El cerebro recuerda el pasado al imaginar el futuro

Blogging on Peer-Reviewed ResearchYa que últimamente nos estaban reprochando que dejemos de lado el sustrato neurológico de los descubrimientos psicológicos, hoy voy a dedicar sólo un par de párrafos para volver a las andadas con otra investigación del cerebro.

¿Cómo nos las arreglamos para planificar nuestras acciones futuras?

Karl Szpunar, John Watson y Kathleen McDermott, de la Universidad de Washington, se han propuesto identificar cuáles son las áreas del cerebro implicadas en la imaginación de acontecimientos futuros en los que el individuo toma parte personalmente, y lo hacen por medio de una actividad que ellos llaman “el viaje temporal mental”. Que consiste, ni más ni menos, en imaginarse a uno mismo en una situación futura. Para que luego digan que estas cosas son complicadas.

Los participantes del estudio fueron escaneados mediante un aparato de resonancia magnética funcional, que nos permite detectar las áreas que están en funcionamiento en un momento determinado. Mirad que a mí este tipo de estudios no me acababa de convencer, pero todo se arregla con un procedimiento cuidadoso. En el caso del experimento que nos ocupa, los sujetos tuvieron que imaginar varias situaciones.

En primer lugar, se les pidió que recordaran una situación que hubiesen vivido realmente en el pasado, como asistir a una fiesta, conversar con un amigo...

En segundo lugar, su tarea consistió en visualizarse a sí mismos en una situación parecida, pero en el futuro.

Por último, también tuvieron que imaginar la misma situación, pero no protagonizada por ellos mismos sino por algún personaje famoso. Esta última condición fue introducida como control, para obtener una línea base de la actividad cerebral cuando imagina este tipo de eventos cuando no son autobiográficos. A cosas como esta me refería cuando hablaba de cuidar el procedimiento.

Durante todo el tiempo, la maquinita de imagen funcional registró el trabajo del cerebro, y así los investigadores pudieron comprobar que las áreas implicadas en el primer y el segundo caso eran casi idénticas. De ahí concluyeron que, para planificar o imaginar el futuro, el cerebro se comporta de manera parecida a cuando recuerda el pasado. Para visualizar un evento futuro, aprovechamos la experiencia pretérita. Algo que me ha recordado un poco al tema de los esquemas, que contamos hace poco, por su implicación económica o heurística.

Las diferencias en la actividad cerebral en las tres condiciones, así como otros resultados derivados del estudio, las tenéis detalladas en Neofronteras. A darle al link.



Szpunar, K. K., Watson, J. M., & McDermott, K. B. (2007). Neural substrates of envisioning the future. Proceeeings of the National Academy of Sciencies of the United States of America, 104, 642-647.

Emergentismo y niveles de análisis

En los últimos días ha saltado un debate muy interesante y repleto de recovecos en el post sobre “monedas y esquemas cognitivos”. Como llevaba tiempo queriendo explorar una de las posibilidades que se han estado discutiendo, al final me he atrevido, y el resultado es esta humilde reflexión sobre el reduccionismo y los niveles de explicación en la ciencia. La aplicación específica para la ciencia de la psicología vendrá a continuación, si hay ganas... :-P



La cosa surgió a partir del eterno argumento reduccionista en las ciencias de la mente. Que conste que la psicología, aunque es la diana habitual de este tipo de argumentos reduccionistas, no ha sido la primera en pasar por estas crisis. La mismísima biología ya tuvo que lidiar con el reduccionismo cuando se empezó a tomar en serio el paradigma darwiniano. Veréis, la cosa es sencilla. Si estamos estudiando un organismo vivo (eso hace la biología, y eso hacemos los psicólogos también, ya he dicho alguna vez que deberíamos vernos como otra rama más de la biología), podemos abordar la situación desde muchos puntos de vista. El dilema está en escoger cuáles van a ser los elementos básicos de mi argumento, las “primitivas”, para que me entendáis, como diría un geómetra (en dibujo y en geometría, se trabaja con figuras a veces muy complejas, separándolas en elementos más sencillos hasta llegar a las primitivas, más fáciles de representar y modelizar). En el caso de los seres vivos, podemos hacer varias elecciones. Podemos escoger la célula como base de mi estudio, o podemos descender aún más hasta las moléculas, o incluso hasta el nivel de los átomos. Ése podría ser un ejemplo de enfoque reduccionista: un zoólogo pretende estudiar a un animal y las primitivas con las que construirá sus argumentos serán de nivel molecular. Esta elección condiciona sensiblemente el poder de las hipótesis explicativas del científico. Obviamente, no puedo explicar las mismas cosas si observo el nivel subatómico que el orgánico, o el del individuo, o el de grupo, o el de especie. El reduccionismo implica que no hay diferencia sustancial entre el todo y las partes que lo componen, y esto puede ser un problema. Es una cuestión de niveles de análisis. Cada problema que el científico quiere abordar puede enfocarse desde un nivel diferente, y algunos son más adecuados que otros para algunos problemas concretos. El reduccionismo (la elección, por defecto, de un nivel microestructural) supone optar por un mayor poder al tratar algunos problemas, pero sencillamente pasar por alto muchos otros.

