La siguiente entrada ha sido escrita por Leyre Castro, una profesora de la Universidad de Iowa que amablemente nos ha ofrecido su contribución, al hilo del post que inició Héctor sobre la percepción del tiempo.
Percibimos colores, sonidos y sabores gracias a los sentidos de la vista, el oído y el gusto. Pero no poseemos un sentido específico que nos permita percibir el tiempo. Por tanto, parece que debemos estimar el tiempo a partir de la percepción de otras cosas. La idea más extendida es que no percibimos el tiempo en sí, sino cambios o sucesos que ocurren en un determinado tiempo. Sin hechos externos, estimar el tiempo se convierte en una tarea complicada. Que se lo pregunten si no a Jean Paul Mairetet.
1966. Sur de Francia. Una cueva a 70 metros de profundidad. Mairetet, de 24 años, pasa 6 meses, asumimos que voluntariamente, en tal entorno. Eso sí, la cueva es "espaciosa", y Mairetet dispone de "cama, comida y luz eléctrica". No se trata de una extravagancia francesa, sino de un estudio sobre ritmos circadianos y regulación fisiológica en condiciones de aislamiento. El investigador Paul Fraisse decidió que era una buena oportunidad para también indagar en cómo se percibe el tiempo en tales condiciones. Malamente, fue su conclusión. Por ejemplo, la duración media del tiempo pasado entre el despertar y la comida, Mairetet la estimó en 4 horas, 40 minutos cuando la duración media real fue 10 horas, 26 minutos.
Treating Depression: 10 Studies You Need To Know
Hace 5 horas