Percepción del tiempo (II)

La siguiente entrada ha sido escrita por Leyre Castro, una profesora de la Universidad de Iowa que amablemente nos ha ofrecido su contribución, al hilo del post que inició Héctor sobre la percepción del tiempo.


ResearchBlogging.orgPercibimos colores, sonidos y sabores gracias a los sentidos de la vista, el oído y el gusto. Pero no poseemos un sentido específico que nos permita percibir el tiempo. Por tanto, parece que debemos estimar el tiempo a partir de la percepción de otras cosas. La idea más extendida es que no percibimos el tiempo en sí, sino cambios o sucesos que ocurren en un determinado tiempo. Sin hechos externos, estimar el tiempo se convierte en una tarea complicada. Que se lo pregunten si no a Jean Paul Mairetet.

1966. Sur de Francia. Una cueva a 70 metros de profundidad. Mairetet, de 24 años, pasa 6 meses, asumimos que voluntariamente, en tal entorno. Eso sí, la cueva es "espaciosa", y Mairetet dispone de "cama, comida y luz eléctrica". No se trata de una extravagancia francesa, sino de un estudio sobre ritmos circadianos y regulación fisiológica en condiciones de aislamiento. El investigador Paul Fraisse decidió que era una buena oportunidad para también indagar en cómo se percibe el tiempo en tales condiciones. Malamente, fue su conclusión. Por ejemplo, la duración media del tiempo pasado entre el despertar y la comida, Mairetet la estimó en 4 horas, 40 minutos cuando la duración media real fue 10 horas, 26 minutos.

Fraisse atribuyó tales desajustes a la falta de sucesos cambiantes durante la estancia bajo tierra de Mairetet. Según Fraisse (1984), la estimación del tiempo pasado sería proporcional al número de cambios percibidos. Cuando los cambios son muy frecuentes, hay muchas cosas a las que prestar atención, y por ello la duración se estima como más larga. Cuando los cambios son infrecuentes, como en el caso de Mairetet, hay poco que capte nuestra atención, y la duración se estima como más corta.

Por supuesto, el que su ritmo circadiano estuviera completamente trastocado probablemente también influyó en los pésimos cálculos de Mairetet, y uno puede estar tentado de restar validez a tal estudio. No obstante, la teoría de Fraisse se basaba en varios experimentos en el laboratorio, y el estudio en la cueva era una forma más de intentar confirmar sus ideas.

¿En que consistían esos experimentos? Eran bastante sencillos y directos en realidad. A los sujetos se les presentaban situaciones con más o menos eventos (más o menos palabras que aprender o sonidos que escuchar) y después tenían que estimar por cuánto tiempo habían estado realizando tales tareas. Como venimos diciendo, cuánto más eventos, más tiempo les parecía que había transcurrido.

Más recientemente, Beckmann y Young (2009) enseñaron a sus sujetos vídeos de una esfera rotando a diferentes velocidades. Al aumentar la velocidad, aumentaba la duración percibida. Es más, con diferentes análisis y modelos matemáticos mostraron que no era simplemente la mayor velocidad, sino un incremento en la cantidad de cambios percibidos lo que llevaba a sobreestimar el tiempo transcurrido.

Saliendo del laboratorio, Pedersen y Wright (2002) intentaron simular situaciones más cercanas a la vida real. Por ejemplo, en medio de una explicación del profesor, un estudiante irrumpe en el aula gritando: “Estoy harto de tanta psicología, es aburrida, y usted es un tostón que me tiene hasta las narices”. El profesor le pide que se calme y entonces, de repente, el estudiante le coge el maletín, sale corriendo del aula, y el profesor tras él para alcanzarle. Desde que el estudiante entra en la clase hasta que el profesor sale persiguiéndole pasan 19.8 segundos. Al preguntar al resto de alumnos en clase cuánto tiempo había transcurrido, la media estimada fue de 30 segundos, y más del 10% dijeron que más de un minuto.

Cuantos más cambios y variaciones, más largo nos resulta el tiempo pasado; pocos cambios hacen que nos resulte más corto. Volviendo al tema original que comenzó esta serie sobre la percepción del tiempo, no creo que es arriesgado inferir que la sensación de que a medida que envejecemos el tiempo parece acelerarse es debida a la disminución de situaciones novedosas y cambiantes, más que al paso del tiempo en sí.

No es ésta una cuestión fácil de estudiar, pero podemos hacer un intento con nosotros mismos. Al terminar la semana, piensa un poco en cómo de rápido ha pasado. Y cuando tengas oportunidad de hacer un viaje o pasar tiempo aprendiendo algo nuevo o conociendo gente diferente, piensa cómo sientes el paso del tiempo en esta ocasión. Después, escríbenos.

Referencias
  • Beckmann, J S, & Young, M E (2009). The effects of stimulus dynamics on temporal discrimination Journal of Experimental Psychology: Animal Behavior Processes, 35, 525-553.
  • Fraisse, P. (1973). Temporal isolation, activity rhythms and time isolation. In J. L. Rasmussen (Ed.) Man in Isolation and Confinement, pp. 85-98. Chicago: Aldine.
  • Pedersen, A., & Wright, D. (2002). Do differences in event descriptions cause differences in duration estimates? Applied Cognitive Psychology, 16 (7), 769-783 DOI: 10.1002/acp.827

Crédito de la imagen: "Fdecomite", distribuida a través de Flickr con una licencia CC.