Bilingüismo: ¿una forma de personalidad múltiple? :-P

Blogging on Peer-Reviewed ResearchVaya, vaya. No podía haberme quedado más sensacionalista el título de este post. Ya sabéis, sólo lo hago por pura estrategia de márketing, para enganchar a los despistados que pasen por aquí y me lean, así de malo soy. En realidad, lo que voy a contar no tiene nada que ver con los trastornos de personalidad (¡o eso espero!).

Llevo un par de semanas queriendo contaros esta historia pero no he sacado tiempo, así que no es precisamente una noticia fresca. En cualquier caso, no deja de ser interesante. Resulta que muchos bilingües dicen sentirse personas diferentes según cuál de los dos idiomas estén utilizando en ese momento, algo que parece una tontería pero que puede que no lo sea tanto. Nairán Ramírez-Esparza y sus compañeros de la Universidad de Texas han trabajado en el asunto. Aún no está disponible el artículo en cuestión, pero abajo os dejo la referencia (en prensa), y aquí un enlace a un pequeño comentario de Lauren Aaronson en Psychology Today. El caso es que Ramírez-Esparza ha estudiado la personalidad de una muestra de 225 bilingües (español + inglés) en EE.UU. y México, a través de una serie de preguntas formuladas (y respondidas) en uno y otro idioma. Eran preguntas del tipo “¿es usted ordenado?” o “¿se siente cómodo hablando con desconocidos?” . Pronto aparecieron algunas divergencias muy curiosas: los sujetos se mostraban más seguros, responsables, organizados y extravertidos cuando respondían en inglés que cuando respondían en español. Es decir, los bilingües mostraron personalidades distintas dependiendo que qué lengua estuviesen empleando en ese momento. Al parecer, las respuestas que estos participantes daban en inglés tendían a mostrar una imagen de asertividad, de seguridad y de competencia. Como dice Aaronson, “…these traits fit with the individualist ideals of the United States, as opposed to the group-oriented culture of Mexico”. O sea, que al usar el inglés, los bilingües dejan aflorar su lado más “norteamericano”, vaya.
La conclusión más interesante, para que reparéis en ella, es que la personalidad parece tener una naturaleza contextual, que no es algo estático sino que puede ser dinámico en función de, al menos, algunas variables. Una misma persona puede cambiar “de una personalidad a otra” (así, diciéndolo a lo bruto, ¿eh?) para adaptarse a las circunstancias.

A mí este asunto me recuerda, además, y ya saliéndonos del campo de la psicología, que hasta hace poco EE.UU. marchaba velozmente en la dirección del bilingüismo y el multiculturalismo. Ahora, con leyes recientes, parece que todo eso, tristemente, se va a acabar.

De todas maneras es, cuando menos, un resultado curioso. ¿Qué os parece?

Ah, sí, la cita:
Ramírez-Esparza, N., Gosling, S. D., Benet-Martínez, V., Potter, J., & Pennebaker, J. W. (in press). Do bilinguals have two personalities? A special case of cultural frame switching. Journal of Research in Personality.

La ingeniería genética en el estudio del aprendizaje

Por Miguel Ángel Vadillo.
(Publicado originalmente en la antigua web de Psicoteca, 2003).

La aplicación de las nuevas técnicas de ingeniería genética al estudio de los procesos mentales básicos está comenzando a arrojar resultados prometedores. Esta nueva metodología permite avanzar en nuestro conocimiento del papel que determinadas sustancias pueden jugar en el aprendizaje y la memoria.


Llegó la era de la genética. Durante los últimos años los descubrimientos sobre las bases genéticas de los más diversos fenómenos biológicos se han ido sucediendo a un ritmo vertiginoso. El estudio de las bases genéticas de todo tipo de enfermedades que se está realizando en la actualidad alterará completamente nuestra forma de entender la medicina, y el desarrollo de nuevas tecnologías basadas en la genética no tardará en afectar a nuestra vida diaria planteando nuevas posibilidades, y también nuevos interrogantes científicos y morales.

