El terror, la muerte y la política (I)

ResearchBlogging.orgCada vez que leo acerca de ciertos temas de la psicología social acabo un tanto desasosegado, intranquilo, pues nos revelan algunos aspectos de la naturaleza humana que son desagradables y que preferiríamos, tal vez, no conocer. Pero los científicos, por nuestra curiosidad, tenemos algo de masoquismo y por eso insistimos en volver sobre ese espejo que tan feos nos muestra y diseñar experimentos para profundizar en nuestro escrutinio de ese horrendo reflejo.
Esta vez, la cosa va sobre política, terror, muerte e irracionalidad. Seguro que no es la primera vez que veis juntas estas cuatro palabras ;-)


Conocí por casualidad una de las líneas de trabajo de los psicólogos sociales Sheldon Solomon, Jeff Greenberg y Jamie Arndt, entre otros (pero los dos primeros son muy famosos), en el campo de la psicología "del terror", que ¡hay que ver cómo suena eso! Sus investigaciones han derivado en lo que llaman "la teoría del manejo del terror" (terror management theory), o TMT. No es la teoría en sí lo que me sorprende e interesa, sino algunos de los resultados empíricos que han ido reuniendo en ese programa de investigación, verdaderamente inquietantes. En este post, os contaré un poco sobre la TMT y os presentaré un par de resultados experimentales en los que relacionan su teoría con las actitudes políticas.
Las personas somos conscientes de que nuestra desaparición como individuos es inevitable, sabemos que un día moriremos (tema recurrente en los mitos clásicos, desde el protagonista de la antigua historia con el que comparto nombre, Gilgamesh, hasta los grecolatinos y hebreos). Este conocimiento, como es lógico, nos produce cierta ansiedad existencial que es, según la TMT, atenuada mediante construcciones culturales como la creencia en el más allá, en la trascendencia. Algunos sostienen que ahí está el origen y verdadera función adaptativa de las religiones (la última vez que lo leí fue en "El espejismo de Dios", de Richard Dawkins, 2007).
Aun contando con estas defensas culturales, pensar en la propia muerte sigue siendo una actividad desagradable. La TMT (Arndt, Greenberg y Cook, 2002; basada en ideas de Becker, 1975) implica que los estímulos que tienen que ver con la muerte (más bien con la propia muerte) son de algún modo especiales y producen efectos particulares sobre la conducta. Ellos lo llaman MS, mortality salience (saliencia de la mortalidad), dando a entender que ese tipo de estimulación es muy saliente. Si es cierto que la cosmovisión cultural de un individuo o grupo (incluyo la religión, sentido de trascendencia, la ideología, la nación...) sirve como un colchón frente a la ansiedad por saberse mortal y perecedero, entonces los estímulos relacionados con la muerte deberían obligar a ese individuo o grupo a redoblar su integración en esa visión cultural protectora. Es un mecanismo de defensa: me atacan, por eso alzo mi escudo.
Hay datos que muestran cómo los estímulos relacionados con la muerte intensifican este tipo de identificación con la visión cultural protectora (se acrecienta la fe religiosa, el sentimiento de comunidad, la postura ideológica...), mientras que otros estímulos aversivos no relacionados con la muerte (por ejemplo, el dolor o el rechazo social) no producen ese efecto. Es la mera activación del pensamiento en la muerte la que hace que nos sintamos más unidos que nunca a nuestra cosmovisión protectora (religiosa, nacional, cultural, ideológica). Y este proceso es contemplado como una forma de defensa ante el terror de la muerte.

