De acuerdo con la evidencia, no existe terapia para cambiar la orientación sexual

En 2007, la Asociación Americana de Psicología (APA; que es para que os hagáis una idea la autoridad en el campo de la psicología aplicada) creó una comisión a la que encargó un estudio acerca de la efectividad de los tratamientos disponibles para cambiar la orientación sexual. Recientemente las conclusiones definitivas del estudio se han hecho públicas: no hay evidencia suficiente, ni en calidad ni en cantidad, para afirmar que la orientación sexual pueda cambiarse por medio de ninguna terapia conocida.
Se ha lanzado un aviso en toda regla a los terapeutas para que, en lugar de esforzarse por cambiar la orientación sexual de sus clientes, encuentren la forma de hacer que éstos se acostumbren a su condición y sean felices con ella. Y también se ha alertado contra los peligros de todo tipo de tratamiento que considere a la homosexualidad como un trastorno o una enfermedad mental. Esta última manifestación por parte de la APA habrá sido bien acogida por al menos una parte del colectivo de homosexuales y transexuales.



Pero los detalles e implicaciones del estudio son tan interesantes como sus conclusiones. La comisión ha examinado más de 80 trabajos publicados en los últimos años sobre la eficacia del tratamiento terapéutico de la homosexualidad. Este examen detallado reveló que la mayoría de dichos trabajos tenían fallos metodológicos graves: por ejemplo, es generalizada la ausencia de buenos grupos de control, y no hay forma de concluir a ciencia cierta si los resultados se debieron al tratamiento o a cualquier otro factor no controlado. Otro problema bastante habitual y que me parece interesante destacar es que muchos de los estudios más modernos carecían de una muestra adecuada de homosexuales en busca de un cambio de orientación sexual, y en su lugar abundaban las muestras de homosexuales reclutadas a través de grupos de apoyo de tipo religioso (cristiano). Este apasionante "detalle" viene a poner en duda las subsiguientes conclusiones de estos estudios.
En resumen, la comisión puso en tela de juicio gran parte de la literatura publicada sobre el tema, y recalcó que no encontró evidencia suficiente y válida para afirmar que hoy por hoy se haya dado con un tratamiento válido para cambiar la orientación sexual de una persona.

Además, salieron a la luz las consecuencias no deseadas de un tratamiento poco acertado de la homosexualidad. Cuando el esfuerzo terapéutico fracasa (como es esperable), los clientes se sienten frustrados, aumentando sus niveles de ansiedad y depresión. Un caso especial lo constituyen aquellas personas que quieren cambiar su orientación sexual porque entra en conflicto con sus creencias religiosas, lo cual es fuente de mucho sufrimiento. La comisión de la APA ha recomendado buscar maneras de reconciliar las creencias religiosas con la orientación sexual de los creyentes, y en ningún caso pretender cambiar esta última. A mí se me hace francamente complicado imaginar cómo pueden reconciliarse la homosexualidad y algunas creencias religiosas. Como queriendo responder a esta pregunta, los expertos de la APA proponen mejorar la autoestima de los creyentes homosexuales y ayudarlos a desarrollar su red de apoyo social (con esto pretenden evitar o anular el aislamiento emocional). Tal vez es lo único que se pueda hacer hoy en día por estas personas.

Otro aspecto relacionado que también fue mencionado por la APA es el de los "tratamientos preventivos" de la homosexualidad. Parece mentira, pero existen en occidente muchos padres que deciden introducir a sus hijos pequeños (o adolescentes) en programas de "reafirmación de género" con el propósito de evitar futuras "desviaciones de la norma" heterosexual. No sé muy bien de qué va el tema, pero ya me estoy imaginando a chicos obligados a jugar con "cosas de hombres" y a niñas haciendo lo correspondiente. Huelga decir que no hay evidencia de que estos peregrinos tratamientos sirvan para nada, aparte de amargarles la vida a tus descendientes. De hecho, han recordado en la APA, es muy importante animar a las familias a amar y cuidar a sus hijos sin importar su identidad u orientación sexual, ya que esta vez sí hay pruebas de que el rechazo parental aumenta la probabilidad de desarrollar problemas de salud mental en los hijos. O sea, que estos padres no sólo no arreglan lo que ellos ven como un problema, sino que producen a su vez un trastorno más serio.

Hay que señalar, por justicia, que hay psicólogos que se han mostrado en contra de las conclusiones de la APA. Ahora bien, y ya siendo un poco maligno, me pregunto cuántos de ellos serán seguidores de ciertas confesiones religiosas...
También quiero hacer notar que lo que ha dictaminado la APA no es que la orientación sexual sea algo fijo que nunca puede cambiar bajo ningún concepto, nada de eso. Lo único que han concluido es que no hay pruebas de que hoy por hoy exista un tratamiento eficaz para obrar ese cambio, y esto es algo que el público merece conocer para estar prevenido.

Fuente imagen: Wikimedia Commons (Dominio público)