No obstante, a pesar de que la importancia de este tipo de investigación es bien conocida por el público en general, existen determinados ámbitos de investigación relacionados con la genética que resultan prácticamente desconocidos. Tendemos a pensar en la genética como algo relacionado exclusivamente con la dimensión "corporal" del organismo. Pero la acción de los genes va mucho más allá. Los genes no sólo determinan cómo se desarrollan y funcionan el corazón, el riñón y los pulmones. También contienen los planos de construcción de nuestro cerebro; y, por medio del cerebro, determinan lo que somos no sólo físicamente, sino también psíquicamente. El aprendizaje, la memoria, la atención, la percepción... son ejemplos de procesos psicológicos básicos que son posibles gracias a la intervención de unas estructuras y procesos cerebrales altamente complejos que funcionan siguiendo las instrucciones especificadas en nuestro ADN.

Desde hace mucho tiempo, los científicos se han interesado por saber cuáles son las bases biológicas de estos procesos mentales. Una de las cuestiones más interesantes en las que han centrado gran parte de sus esfuerzos ha sido estudiar qué es lo que cambia en nuestro cerebro cuando aprendemos algo. Cuando introducimos información en un ordenador, podemos recuperarla más tarde porque esta información se conserva en forma de pequeños cambios físicos en el ordenador; en concreto, cambios en la tarjeta de memoria o en el disco duro. De la misma forma, cuando nosotros hacemos uso de información que hemos aprendido anteriormente, debe de ser porque esta información se ha mantenido de alguna manera en nuestro cerebro. Cada experiencia que recordamos tiene que estar almacenada en el cerebro de alguna forma.

Las experiencias podrían almacenarse en el cerebro de distintas formas. Una de ellas podría consistir en el desarrollo de conexiones entre las neuronas. Las neuronas se hallan conectadas unas con otras por medio de pequeños puntos de unión llamadados sinapsis. Cuando una neurona está activa, sus sinapsis liberan unas sustancias, llamadas neurotransmisores, sobre la siguiente neurona y hacen que ésta se active. De este modo, la activación pasa progresivamente de unas neuronas a otras. Según muchos científicos, el aprendizaje tiene lugar porque se alteran estas sinapsis, haciendo que los impulsos se transmitan mejor o peor de una neurona a otra.

El estudio de los procesos concretos por los cuales se alteran estas sinapsis no es en absoluto una rama de investigación novedosa, pero en los últimos años se están realizando grandes avances, y el desarrollo de la genética tiene mucho que ver con ellos. En concreto, si se sospecha que determinada sustancia puede estar involucrada en los cambios sinápticos, es posible buscar el gen responsable de crear dicha sustancia y ver qué es lo que pasa cuando se manipula este gen. Manipulando un gen encargado de fabricar una sustancia podemos saber si esta sustancia interviene en los cambios en la sinapsis (por ejemplo, observando directamente estos cambios con el microscópio) o bien podemos observar si la manipulación del gen altera de alguna forma la capacidad de aprender de un organismo (por ejemplo, comprobando si se potencia su capacidad para aprender a resolver diversos problemas).

Por ejemplo, existe una sustancia en el cerebro, llamada CaMKII, que tiene la propiedad de activar un tipo de receptores que facilitan la transmisión de un impulso de una neurona a otra. Para estudiar hasta qué punto esta sustancia estaba involucrada en el aprendizaje, Silva y sus colegas crearon una cepa de ratones alterados genéticamente de manera que fueran incapaces de sintetizar el CaMKII adecuadamente. Los resultados mostraron que el cambio de las conexiones entre neuronas estaba alterado en estos ratones. Los autores del estudio también observaron que estos ratones tenían problemas para aprender sobre relaciones espaciales entre objetos. En concreto, cuando se les metía en una piscina en la que había una plataforma hacia la que debían nadar, se observaba que estos ratones tardaban más que los ratones de control en aprender a llegar a la plataforma.

En otros estudios se han utilizado cepas de ratones en los que el gen responsable del CaMKII puede activarse o desactivarse al antojo del investigador introduciendo o no en la dieta de los ratones cierta sustancia que es necesaria para que el gen funcione adecuadamente. Los resultados muestran que cuando este gen está activo los ratones aprenden de forma normal, mientras que cuando el gen está inactivo los ratones tienen dificultades para aprender.