Antes de justificar esta última afirmación mía, voy a exponer lo que pasó en la biología. La aceptación del paradigma evolucionista en la biología supuso un impulso para salir del callejón sin salida en el que muchos se habían metido. La alternativa al reduccionismo llegó de la mano del emergentismo. ¿Qué es el emergentismo? Para resumir, podemos decir que es una propiedad que tienen los sistemas complejos y dinámicos (el mejor ejemplo es un ser vivo cualquiera), que consiste en que los fenómenos observables en el nivel macroestructural aparecen por la interacción dinámica de las partes que los componen y por lo tanto no pueden reducirse a éstas: “el todo es algo más que la suma de las partes”. No puedo llegar a comprender una organización social sin estudiar a cada uno de sus miembros, como individuos, pero el conocimiento de cada individuo no basta para conocer a la organización.

Hay procesos y fenómenos que sólo aparecen en el nivel de organización más complejo, y no pueden ser explicados desde el punto de vista individual. Eso no significa que el nivel superior sea siempre el idóneo. Dependiendo del problema que vaya a estudiar, me interesará un nivel u otro. No es práctico abordar el problema de una conducta grupal con primitivas del nivel subatómico, igual que no es útil acercarse a la cuestión de la digestión humana desde una perspectiva del grupo social. Como veis, el criterio es la pura utilidad, y eso está bien, porque nos permite mucha flexibilidad.

Alguien sacó del armario el fantasma del dualismo en el debate que tuvimos en este blog, y debo reconocer que no andaba errado del todo. Sin embargo, la perspectiva emergentista es una alternativa también al dualismo, puesto que los elementos del nivel de organización superior aparecen por la interacción de las partes de niveles inferiores, y tienen su misma naturaleza. Esto significa que la conciencia humana no es muy diferente de una de mis manos. Hay una continuidad evidente entre el nivel superior y los que tiene debajo, sin grandes saltos visibles.

En segundo lugar, aclaro que abandonar una perspectiva reduccionista cuando uno estudia un objeto complejo, compuesto de partes jerárquicamente organizadas (un ser vivo, un cerebro) no hace que el abordaje pierda su carácter científico. Los biólogos han aprendido la lección y trabajan en uno u otro nivel dependiendo del problema que investiguen. La cientificidad de esta investigación quedará determinada por las actitudes y metodología del investigador y por la falsabilidad de las hipótesis que proponga. No por el nivel de análisis empleado. A veces escogeremos el nivel incorrecto. Bueno, para empezar, eso no implica que la hipótesis propuesta sea errónea, pero aunque así lo fuera, se puede ser muy científico y estar equivocado. A veces parece que sacamos el dedo a la primera de cambio para acusar a cualquiera de “no científico”, cuando simplemente es que la evidencia ha mostrado que está equivocado. Hago notar que, de hecho, estar equivocado no es solamente algo muy humano, sino también una parte indispensable de la ciencia (sólo en la ciencia uno puede estar equivocado. Los religiosos, los dogmáticos, nunca lo están, por definición).