Más seguro con los míos...
La TMT se ha empleado como marco para diseñar numerosos experimentos, algunos de ellos ciertamente célebres. McGregor y cols. (1998) reunieron a una muestra de personas de distinta orientación política (conservadores vs. progresistas) que tenían en común su aversión por los sabores picantes, e hicieron públicas ambas informaciones (afiliación política y aversión al picante) dentro del grupo. Después, algunas de estas personas fueron expuestas a estímulos ansiógenos y aversivos que no guardaban relación con la muerte (por ejemplo, reflexionar sobre un gran dolor de muelas), y otras fueron expuestas a estímulos que sí guardaban relación con la muerte (por ejemplo, leer y responder preguntas acerca de la propia defunción). En un momento dado, se pidió a los participantes que repartieran, mediante una balanza, cantidades de una salsa muy picante (un estímulo terrible y desagradable para todos ellos) para que la tomaran los demás miembros. Los sujetos expuestos a estímulos no asociados con la muerte repartieron la salsa de manera más o menos equitativa, sin que influyera el color político de quien iba a recibirla. Sin embargo, cuando los sujetos se habían visto obligados a considerar su propia mortalidad un tiempo antes de la prueba, actuaron de otra manera: fueron mucho más "crueles" en ese reparto de salsa picante, distribuyendo más cantidad para los oponentes políticos (haciéndoles más daño) y menos para los que compartían su ideología (protegiéndoles del daño). El mero pensamiento en la muerte produce esta consecuencia tan intrigante, y a esto llaman el efecto MS (mortality salience antes mencionado).
Otros estudios (Schimel, Wohl y Williams, en prensa) muestran el efecto MS en situaciones en las que los participantes contemplan un video con una serie de actos violentos en un partido de hockey. Los participantes expuestos a los estímulos asociados con la muerte están más dispuestos a consentir y justificar los actos violentos cuando creen que el jugador que los realiza pertenece a su mismo grupo, y a castigar duramente los mismos actos cuando creen que el jugador pertenece al grupo opuesto, mientras que los participantes no expuestos a ese tipo de estimulaciones sobre la muerte se muestran más imparciales. Este resultado nos revela la base más irracional de ciertas denegaciones del auxilio y la conducta prosocial (ved un ejemplo en este otro post).
Por último, mencionaré también otros estudios (Arndt, Greenberg y Cook, 2002; Greenberg y cols., 1990) en los que los participantes expuestos a estímulos asociados con la muerte mostraban posteriormente una actitud más patriótica y nacionalista, y más dura contra las personas que se mostraban en posiciones ideológicas contrarias a su país, al verlos como amenazantes (todo esto en el contexto de los EEUU, un país poco dado a los matices, pero luego los resultados se han extendido, por ejemplo, a Alemania: Jonas y Greenberg, 2002; o a Japon: Heine, Harihara y Niiya, 2002). O sea, que el nacionalismo se acrecienta con el miedo. No diré que me sorprenda, habida cuenta del uso que hacen nuestros propios políticos de este principio que conocen al dedillo, pero una demostración tan fría y directa de este vínculo es... pavorosa.


...Y los de mi religión
Voy a terminar este primer post sobre la TMT con una reflexión personal que nadie tiene por qué compartir. Supongamos que es cierto que la visión de la muerte acrecienta las fuerzas centrípetas en el grupo, aglutinándolo, y torna en feroz y crítica la mirada hacia el grupo extraño. Este principio puede aplicarse a muchos campos de la vida social, desde la política hasta la religión. Es entonces cuando reparo en el tono extrañamente macabro que invade la simbología de la religión cristiana-católica, empezando precisamente por su elemento clave, la cruz (aunque también hay ejemplos para dar y tomar, como los mártires y la eucaristía).
Siempre he imaginado que la reacción inmediata de alguien que no conociera nada acerca de esta religión, al entrar en una iglesia católica por primera vez, sería el más intenso pavor, y la sensación de no comprender lo que están viendo sus ojos. En el lugar preferente del templo, presidiendo el altar, hay una figura de un hombre agonizante, con heridas sangrantes, exhalando su último aliento. Alrededor, imágenes de santos en pleno martirio. Terrorífico. "¿Quién es ese?", preguntaría asustado el hipotético extranjero. Y la pronta respuesta, "nuestro dios, aquel del cual beberemos su sangre y comeremos su cuerpo", le sumiría en el más completo de los desconciertos: ¿Adoran los cristianos a un dios que ha muerto? ¿No hay algo de necrofilia en ese culto? Llevaría bastante tiempo a los feligreses explicar al extranjero los sutiles requiebros y las volteretas metafóricas que retuercen los teólogos para que la muerte del Cristo signifique "vida" y poner, si quiera ilusoriamente, un poco de sentido en lo que al principio parecía una bacanal de la sangre. El sacrificio del cordero, le dirían, la limpieza de los pecados, todo eso.
Pero se pongan como se pongan los teólogos, está bien claro que la cruz es un símbolo de la muerte. ¿No la vemos en todos los cementerios? Y el caso es que los creyentes cristianos no muestran miedo ante la cruz, más bien al contrario, les da fuerzas en sus momentos más bajos y les sirve para identificarse con los de su misma comunidad confesional. Creo entrever aquí algo de lo que el equipo de Solomon y Greenberg ha estado trabajando con su TMT. La idea de la muerte, representada en la cruz, aglutina al grupo, lo fideliza, y desaparece la ansiedad. Quien tiene fe en la otra vida no teme la muerte. Pero, ¡ay!, el efecto añadido es el odio al grupo externo, a los no creyentes, a los que piensan distinto, y de aquí es donde salen los integrismos religiosos, las guerras (¿en cuántas no ha tenido nada que ver la religión?), la inquisición, la persecución. Todo ese dolor y derramamiento de sangre para protegernos frente a la incómoda convicción de que vamos a desaparecer de este mundo. Definitivamente, la raza humana ofrece un aspecto insignificante y miserable cuando la observamos en el laboratorio.
Espero que no os moleste que hable así de la religión en estas fechas, pero es una reflexión que no puedo dejar de hacerme, y me parecía interesante comentarla.
Feliz año a todos.