Se trata sólo de algunos ejemplos aislados que permiten intuir hasta qué punto la genética puede suponer una fuente de oportunidades para áreas científicas muy diversas. Los medios de comunicación suelen recalcar que la investigación en genética permitirá prevenir y tratar enfermedades orgánicas que hasta ahora son incurables. Los estudios comentados aquí nos invitan a esperar que tal vez algún día todos los trastornos psíquicos derivados de problemas de aprendizaje también contarán con nuevos y mejores tratamientos.

Referencias bibliográficas
  • Silva, A. J., y Giese, K. P. (1998). Gene targetting: A novel window into the biology of learning and memory. En J. L. Martinez y R. P. Gesner (Eds.), Neurobiology of learning and memory (pp. 89-142). San Diego: Academic Press.
  • Maiford, M., Bach, M. E., Huang, Y. -Y., Wang, L., Hawkins, R. D., y Kandel, E. R. (1996). Control of memory formation through regulated expression of a CaMKII transgene. Science, 274, 1678-1683.

    Enlaces de interés
  • Laboratorio de Silva: http://www.silvalab.com/index.htm
  • Molecular Cellular Cognition Society: http://www.molcellcog.org/
  • Psicología y marketing (I): Del control del laboratorio al caos de la realidad

    Por Oskar Pineño e Itxaso Barrios.
    (Publicado originalmente en la antigua web de Psicoteca, 2003).

    En el presente artículo abordamos la relación entre psicología y marketing. La intención del presente artículo no es la de sentenciar, sino la de cuestionar. Y dado que difícilmente podría haber consenso cuando un psicólogo y una especialista del marketing se enfrentan a este tema, ofreceremos aquí una visión parcial basada principalmente en el punto de vista de la psicología. En una segunda entrega, retomaremos esta discusión desde el punto de vista del marketing. La polémica (al menos entre los autores del presente trabajo) está servida.


    Reconozcámoslo, nos gusta influir sobre los demás. Nos gusta ejercer cierta influencia sobre la conducta de nuestros seres más allegados, nuestras amistades, nuestros compañeros de trabajo. Influir es, al menos parcialmente, controlar. Y el control es poder. Y la psicología, como ciencia de la conducta humana conlleva una tecnología del control conductual.

    Las ramas científicas de la psicología tratan de buscar relaciones causales entre diferentes variables psicológicas o, en otras palabras, estudian qué condiciones son necesarias y suficientes para que tenga lugar un evento psicológico determinado. La exploración de los determinantes de la conducta aprendida es de especial relevancia en el marco del control conductual. Los trabajos pioneros en la denominada psicología del aprendizaje fueron llevados a cabo de manera casi paralela por el eminente fisiólogo ruso Iván Petrovich Pavlov (1849-1936) y Edward Lee Thorndike (1874-1949), en Rusia y Estados Unidos, respectivamente. Básicamente, estos autores descubrieron y desarrollaron los paradigmas más importantes en el estudio de la conducta animal y humana. Pavlov descubrió el denominado condicionamiento clásico, en el cual el emparejamiento de un estímulo inicialmente neutro (por ejemplo, un sonido) evoca, debido a su emparejamiento repetido con un estímulo de relevancia para el sujeto (una descarga eléctrica breve), una respuesta denominada respuesta condicionada o condicional (una respuesta de miedo condicionado). Thorndike fue el precursor del condicionamiento operante o instrumental, el cual fue desarrollado extensivamente por Burrhus Frederic Skinner (1904-1990). Según la ley del efecto de Thorndike, las respuestas que van seguidas por consecuencias agradables tienden a repetirse en el futuro (en términos de Skinner, son reforzadas), mientras que aquellas respuestas que van seguidas por consecuencias desagradables tenderán a desaparecer.

    Las implicaciones prácticas de la gran cantidad de estudios que han sido realizados desde comienzos del siglo pasado en ambos paradigmas de estudio del aprendizaje (condicionamiento clásico e instrumental) han sido determinantes en el desarrollo de las técnicas de modificación conductual. Estas técnicas se basan, al menos parcialmente, en las evidencias halladas en experimentos realizados con animales y humanos para modificar la conducta en la dirección deseada. Las técnicas son altamente efectivas y han mostrado un gran éxito en la eliminación o atenuación de conductas indeseables (por ejemplo, tratamiento de respuestas fóbicas), así como en el fomento de conductas deseables (por ejemplo, conductas prosociales o técnicas de estudio). Si bien la práctica de la modificación conductual está claramente justificada cuando se utiliza con fines terapéuticos/educativos, cabe preguntarse si dicha justificación se aplica en aquellos casos en los que la utilización de la tecnología del control de la conducta tiene su razón en la obtención del beneficio propio. Este es el caso del marketing.