Smolensky (1988) ya trató el problema del emergentismo, aplicado a la ciencia cognitiva. En este caso el problema era el inverso que en la biología. La tradición tendía a ser muy mentalista, incluso dualista, diría Antonio Damasio. Lo que se planteó fue la necesidad de descender a niveles más bajos en la jerarquía de organización. Se trata de uno de los argumentos del conexionismo, amigos, de las redes neuronales. En una red neuronal, los elementos son ciertamente sencillos, carecen del significado simbolista que tienen las unidades de la perspectiva clásica en la psicología cognitiva. Lo que los convierte en primitivas poderosas es precisamente su organización jerárquica con complejidad creciente, de modo que acaban “emergiendo” propiedades que no tenían los elementos por sí solos. Una red puede hacer cientos de cosas que no puede hacer uno de sus nodos en solitario. De la interacción entre docenas de estos elementos simples, ninguno de los cuales es más importante o interesante que los demás (sólo se distinguen por su topografía), surgen propiedades como la capacidad de aprender, sin ir más lejos. He ahí el poder del conexionismo: su simplicidad. Este enfoque exige descender al nivel de las unidades de estas redes para comprender el sistema, pero es que si no observamos la red en su conjunto nos perderemos las regularidades que desde “arriba” son evidentes (pues en niveles inferiores no son siquiera observables).

Parte de mi argumento lo tenéis en el fantástico libro que recomiendo para todos: Conexionismo y Cognición, de Pedro Cobos (Editorial Pirámide).


Monedas y esquemas cognitivos

Ya que últimamente hay quien se ha quejado, en los comentarios, de que no prestamos atención a la “psicología de verdad”, hoy voy a improvisar alguna cosilla sobre otro de los temas clásicos sobre psicología cognitiva. Aunque claro, a ver quién sabe qué es lo que entienden algunos por “psicología de verdad”... ;-)

A ver cómo me queda la cosa:

Puede que muchos piensen que la memoria es algo así como una cámara fotográfica o un ordenador que registra la información y la recupera tal cual. Lo cierto es que esta creencia popular está lejos de ser correcta. Hoy sabemos que, cuando recordamos un hecho pasado, lo estamos reconstruyendo activamente con informaciones de distintas procedencias, y lo más importante, mediante mecanismos a menudo imperfectos.

Comenzaré con el ejemplo del experimento de Rubin y Kontis (1983). Imaginad que un investigador os pide que dibujéis, de memoria, una moneda de 1 euro, otra de 50 céntimos y otra de 25 (los que utilicéis otra divisa, pensad en cualquier moneda que manejéis habitualmente). ¡La de veces que habréis tenido en el bolsillo una moneda de 50 céntimos! ¿Y una de un euro? Apuesto a que las habéis observado alguna vez con cierta atención, tal vez intentando averiguar su procedencia (en la zona euro, las monedas llevan un anverso distinto en función del país donde fueron acuñadas). Es un estímulo, por lo tanto, que tendríais que haber memorizado bien. Si os ponen delante una moneda falsa que contenga algún cambio en su forma, probablemente os daríais cuenta. Pero, ¿cómo serían esos dibujos que os pediría el investigador si participáseis en el experimento? En el estudio de Rubin y Kontis, los participantes, que tuvieron que dibujar monedas comunes y vigentes en EEUU sin tener el modelo delante, cometieron un buen puñado de inexactitudes. Esto ya nos aporta algo de información: no basta con ver a diario un estímulo para memorizar todos sus detalles.

Pero lo más interesante vino después, cuando los investigadores detectaron la clase de fallos que cometieron los participantes del estudio. Por lo general, todos los participantes incurrían en los mismos errores. Por poner un ejemplo: las monedas que sirvieron de modelo tienen en una de sus caras el perfil de un presidente de los EEUU mirando hacia la izquierda, todas salvo la de un centavo de dólar, que contiene a un reconocible Lincoln mirando hacia la derecha. Pues bien, en los dibujos de los sujetos del estudio todas las efigies presidenciales miraban hacia la izquierda, incluída la de Lincoln. Es, por así decirlo, una “sobre-regularización”, o una extensión equivocada de una regla a una de sus excepciones. Pero hay más: los errores más comunes incluyen también el añadido de elementos que no están en ninguna de las monedas (la leyenda “Five cents”, o los que sean, bajo la efigie).

El descubrimiento de este y otros errores sistemáticos de los participantes nos dice que, cuando una persona tiene que reproducir de memoria algo que ha visto, o una historia que le han contado (sobre este punto concreto también hay estudios famosos), ya sea verbalmente o con dibujos, las reproducciones son casi siempre más sencillas, con menos detalles, y sobre todo más convencionales que el original. Si tenéis el día inquieto, podéis hacer la prueba. Contadle a algún amigo una historia en la que hayáis introducido algún elemento discordante y fuera de lo común, y pedidle que os la repita: veréis cómo su reproducción se centra en unos detalles y pasa por alto otros.