Referencias:

  • Arndt, J., Greenberg, J., & Cook, A. (2002). Mortality salience and the spreading activation of worldwiew-relevant constructs. Exploring the cognitive architecture of terror management. Journal of Experimental Psychology: General, 131, 307-324.
  • Becker, E. (1975). Escape from evil. New York: Free Press.
  • Dawkins, R. (2007) El espejismo de dios. Madrid: Espasa calpé.
  • Greenberg J., Pyszczynski T., Solomon S., Rosenblatt A., Veeder M., & Kirkland S. (1990). Evidence for terror management theory. II: The effects of mortality salience on reactions to those who threaten or bolster the cultural worldview. . Journal of Personality and Social Psychology, 58, 308-318.
  • Heine, S. J., Harihara, M., & Niiya, Y. (2002). Terror management in Japan. Asian Journal Of Social Psychology 5, 187–196. doi:10.1111/1467-839X.00103
  • Jonas, E., & Greenberg, J. (2002). Terror management and political attitudes: the influence of mortality salience on Germans' defence of the German reunification. European Journal of Social Psychology, 34, 1-9. doi: 10.1002/ejsp.178
  • McGregor, H., Lieberman, J., Greenberg, J., Solomon, S., Arndt, J., Simon, L., & Pyszczynski, T. (1998). Terror management and aggression: Evidence that mortality salience motivates aggression against worldview-threatening others. Journal of Personality and Social Psychology, 74 (3), 590-605 DOI: 10.1037/0022-3514.74.3.590
  • Schimel, J., Wohl, M., & Williams, T. (2006). Terror Management and Trait Empathy: Evidence that Mortality Salience Promotes Reactions of Forgiveness among People with High (vs. low) Trait Empathy Motivation and Emotion, 30 (3), 214-224 DOI: 10.1007/s11031-006-9040-y
Imágenes tomadas de Wikipedia.
EDITO (31-12-2007): Corrijo "fuerzas centrífugas" por "fuerzas centrípetas", que es lo que quería decir, vaya despiste el mío.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

"Supongamos que es cierto que la visión de la muerte acrecienta las fuerzas centrífugas en el grupo, aglutinándolo, y torna en feroz y crítica la mirada hacia el grupo extraño"

Ahora mismo no lo recuerdo bien, pero si hablas de Kurt Lewin, ¿no deberían ser las fuerzas centrípetas del grupo a las que te refieres?

Un post muy interesante. Por cierto, ¿tienes "El espejismo de Dios de Dawkins o sabes dónde está? Estoy buscándolo en las bibliotecas para leermelo.

Saludos

Fernando Blanco dijo...

