El estudio de las capacidades de orientación espacial y de navegación en animales es todo un clásico de la psicología, especialmente en el campo de la psicología del aprendizaje. En general, nos interesa averiguar cómo los animales (incluidas las personas) aprenden a orientarse en el espacio, ya que en principio podrían existir muchas formas de hacerlo. Por ejemplo, ¿tal vez guardamos una especie de "mapa" mental del escenario en nuestra cabeza? ¿O seguimos alguna pauta mecánica para dar con lo que buscamos? ¿Quizá sólo recordamos posiciones relativas a algunos puntos de referencia (como por ejemplo una tienda, una torre...)?
Con el objetivo de comprender este fenómeno, los psicólogos han inventado diversos tipos de "laberintos" (algunos se parecen realmente a laberintos tradicionales, y otros no tanto). Estos laberintos han servido de escenario para las alocadas carreras de distintos animales, pero especialmente los ratones y ratas (por sus características, son las especies más apropiadas para el estudio del aprendizaje espacial). A continuación voy a haceros un breve repaso por los tipos de laberinto más comunes o más curiosos, incluyendo uno, el último de todos, que he conocido muy recientemente y que da título al post.
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