Rubin y Kontis recurrieron al concepto de “esquema” para explicar su descubrimiento. Un esquema es una representación mental simplificada de “cómo debería ser” cualquier cosa: una moneda, una historia sobre espías... La función de los esquemas es categorizar la información del mundo en su sitio correcto (cada vez que vea un objeto metálico redondo y pequeño, pensaré en una “moneda”), y también sirven para guiar el conocimiento venidero. Al enfrentarnos a una información conocida o al intentar recuperar la que tengo almacenada, el esquema correspondiente se activará para indicarme qué características son las “correctas”, las que “debería tener” ese objeto o historia que quiero recuperar. De este modo, ahorramos tiempo y esfuerzo en nuestra interacción con el mundo.

Sucede que, muy a menudo, los esquemas son representaciones excesivamente simplificadas de la realidad a la que definen, o son demasiado rígidos para adaptarse a la nueva información con prontitud, de modo que hay dsajustes entre la realidad y el esquema. Los estereotipos, por ejemplo, son un tipo de esquema cognitivo un tanto rígido. Si mi esquema mental de los abogados incluye la característica de que sean hombres, me sorprenderé la primera vez que vea a una abogada mujer. Y si mi esquema mental de lo que es una moneda de 1 centavo de dólar contiene la imagen de un serio Abraham Lincoln mirando hacia la izquierda, así lo dibujaré cuando me lo pidan.


AntiEleia cierra

Durante bastante tiempo, la talentosa Emma Eckstein ha estado conduciendo con mano férrea un blog dedicado principalmente a desenmascarar la supuesta mentira de ciertos psicoanalistas mexicanos, sobre todo lacanianos, que estaban cosechando gran fama entre los potenciales usuarios a través de un centro de terapia y "formación" llamado Eleia. Echando mano de argumentos científicos y de la razón, Emma ha criticado valientemente desde su blog a quienes ella creía unos aprovechados sin escrúpulos.

Lo primero de todo, para evitar malentendidos: no me metáis en la cruzada de Emma contra los filibusteros lacanianos, por más simpatía que me merezca la misma. Tanto Emma como yo, creo, estamos de acuerdo en la defensa de una psicología científica sin supercherías psicoanalíticas, pero mi estilo es diferente.
Si yo hubiera estado en su lugar, seguramente habría sido mucho más blando y habría evitado la crítica específica hacia colectivos y personas concretas, por más que la mereciesen a mi entender. Es una estrategia más cauta (¿o quizá cobarde?). Pero no es esto un reproche, sino una razón más para admirar la audacia de nuestra amiga, al denunciar las injusticias que creía detectar en su realidad próxima.
Y más sabiendo que muy pocas veces, en toda la historia del blog, un partidario del centro Eleia ha aportado un solo argumento racional sobre el que quepa debatir. Más bien lo que ha abundado son insultos y otras alusiones ad hominem (me niego a entrar en detalles) que nada constructivo pueden representar. No conozco el centro Eleia ni sé de primera mano cómo proceden (Emma sí que ha tenido contacto), no sé si sus cursos son una estafa auténtica o sólo es que están basados en la superchería, así que no me atrevería a hacer ninguna crítica personalizada en público, eso me parece lo más sensato y justo por mi parte (como digo, preferiría evitar siempre que pueda la crítica hacia colectivos concretos). Pero también comprendo que cuando alguien no tiene más argumento a su favor que el insulto y la amenaza, se descalifica a sí mismo, y eso es lo que han venido haciendo los partidarios del psicoanálisis que visitaban el blog de Emma. De modo que no hace falta que les critique yo: ellos mismos se me han adelantado.