Tienes razón, Héctor, gracias. Ya lo he corregido. Un despiste muy tonto.
Añado: El citado libro de Dawkins es muy pero que muy recomendable para todos. Yo lo compré en una librería, pero supongo que no habrá tardado mucho en encargarse en cualquier bibblioteca (a lo mejor en la de nuestra universidad no les interesa, ejem). Pero merece la pena gastarse los cuartos en él, muy buena elección para un auto-regalo de reyes :-)

Daniel Vicente Carrillo dijo...

"El blog de la psicología científica". ¿Exactamente dónde empieza y dónde termina lo científico de este post?

Que toda inclusión genera exclusión es algo bastante evidente incluso para quienes no sean sutiles dialécticos. Ahora bien, inferir de ahí que la religión, la ideología y la nación son peligrosas armas en manos de simios aterrorizados me parece de una puerilidad descarnada. Precisamente porque los simios no entienden de religiones, ideologías o naciones hay que señalar esa conclusión como falsa.

Fernando Blanco dijo...

[Irichc]: "Que toda inclusión genera exclusión es algo bastante evidente incluso para quienes no sean sutiles dialécticos."
[Gilgamesh]: A la ciencia no le basta que algo sea (o parezca) evidente para aceptarlo como conocimiento válido. De hecho, a la ciencia le importa un pimiento. Lo que cuenta es poder demostrarlo empíricamente, sea evidente o no. Así que el "me parece que es evidente" de los "sutiles dialécticos" es un comentario de cafetería que sobra. Como científico, yo sólo discuto sobre datos, no sobre intuiciones. Hasta lo que intuitivamente parece evidente requiere ser demostrado o explicado. ¿No te quejabas de que el post es poco científico?
De todos modos, no me parece tan evidente tu afirmación literal de que la "inclusión genera exclusión" en su sentido riguroso: La intensificación de la fuerza aglutinadora del endogrupo podría perfectamente no estar acompañada de una intensificación de la beligerancia hacia el exogrupo (la actitud hacia éste podría permanecer indiferente). Pero los experimentos demuestran que es precisamente otra cosa lo que ocurre: se acrecienta la pertenencia al tiempo que crece la hostilidad. Y a los datos empíricos me tengo que remitir. Que de intuiciones, yo, ni pum.

[I] "Ahora bien, inferir de ahí que la religión, la ideología y la nación son peligrosas armas en manos de simios aterrorizados me parece de una puerilidad descarnada."
[G] Es posible que las conclusiones de estos científicos de la TMT vayan más lejos de lo que nos permiten los datos empíricos, ahí coincido. Pero lo que me parece verdaderamente pueril es su argumento (el de usted) para rebatir la interpretación de estos autores, y es el que copio a continuación:

[I] "Precisamente porque los simios no entienden de religiones, ideologías o naciones hay que señalar esa conclusión como falsa."
[G] Con esto demuestra usted lo poco informado que está en el asunto. Podría darle ejemplos de conductas observadas en los chimpancés, en las que se detecta que hacen ciertas distinciones entre "mi grupo" y "los demás", mostrando actitudes prosociales o egoístas según el caso, pero no serviría de nada. Lo digo porque, al fin y al cabo, el mejor ejemplo de que los simios pueden acabar "entendiendo de religiones, ideologías y naciones" somos nosotros mismos, Homo sapiens. Claro, eso, para los que vivimos en el S. XXI y sabemos algo sobre evolución.
Y de todas maneras, ¿eso es todo? ¡Cuánto despliegue dialéctico! Toda la argumentación de Solomon y cía. se viene abajo "porque es evidente que los simios no saben de naciones ni religiones". ¿? ¿Y sin haber mencionado un solo mono en todo el post? Esfuércese un poco más, Irichc, me decepciona. Hasta usted puede hacerlo mejor.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Así que el "me parece que es evidente" de los "sutiles dialécticos" es un comentario de cafetería que sobra.

Lo que denuncio es que, tras la beatificación ofrecida por el método experimental, se eleve la cafetería a ciencia. Que la inclusión genera exclusión es algo tan evidente como superfluo. Igual podría haberse dicho que la exclusión conlleva inclusión (de los que excluyen, en tanto que grupo organizado y diferenciado).