    En nuestra sociedad consumista, comprar es por pura definición algo esencial. Necesitamos comprar alimentos que forman parte de nuestra dieta básica. Pero también compramos objetos que, si bien no son necesarios, hacen nuestras vidas más sencillas y cómodas. Compramos objetos que tienen una finalidad funcional o meramente decorativa. Compramos servicios y compramos nuestro ocio. Este intercambio de un producto (objeto o servicio) a cambio de dinero es la única parte de nuestra compleja actividad diaria que interesa a las empresas que tratan de vendernos un producto. Y, dado que más de una empresa deseará vendernos el mismo producto, la competición entre las mismas está garantizada. Esta competición puede tener lugar a varios niveles, dependiendo del tipo de producto que traten de vendernos. Pueden intentar hacer su producto algo mejor que sus competidores, o pueden optar simplemente por hacernos creer que su producto es el mejor (nuestro coche es más seguro, nuestro ordenador es más rápido, nuestro detergente limpia más, nuestro político es más fiable). Es posible que se encuentren también con una situación en la que el producto, quizá por razones de novedad, no ha calado aún en la sociedad. En tal caso, las empresas tratarán de crear una necesidad del mismo. Hace muy pocos años, sobrevivíamos perfectamente sin teléfonos móviles. Llegábamos a casa y escuchábamos los mensajes en el contestador (o hacíamos las llamadas en horas en las que esperábamos encontrar a nuestro interlocutor al otro lado del teléfono, antes de disponer de buzones de voz). Hoy parece casi imposible vivir sin un teléfono móvil.

    Las empresas tratarán de crear una necesidad y/o una preferencia por su producto, por encima de aquél de la competencia. Para ello básicamente emplearán técnicas psicológicas. Sin embargo, el que empleen estas técnicas no implica necesariamente que lo hagan con un conocimiento exhaustivo de los procesos psicológicos subyacentes: muchas veces se guiarán por una mezcla de ciencia e intuición que rara vez funciona. Otras tantas veces se basarán en evidencia experimental proveniente de diversas corrientes de investigación psicológica, evidencia que podría estar desfasada o haber sido refutada por estudios más recientes. Pero, incluso en el mejor de los casos, en un caso idílico en el que una campaña publicitaria se halle perfectamente diseñada en base a los más recientes hallazgos y teorías psicológicas... ¿puede garantizarse que dicha campaña tendrá una alta probabilidad de influir sobre el comprador? La respuesta es "no". Pongámoslo así: las compañías nos bombardean con complejos patrones de estimulación (el anuncio) que tratan de evocar en nosotros una determinada respuesta (la compra del producto anunciado). Para ello emplearán técnicas basadas principalmente en el condicionamiento clásico o pavloviano, en las cuales emparejarán su producto con estímulos de una mayor relevancia o significación biológica, tales como aceptación social o evitación del rechazo social, estatus social, sexo, amistad, o familia. Es fácil pensar en ejemplos de anuncios que emplean estos reclamos: los anunciantes de coches de gama alta tratan de asociar la compra del coche con la adquisición de un prestigio adicional, la demostración infalible de que el comprador ha alcanzado un alto estatus. O pueden tratar de asociar su coche con sensaciones de poder y velocidad. Los anunciantes de perfumes y desodorantes nos quieren hacer creer que una gota de su producto atraerá a lo mejor dotado del sexo contrario. Obviamente, cualquiera es consciente de que esto no es real: nadie compra un perfume esperando que incluya éxito sexual. Y las compañías saben que sabemos que no es real. En el fondo, tan sólo intentan que su producto sea mejor recordado y, por lo tanto, reconocido una vez lo encontremos en la tienda entre otros muchos productos similares. Y esperan también que la percepción del producto evoque en nosotros una respuesta condicionada agradable (en el caso del perfume, quizá de expectativa sexual, en el caso del coche, quizá una sensación de poder al agarrar el volante). Y finalmente esperan que esta respuesta condicionada pavloviana nos lleve a la compra.