Hoy he comprobado que la osadía de Emma ha tenido su castigo. El blog ha tenido que cerrar por una amenaza judicial. Un pleito que, según reconocen, ganaría la señorita Eckstein, pero que supondría un gasto excesivo que ella no puede permitirse. Así que por la dichosa pelea, nos quedamos sin una web interesante donde el psicoanálisis se criticaba con argumentos y con la razón. Para mí es una pena. No puedo evitar pensar de nuevo que, si el objetivo de un blog es denunciar el carácter anticientífico e incluso inmoral de muchos terapeutas que se lanzan a tratar pacientes después de un cursillo sin ningún fundamento, éste se podría conseguir minimizando en gran medida la crítica directa, sabiendo que la razón está de nuestra parte. Emma prefirió escoger el camino difícil (y repito, no la critico por ello, sus razones tendría), tal vez pensando que, si podía evitar que otro alumno u otro paciente se sintiera engañado , merecería la pena. Pues bravo por ella. Yo, por mi parte, seguiré defendiendo la psicología científica frente a las creencias sin fundamento que están tan extendidas. Como dije, otro estilo, metas ligeramente distintas, pero la admiro.
Lo siento mucho porque AntiEleia era realmente pedagógica. Espero que muy pronto nuestra amiga aparezca reencarnada en algún otro blog para seguir repartiendo caña.

¿Puede el bilingüismo retrasar las demencias?

Lo dicen aquí. Un equipo de investigadores canadienses ha estado investigando cómo influye el estilo de vida en el mantenimiento de las capacidades cognitivas en una edad avanzada. Una de sus conclusiones es que las personas que dominan más de un idioma parecen tener una protección extra ante las demencias seniles, como el temido Alzheimer.
La dra. Ellen Bialystock y su equipo revisaron los historiales clínicos de 184 pacientes con distintas demencias (la gran mayoría, 132, estaban diagnosticados como probables casos de Alzheimer). Del total de los pacientes, 91 hablaban una sola lengua y 93 eran bilingües (principalmente, dice el estudio, polaco, yiddish –un dialecto judío de Centroeuropa-, alemán, rumano y húngaro). Entre los que hablaban una sola lengua, la edad media a la que comenzaron los síntomas fue a los 71,4 años, pero en el caso de los bilingües, la edad subía hasta los 75,5 años, que no está mal.
Ya sé lo que me vais a decir: el procedimiento del estudio no es precisamente una maravilla y las conclusiones que de él podemos derivar tampoco son, por eso, muy fiables. No hay manipulación ni control de variables extrañas, así que extraer conclusiones de tipo causa-efecto es arriesgado.
Es una pena, porque leído el titular con el que se ha publicado la noticia en algunos medios, uno esperaría datos algo más concluyentes. Afortunadamente, parece que los investigadores se han tomado este estudio como un piloto, un primer paso antes de profundizar en esta conexión lengua-salud.


Los efectos beneficiosos del bilingüismo sobre las capacidades cognitivas ya se conocían (aunque lo confieso, la literatura que he revisado sobre este campo tiende a estar algo “politizada”, por desgracia). Por ejemplo, la atención de los niños es más eficaz cuando dominan más de una lengua. Sin embargo, es la primera vez que se establece una conexión del bilingüismo con la demencia.
La razón de esta aparente “protección” ante la demencia la podemos buscar en varios niveles de análisis, pero yo me animo a apuntar una posibilidad: es sabido que el ejercicio intelectual puede ayudar a mantener las capacidades cognitivas llegada cierta edad y por eso suelen recomendarlo los especialistas. El uso habitual de más de una lengua puede suponer una pequeña carga de esfuerzo, un sano “entrenamiento” para el cerebro.

Cómo arrasar en “¿Quién quiere ser millonario?” usando la neurociencia.

Un conocimiento no superficial acerca de la física elemental y del funcionamiento de los juegos de azar como los de los casinos nos permite desterrar esa creencia popular de que “a los físicos experimentados les tienen prohibida la entrada” en estos lugares. Ningún físico, por bueno que sea, sería capaz de predecir con exactitud el movimiento de la bolita en una ruleta, por ejemplo.
Pero la cosa cambia cuando los juegos no están basados en el azar, sino en los conocimientos, por ejemplo. Los típicos concursos de preguntas y respuestas, como ese formato que en España ha popularizado Carlos Sobera, y sobre todo si dejan tiempo de sobra para meditar antes de contestar, permiten que los expertos en neurociencia tengan alguna ventaja, por pequeña que sea. Y sin hacer trampa. ¿Quién dijo que la investigación en el cerebro y la mente no podía dar dinero?
A un estudiante de doctorado llamado Ogi Ogas, que trabaja en el campo de la memoria, su conocimiento acerca del funcionamiento de la misma le ha servido para llevarse un buen pico. Nos lo cuenta Zack Lynch en Brain Waves.