También cuestiono las conclusiones. Si existen uniformidades culturales tales como la religión, las naciones o los partidos, es porque obedecen a una función social. La civilización implica un peligro, el del conflicto, mientras que la barbarie los acarrea todos. No existe el buen salvaje ni el buen ateo. Menos Dawkins y más Lévi-Strauss.


La intensificación de la fuerza aglutinadora del endogrupo podría perfectamente no estar acompañada de una intensificación de la beligerancia hacia el exogrupo

No beligerancia, pero sí indiferencia. No somos por lo general beligerantes con los animales, aunque nos los comamos.


Podría darle ejemplos de conductas observadas en los chimpancés, en las que se detecta que hacen ciertas distinciones entre "mi grupo" y "los demás", mostrando actitudes prosociales o egoístas según el caso, pero no serviría de nada.

Serviría de poco, en efecto. Los simios y los ratones son analogías simplificadas del hombre. Las motivaciones de unos y otros suelen ser más distintas de lo que se cree. Un simio puede tener una noción primaria de justicia (lo cual viene a confirmar la plausibilidad de un derecho natural), pero carece de noción alguna de lo que es el deber. Una consciencia disminuida, meramente imitativa, no puede representarse tal concepto en toda su complejidad ni aceptarlo como marco racional en sus actuaciones futuras.

Convertir el terror en una reacción xenófoba autodefensiva está en la naturaleza de todo ser viviente. En los animales aparece al nivel de la especie, y en los hombres al del grupo social. Es el sentimiento del grupo, que puede perderse, y no el de la pertenencia a la especie, que es innato e invariable, aquel capaz de hacer que nos cuestionemos nuestras inercias individuales, incluida la del terror que mencionaba. Encontramos a modo de segunda naturaleza un miedo a perder dicho vínculo, el cual suele estar más basado en reglas de cooperación que en estrategias de depredación (definiéndose al semejante como aquel que puede cooperar conmigo en términos de igualdad). Es por ello que el racismo es una constante genética y una anomalía social.


El mejor ejemplo de que los simios pueden acabar "entendiendo de religiones, ideologías y naciones" somos nosotros mismos, Homo sapiens.

Si no son hombres, no entenderán nada de eso. Y tan imposible es que un mono se convierta en hombre como que un hombre se convierta en mono. La evolución muestra sólo una genealogía de las especies, sin detenerse en copertenencias comunes que no sean a su vez extensibles a otras muchas especies. La identificación del hombre con el simio, privilegiada con respecto a cualquier otra que pueda establecerse con un mamífero sociable, es caprichosa.

Anónimo dijo...

Gilgamesh, mejor que te ahorres las respuesta a Irich. Además de machista, racista e integrista religioso, es uno de los trolls más reputados de internet. Va a falacia por frase y jamás atiende a razones. Si le das pie, no te lo sacarás de encima.

Fernando Blanco dijo...

[Irichc]: Que la inclusión genera exclusión es algo tan evidente como superfluo. Igual podría haberse dicho que la exclusión conlleva inclusión (de los que excluyen, en tanto que grupo organizado y diferenciado).
[Gilgamesh]: También podría haberse dicho, de acuerdo. ¡Pero sería algo totalmente distinto! Estarías invirtiendo la dirección causal entre los dos términos. Si se propone esta afirmación como hipótesis experimental, sería distinta de la que he tratado en el post y obviamente otras variables harían el papel de independiente y dependiente. En un experimento, no da igual una cosa que otra, puesto que siempre va encaminado a esclarecer relaciones causales. Luego, lo que dices es interesante, pero no viene al caso. Y en ningún caso sirve para calificar ese conocimiento de "superfluo" o "evidente".
Para empezar, porque el núcleo interesante de la investigación no es esa chorrada simplificada de "la inclusión genera exclusión", esa es una conclusión que has sacado tú solito. Lo que realmente revela la investigación es el mecanismo mediante el cual el miedo a la muerte (y específicamente a la muerte, no a otras cosas) produce aglutinamiento grupal, y a la vez hostilidad al diferente. Yo creo que esto es muy distinto de esa simplificación tontuna de "la inclusión genera exclusión".