    Pero las respuestas condicionadas provocadas por estos anuncios no son el único factor que puede determinar la compra. El mero efecto de familiaridad del producto es importante. Compramos lo que conocemos, ya sea porque lo hemos visto repetidas veces en anuncios de televisión y revistas, o simplemente porque ése es el mismo producto que nuestras madres usaban desde que éramos niños. Lo conocemos y eso nos lleva a sentirnos cómodos con ello. Los productos nuevos nos provocan una reacción de recelo, que tiene su manifestación paralela en la conducta neofóbica en animales: una rata tenderá inicialmente a rechazar un alimento de sabor desconocido. Esta reacción de neofobia desaparecerá conforme el animal se exponga al sabor repetidas veces. En el mundo del consumidor, el recelo desaparecerá conforme uno es expuesto al producto en televisión, radio, revistas, paneles publicitarios, etc. La asunción es que la mera exposición al producto facilita su posterior compra. Es por eso que las compañías se gastan ingentes cantidades de dinero en enviarnos muestras de lociones y productos de limpieza por correo, y que nos convidan a taquitos de queso y jamón en las grandes superficies comerciales.

    La evocación de una respuesta condicionada apetitiva o agradable por parte del producto, así como la eliminación de la respuesta de recelo que provocaría un producto completamente novedoso puede explicar, quizá, por qué realizamos nuestra primera compra del producto. Es decir, por qué elegimos comprar ese producto de entre todos los demás. Aceptemos que un producto determinado nos ha producido una misteriosa sensación de agrado incluso antes de haberlo probado (esto es, la deseada respuesta condicionada), y que esta respuesta de agrado ha determinado su compra. ¿Seguirá esta respuesta condicionada determinando futuras compras? La investigación nos dice que la respuesta es, nuevamente, "no necesariamente". El uso repetido del producto tendrá principalmente lugar en ausencia del evento esperado, lo cual conllevará una extinción de la respuesta condicionada. Cada vez que usemos el perfume y volvamos a casa sin el hombre o mujer prometido/a, cada vez que percibamos que nuestros amigos no sólo no admiran nuestro coche, sino que lo consideran un gasto innecesario o una muestra de ego desmedido, nuestra respuesta condicionada inicial tenderá a desaparecer. Entonces, ¿qué es lo que determina el que, por lo general, continuemos comprando el mismo producto? Principalmente, el condicionamiento instrumental y el aprendizaje de nuevas respuestas condicionadas pavlovianas. Nuestra elección del perfume puede ser reforzada por halagos casuales que alguien hace sobre nuestro aroma. Es posible que alguien se pare a admirar nuestro extremadamente caro coche. Pero también es posible aprender respuestas aversivas o de desagrado ante el producto adquirido. Quizá a nuestra pareja el dichoso perfume le recuerda a su padre o madre... y eso le inhibe todo deseo sexual. Es posible que tu coche requiera de un seguro más caro y de reparaciones casi imposibles por la dificultad de adquirir recambios. Este nuevo aprendizaje acerca del producto no facilitará precisamente su readquisición en una futura compra.

    Y es que el mundo real es más complejo de lo que muestran las investigaciones basadas en experimentos. En el laboratorio, los científicos aislamos la variable objeto de estudio de todas aquellas variables espurias que podrían contaminar nuestros resultados. Lo hacemos mediante una meticulosa planificación del experimento, y mediante procedimientos exhaustivos que controlan de manera casi obsesiva toda posibilidad alternativa. De este modo, extraemos unos resultados que nos permiten elaborar conjuntos de teorías que tratan de explicar y predecir nuestro mundo. Las aplicaciones de dichas teorías tratarán principalmente de buscar control sobre la conducta. Pero este control, si bien no es absoluto en el laboratorio, lo es menos en la vida diaria. En el mundo real, un infinito número de estímulos puede afectar nuestra conducta. Las variables que determinan nuestro comportamiento en un momento dado raramente actúan de manera lineal, sino que interactúan entre sí de maneras intrincadas. Esta interacción, que tiene lugar entre todos los estímulos externos e internos a nuestro organismo y nuestro bagaje de experiencias (esto es, aprendizaje previo), determinará que respondamos de una manera u otra.