¿Cómo se puede aplicar la investigación sobre la memoria en un concurso de este tipo?
Bueno, por ejemplo, en la pregunta de los 16.000$ (“¿En qué país se publicó en primer lugar la difamante caricatura de Mahoma?”), Ogi empleó el priming para activar el recuerdo de una conversación que tuvo con un amigo acerca de este asunto. Así la respuesta correcta (Dinamarca) afloró en su cabeza y se llevó el dinerito.
En la pregunta del medio millón de dólares, en la que nuestro héroe reconoció estar totalmente despistado, la solución vino de la mano de la “teoría de la mente”, poniéndose en el lugar del redactor que escribió las opciones de respuesta. Ingenioso que es el chaval, desde luego.
Increíblemente, llegó a acertar también la respuesta de la última pregunta, la del millón de dólares, ¡usando sólo la intuición! Pero el riesgo era demasiado alto y prefirió quedarse con sus 500.000 pavos seguros en el bolsillo. No le puedo culpar.
En este link tenemos un artículo escrito por Ogi donde nos cuenta cómo fue avanzando en el concurso gracias a la neurociencia, por si os apetece conocer más detalles. ¿Quién sabe? A lo mejor en un par de semanas tenemos a todos los lectores de Psicoteca peleándose por salir en la tele, midiéndose con el Sobera.



El nuevo campeón llegó a describir así cómo se sentía en el instante mismo de saber que había ganado el premio de 500.000 dólares (no llegó a arriesgarse en la del millón): “My neurohormones whipped from black misery to shining ebullience, saturating my brain in a boiling cauldron of epinephrine and endorphins. I gaped at the azure screen in front of me as the ultimate question coalesced in hot white font”. Solo puedo añadir esto: :-)

Editado: Parece que últimamente hay problemas con los links en blogger, unos funcionan y otros no. Creo que estos ya están arreglados, o eso parece.
Lo siento.

Labpsico, premio UD-Banco Santander 2006

El Laboratorio de Psicología del Aprendizaje de la Universidad de Deusto (Labpsico), en el que orgullosamente me integro durante mi doctorado, ha obtenido el premio de investigación UD-Banco Santander de 2006, por el proyecto "Aprendizaje Causal y Predictivo".
El equipo está dirigido por la Dra. Helena Matute, y aunque por aquí ha pasado un montón de gente que hoy está trabajando en la vanguardia de la investigación psicológica (no exagero), actualmente lo integramos el Dr. Miguel Ángel Vadillo, el Dr. Serban C. Musca, Cristina Orgaz y Fernando Blanco (todos en la Universidad de Deusto), y también Ralph R. Miller (Binghamton University, EEUU), y Ottmar V. Lipp (Queensland University, Australia). Mirad los detalles en el enlace correspondiente de la web de Deusto. Los contactos de nuestro equipo se extienden por todo el globo: Helena Matute ha trabajado con gente de EEUU, Australia, México, Bélgica, Málaga, y hoy sigue buscando nuevos caminos que explorar.
El proyecto que presentamos va, sin ir al detalle, sobre las características del aprendizaje de las personas cuando nos enfrentamos a problemas de tipo causal o predictivo. O sea: "este evento que he visto podría ser la causa de este otro que he visto después, pero también podría ser que no tuvieran ninguna relación lógica salvo la temporal".

El segundo premio fue para una compañera nuestra, Esther Calvete, y su equipo (link en la UD), por su trabajo sobre vulnerabilidad psicológica en las mujeres maltratadas. El objetivo de su trabajo es identificar estos elementos de vulnerabilidad con el fin de diseñar mejores estrategias de prevención y tratamiento.

Pues eso, contentos estamos todos. Lo hubiera contado antes por aquí pero estaba esperando tener el link con la noticia "oficial" en la web de Deusto. Parece que aún no han tenido la ocasión de actualizar o que soy muy torpe para encontrarlo. En cualquier caso, ya hay quien lo ha contado por ahí.

Un saludo y feliz año.

EDITO a 12-1-07: Por fin tienen la noticia en EL MUNDO, foto y todo.