and action in memory, language, and thinking. Cambridge: Cambridge University Press.
HARNAD, S. (1990). The symbol grounding problem Physica D: Nonlinear Phenomena, 42 (1-3), 335-346 DOI: 10.1016/0167-2789(90)90087-6

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas Gilgamesh, se le echaba de menos doctor ;) Con eso de que estás fuera labrandote un nombre, pensaba que ya no te ibamos a ver el pelo por aquí :P
Por cierto, un amigo físico está muy interesado en cómo se establecen relaciones de causalidad. Me ha pedido bibliografía, ¿alguna idea?

Un abrazo Fernendo ;)

Fernando Blanco dijo...

¡Hey, Héctor! La verdad es que cada vez se me hace más difícil sacar un rato para escribir en Psicoteca, con lo que me gusta... Debo de tener algún componente de genes suicidas o algo, porque no paro de meterme en más y más trabajo. Ahora mismo estoy con la post-doc y un master, todo mientras, como decía Harnad, intento descifrar ese conjunto de símbolos AAA que no entiendo, que en mi caso es el holandés. X-D

¿Sobre causalidad? Ya te contesté por email con alguna recomendación, pero se me hace difícil sugerir algo concreto. En principio, las bases filosóficas siguen estando en Hume. A partir de ahí, la mayoría de los que investigamos en esto lo hacemos desde la siguiente óptica: los organismos somos capaces de detectar patrones recurrentes de covariación entre eventos. A partir de esa covariación se pueden establecer las relaciones causales. El "cómo se hace" ya depende de cada tipo de teoría. Para algunos se trata de mecanismos automáticos, muy de bajo nivel (bottom-up); para otros se trata de inferencias, es decir, de razonamiento de alto nivel.
El reto es explicar por qué a veces los animales somos muy sensibles a la covariación de dos eventos, y sin embargo a veces cometemos errores de bulto, estableciendo relaciones causales cuando realmente la covariación es escasa o inexistente. Y el debate lleva ya años, así que imaginarás que está apasionante y que es mucho más complejo de lo que he dejado entrever aquí.
Un abrazo, gracias por seguir al pie del cañón.

Anónimo dijo...

Gracias por las referencias. A ver si algún día te animas, y nos cuentas alguna cosa explicada en plan barrio sésamo sobre el aprendizaje causal :)

Un abrazo

DoctorMente dijo...

Es curioso el empeño del ser humano de imitar sus reacciones, sus ideas, sus pensamientos, como si al imitarlos se pudieran mejorar, pero un pensamiento no se puede tocar ni mover de un sitio a otro, no tiene un propósito. Un ordenador puede reaccionar lógicamente ante unos estímulos exteriores recibidos y responder a través de un ámbito cerrado, como son los números, las palabras. Digitalizar el pensamiento humano es una aberración. Pero que divertido son las aberraciones.

Fernando Blanco dijo...

Hombre, DoctorMente, me parece un poco exagerado el término "aberración". Las teorías formales de la mente, y las que representan los conceptos en forma de símbolos abstractos, amodales y arbitrarios, representan un enfoque valioso del estudio de la mente y la conducta. De hecho, nos han provisto con abundante material empírico y filosófico para avanzar en nuestro conocimiento. El caso es que esta aportación está ahí y es innegable incluso aunque el enfoque AAA se demostrase incorrecto.
Por mi parte, creo que cada vez se hace más evidente que los conceptos tienen un contenido, un significado, profundamente atado a la realidad material y en concreto a las capacidades perceptivas y motoras del animal que los contiene. Y sin embargo aún valoro y creo en la utilidad de las propuestas más formalizadas donde reglas lógicas operan con símbolos AAA.
Necesitamos más experimentos, más investigación.

Anónimo dijo...

Hola,

Os dejo el vínculo a una propuesta conductual de cómo se produce ésa vinculación entre las palabras y su significado.

Es un artículo extenso, pero recopila mucha bibliografía y destaca los pasos claves en el desarrollo de los niños mientras aprenden a hablar.

Está disponible on-line, aunque en inglés:
http://seab.envmed.rochester.edu/abstracts/jeababstracts/65/%2065-185.htm

Saludos

Anónimo dijo...

Saludos. En el libro El mundo de las palabras de Steven Pinker se aborda la cuestión del significado y explica a grandes rasgos lo que dicen las teorías más recientes. Él defiende la semántica conceptual en oposición a las propuestas "radicales" de innatismo conceptual, pragmatismo radical y determinismo radical.

Por otra parte (y esto le interesará a Héctor), aborda también el tema de la causalidad. Hace un breve repaso de las ideas más importantes escritas hasta la fecha (Hume, Kant, etc.) y finalmente defiende la causalidad entendida a modo de actores del lenguaje, con protagonistas, antagonistas, etc.

En todo el libro, Pinker utiliza el lenguaje y la forma que tenemos de usarlo para extraer algunas conclusiones, con las cuales defiende sus posturas. Lo que está por ver es si esas tesis son apoyadas por toda la evidencia existente o tienen algún sesgo significativo.