    Tratar de predecir una respuesta determinada en un individuo concreto en un momento dado es prácticamente imposible, hoy por hoy. Sin embargo, dicha predicción puede ser un hecho en un futuro cercano. Y, una vez podamos predecir con total precisión la respuesta que un determinado individuo producirá en presencia de un conjunto de estímulos dado, el control conductual estará garantizado. Si tenemos en cuenta la gran cantidad y calidad de conocimientos de que disponemos sobre los mecanismos que rigen la conducta animal y humana gracias a los estudios realizados en el área de la psicología del aprendizaje y que el estudio sistemático/científico de la conducta animal y humana comenzó hace apenas un siglo, podemos ser conscientes de que alcanzar este grado de predicción y control sobre la conducta animal y humana es tan sólo una cuestión de tiempo. Cuando este control total sobre la conducta sea posible, será cuando debamos preocuparnos acerca de las razones por las que compramos (¿compramos porque realmente necesitamos el producto o compramos porque, simplemente, hemos sido condicionados para comprar?). O quizá no, quizá en este hipotético futuro cercano comprar como respuesta automática a los anuncios no sea causa alguna de preocupación, sino más bien todo lo contrario: el verdadero origen de nuestra felicidad. Porque la felicidad puede definirse como una respuesta (afectiva y cognitiva) y, como tal, podría condicionarse a la adquisición del producto.

    Lecturas recomendadas
  • Domjan, M. (1998). Bases del aprendizaje y del condicionamiento. Jaén: Del Lunar.
  • Skinner, B. F. (1986). Más allá de la libertad y de la dignidad. Barcelona: Martínez-Roca.

    Fuente original de este artículo:
    Pineño, O., y Barrios, I. (2003). Psicología y marketing (I): Del control del laboratorio al caos de la realidad. Psicoteca, http://www.psicoteca.com
  • Aaron T. Beck, premiado

    Me entero por Antieleia de que Aaron T. Beck, famoso entre otras cosas por sus trabajos sobre depresión, ha sido recompensado con el premio Lasker. Nos cuenta Emma Eckstein:
    El Dr. Beck recibió el premio Lasker por ser el creador de la terapia cognitiva. El jurado que otorga el premio Lasker también mencionó que el Dr. Beck fijó un nuevo estandar para determinar la efectividad de las psicoterapias al probar sus métodos por medio de estudios clínicos con un rigor nunca antes aplicado a ningún tipo de terapia hablada, incluyendo el psicoanálisis freudiano.

    Pues muy bien.

    Hispaciencia, y la psicología como una ciencia.

    En los últimos días he conocido una iniciativa que se ha materializado recientemente en esta nuestra red de redes. Hispaciencia es una comunidad de blogs científicos en habla hispana que probablemente se convierta en todo un referente para los que nos interesamos por este mundillo. Aquí va el enlace, para que lo visitéis:



    Por supuesto, no he tardado ni un minuto en intentar que nuestra Psicoteca esté representada en tan insigne club, lástima que por el momento no pueda ser posible. Pero no quería hablaros sólo de eso, sino más bien de otra cosa que he observado y que es ya un tema recurrente, un “clásico”, si me lo permitís:
    Hispaciencia es una comunidad dedicada al saber científico, y dada la variedad de contenidos que se pueden abarcar bajo tan vago título, aprovecha el útil sistema de clasificarlos por áreas, igual que hacen muchas otras páginas web de la misma temática: tanto en la página como en el foro de Hispaciencia, tenemos una sección de biología, otra de física, otra de geología, incluso hay un apartado dedicado a la medicina (ya me parece un poquito dudoso eso de considerarla una “ciencia”, cuando tiene mucho de técnica, más bien). El caso es, y aquí voy al grano, que los psicólogos no podemos acomodarnos en ninguna de esas secciones que ha previsto Hispaciencia. ¿Ciencias de la salud? Uhm, se nos queda pequeña esa habitación. ¿Biología? Arg, no, no, tampoco ahí. ¿Por qué no aparecemos? Muy sencillo: no somos una ciencia. O al menos, no somos una ciencia “de verdad”. Y que eso lo piense la gente de la calle ya es un problema, pero que lo piensen los científicos de otras áreas es terrible. ¿No pensáis lo mismo?
    Un poco molesto ante lo que no es un caso aislado, sino más bien la tónica general (algún día, como dice Oskar, desarrollaré la tolerancia y estos temas me resbalarán), he enviado un correo a los administradores de Hispaciencia exponiendo mis argumentos. Aclaro que éstos han sido acogidos con una actitud de lo más positiva, amable y abierta a la discusión, lo cual no ocurre siempre. Pero también he llegado a la conclusión de que los que practicamos una psicología científica estamos nadando contracorriente. Somos probablemente una de las ramas científicas que más rigor y cuidado debe poner en sus diseños y procedimientos experimentales. Siempre repito que no trabajamos en una cápsula de Petri, puesto que el laboratorio de psicología más caro y moderno sigue siendo una barrera muy débil incapaz de mantener alejadas a cientos de variables contaminadoras, esperando ansiosas por desbaratar tus conclusiones. Por otro lado, todo este esforzado trabajo no es reconocido por otros científicos de áreas diferentes (al menos en nuestro país, que en EEUU ya hace tiempo que canta otro gallo distinto). Y si no nos es reconocido y valorado, es en su mayor parte por culpa de nuestros propios colegas. Que no sólo practican una forma de psicología no científica y a veces un tanto estrafalaria (al fin y al cabo eso es cosa suya, y tienen derecho a hacerlo si les da la gana, en principio), sino que se empeñan en venderla como si lo fuera. Y por ahí sí que no paso, señores. Así que todos los físicos, químicos, matemáticos y otros etcéteras nos toman a recochineo, se plantan delante de nuestras narices y se piensan que nuestro campo de acción se reduce al ámbito clínico, por ejemplo, y casi siempre con técnicas psicoanalíticas o mucho más carpetovetónicas (los que “curan” con gemas o echan las cartas también se dicen psicólogos y aquí no pasa nada ni ruedan cabezas). Ah, y eso también les hace sentirse a los científicos “de verdad” con el derecho a opinar abiertamente sobre cuestiones que nos incumben a nosotros, muchas veces sin un buen conocimiento del tema: ¿cuántas veces hemos oído eso de que “para ser un buen psicólogo sólo hace falta saber escuchar y tener labia”? ¿Y para qué estamos nosotros estudiando 5 años de carrera y haciendo un doctorado?

    Bueno, a lo mejor os ha aburrido este tema tan trillado, pero es lo que me ha pasado estos días. Cuando tenga más noticias de Hispaciencia, os tendré al tanto, con cosas mucho más interesantes seguramente.

    No renovamos dominio.

    Tras una reunión con la jefa del cotarro, hemos tomado la decisión de no seguir renovando el dominio “Psicoteca.com”. A partir de ahora habrá que entrar en la web a través de la dirección completa, http://psicoteca.blogspot.com , que tampoco es tan larga ni tan complicada. Pues bueno, ya sabéis, actualizad los favoritos de vuestros navegadores, si es que acaso tenemos el honor de contar con un huequito entre ellos, y avisad a quien creáis conveniente.
    Por lo demás, aquí las cosas seguirán igual, o parecidas, porque estoy planeando varios cambios con nuevas funcionalidades, ya veréis.

    ACTUALIZO: Dicho y hecho, ahora contamos con un contador de visitantes con estadísticas detalladas y, lo que pedíamos a gritos, un servicio de subscripción con Feedburner. Ahí tenéis el famoso botoncito naranja para ensayar, que de momento no sé ni si funciona, pero tiene buen aspecto.

    De vuelta en casa (SEPC 2006)