[I]: También cuestiono las conclusiones. Si existen uniformidades culturales tales como la religión, las naciones o los partidos, es porque obedecen a una función social.
[G]: Vale, pues no estás cuestionando ninguna conclusión del estudio. La verdad, chico, no sé qué has entendido del post. Para empezar, ¡claro que las uniformidades culturales tienen una función social! Entre otras, está la de construir cosmovisiones reconfortantes que reduzcan la ansiedad de saberse mortal (eso según los autores del estudio). Lo digo en el artículo. Si estás en desacuerdo con esto último, dilo.

[I]: La civilización implica un peligro, el del conflicto, mientras que la barbarie los acarrea todos.
[G]: Observación filosófica, o sociológica. De acuerdo. Y es perfectamente compatible con lo que dicen Solomon y compañía. La creación de cosmovisiones uniformes produce serenidad con respecto a la condición de mortal, pero acarrea hostilidad hacia cosmovisiones deferentes, y he ahí una fuente inagotable de conflictos y guerras. De acuerdo, de acuerdo. Estáis de acuerdo en eso.

Luego, no sé si inadvertidamente o con algún interés, cometes el error de citarme de manera incompleta para señalar que olvido una consumación del argumento que de hecho sí estaba en mi comentario.
Yo dije exactamente: [G]: "La intensificación de la fuerza aglutinadora del endogrupo podría perfectamente no estar acompañada de una intensificación de la beligerancia hacia el exogrupo (la actitud hacia éste podría permanecer indiferente)."
Tú sólo citas hasta el paréntesis y luego señalas, perspicaz, que "No beligerancia, pero sí indiferencia." Pues vale.
El caso es que es cierto, recalco, que desde nuestra intuición también sería una posibilidad razonable el que las fuerzas aglutinadoras no produjeran hostilidad hacia el exogrupo, sino únicamente indiferencia, por ejemplo. Pero la investigación empírica demuestra que no es así, que la inclusión conlleva hostilidad al otro. Chico, si hay datos experimentales, ¿qué más quieres? Una vez que hay datos, se discute sobre los datos. Es algo que los filósofos suelen obviar con facilidad, pues prefieren divagar entre nubes (salvo honrosísimas excepciones)

A partir de ahí y hasta el final, en tu comentario, señalas con gran despliegue retórico la abismal diferencia entre los comportamientos de los simios y los humanos. Vale, muy bien. ¡Pero es que has sido tú quien ha sacado al mono a la palestra! ¿Dónde, en el post, hablo de evidencias con simios o con animales? La tarta la empezaste tú solito, si te sabe salada, lo siento, pero no te voy a acompañar en el festín.

Resumiendo: Que me parece muy bien que discrepes con los resultados de estos estudios, pero ni has entendido (al parecer) cuál es la conclusión a la que apuntan los resultados de los estudios, ni cuál era el objeto de sus diseñadores, ni has propuesto en consecuencia ningún argumento para desmontar las citadas conclusiones.

Fernando Blanco dijo...

Vaya, Fordprefect, gracias por el aviso, aunque ya haya enviado mi anterior respuesta. Tomo nota.
Un saludo.

Fernando Blanco dijo...

Por cierto, esto va sobre los indicios de la religiosidad en los chimpancés: En el Paleofreak
¡Y leedlo hasta el final! X-D

Anónimo dijo...

Hola, parece que fordperfect tiene razón sobre irich

Saludos!

OP dijo...

Anda que vaya despiste, Gilgamesh... parece mentira que se te haya olvidado el nombre de este impresentable. ¿No recuerdas los viejos tiempos? Yo mismo terminé mandándole a tomar por cierto sombrío lugar en el antiguo foro de Psicoteca. Como moderador de Psicoteca, lo único que tendrías que haber hecho es eliminar ese post y poner a ese troll en la lista negra. O, más fácil aún: instálate un firewall para racistas misóginos que aún no han salido del armario (razón por la que arremete también contra la comunidad gay).

Anónimo dijo...

Buenas. Ya veo que en el otro post habéis escirto de lo lindo. A si me lo leo.

Por cierto, he visto un post en cerebrodarwin interesante donde igual te apetece pasarte Fernando. Es sobre psicoanálisis, como no.

El libro de dawkins seguramente me lo agenciaré dentro de un par de seamanas ;) ¿No me venderías el tuyo?

Saludos