    Terminó el XVIII Congreso anual de la Sociedad Española de Psicología Comparada, que ha tenido lugar estos días en Málaga. Hay que agradecer a sus esforzados organizadores su buen tino y su interés, sé de buena tinta que un acto de esta magnitud supone un trabajo ingente, mucha seriedad, y algún que otro dolor de cabeza. Así que un gran abrazo para ellos.
    Sólo lamento no haber dispuesto de más tiempo para disfrutar de la ciudad de Málaga, que yo no conocía. Ojalá me hubiera quedado también este fin de semana.
    Aun así lo he pasado en grande, como siempre. Lo mejor de este congreso es precisamente el buen ambiente que se respira, como un grupo de amigos reuniéndose cada cierto tiempo y compartiendo sus experiencias, y eso es algo que, supongo, se perdería en otras sociedades más multitudinarias.
    Eso en el plano social. En el profesional, he tenido la oportunidad de recibir esa tan necesaria estimulación intelectual que todos precisamos frecuentemente, como una carga extra de motivación para seguir trabajando e innovando. Nos enteramos del trabajo de otros y enriquecemos el nuestro, que no es poco. Además, para mí personalmente ha sido un congreso especial porque he hecho mi primera comunicación oral (para el que le interese, salió muy bien, a pesar de los nervios, que por otra parte se pasaron nada más subir a la tarima).

    A ver, os comento un poco las conferencias, que siempre suelen ser el plato fuerte:
    -Primero, David Lagnado (University College London) inauguró el congreso hablándonos sobre las condiciones sobre las que inferimos la estructura causal. Al parecer, no nos basamos únicamente en la covariación entre la consecuencia y las causas candidatas, como ya sugieren muchos trabajos en este campo. Tanto el orden temporal (la causa precede a la consecuencia) como los efectos de una intervención (en esta entrada tenéis una explicación sencilla de la diferencia entre "ver vs. intervenir") son factores que sirven para construir inicialmente el conocimiento causal, aunque luego esa estructura provisional se puede contrastar, como si fuera una hipótesis de partida, con los datos de la información covariacional.
    -La segunda conferencia fue impartida por Charlotte Bonardi (University of Nottingham), que defendió la existencia de una arquitectura jerárquica del aprendizaje condicional (en este tipo de aprendizaje, que tal vez encontréis más frecuentemente bajo el nombre "occasion setting", una clave condicional puede modular la respuesta condicionada). Según esta teoría jerárquica, existe una "unidad oculta" que puede controlar la efectividad de la asociación EC-EI. Bonardi contrastó su propuesta con otras alternativas como la de Holland (1983), que afirma que la presentación de la clave condicional actúa a la vez pero independientemente sobre el EC y el EI.
    En este caso lamento no poder ser más claro, y temo sobre todo no haber captado el alcance y repercusión verdaderos de la teoría expuesta por Bonardi, puesto que el tema en concreto lo tengo un poco abandonado. Además, me perdí un par de veces durante la exposición, cosa frecuente en estos congresos (¡oye, que soy humano!). Confío en que alguien con más inteligencia pase por aquí y complete este burdo resumen que os he intentado hacer.
    -Por último, la conferencia que cerró el congreso correspondió a Victoria Chamizo (Universidad de Barcelona), una de las grandes investigadoras en el panorama nacional. En varias ocasiones (yo, concretamente, en dos) se había tenido la oportunidad de conocer el trabajo de esta psicóloga dedicada al aprendizaje espacial, aunque de manera un tanto esquemática y fragmentada. Ya era hora de verlo en conjunto, de seguir aunque sea una línea de las que componen su carrera en una panorámica completa. Así fue enfocada, si no me equivoco, la charla de Victoria Chamizo, en la que nos expuso sus investigaciones con ratas y humanos en la famosa piscina de Morris, y cómo intentó descartar las propuestas de O'Keefe y Nadel (1978) sobre la independencia del aprendizaje espacial del aprendizaje asociativo.

    Bueno, pues algo así fue, y lo que no os he contado ya lo dejamos para otra ocasión. Ganas tengo de volver a Málaga y también de ponerme manos a la obra con alguna de las sugerencias que he recibido sobre mi propio trabajo.
    Por cierto, hay fotos. A ver si las reunimos todas y cuelgo alguna por aquí.

    XVIII Congreso de la SEPC

    Volvemos de nuestro lugar de veraneo (eso suponiendo que lo tengamos) y, sin tiempo para reponernos del dichoso síndrome post-vacacional, nos embarcamos rumbo a Málaga, para asistir al XVIII Congreso Anual de la SEPC. Allí me encontraré seguramente con alguno de los colaboradores habituales de este blog.
    A la vuelta os contaré cómo fue la cosa. Sed buenos, y si no podéis ser buenos, pues entonces sed malos, que total no hay mucha diferencia (como dijo Gasset en "Días de cine").