¿Razonamiento causal en ratas?

Blogging on Peer-Reviewed ResearchLa entrada de Oskar Pineño acerca de los delfines mencionaba cierto artículo sobre las habilidades cognitivas de las ratas, que también son de armas tomar (Blaisdell, Sawa, Leising, y Waldmann [2006]). Hace algún tiempo a mí también me impactó ese artículo y escribí algo al respecto en mi blog. Por eso he pensado que, a rebufo del amigo Oskar, era el momento de poneros por aquí aquella reflexión que hice.

(Publicado originalmente aquí por Fernando Blanco).

Me proponía hoy comentar un artículo que he leído y que me parece interesante, sobre todo teniendo en cuenta a los evolucionófilos que me honran de vez en cuando con su visita. Pero me he encontrado con el obstáculo de la especificidad del tema en cuestión. Supongo que si contara todo esto así, de sopetón, a nadie le importaría un comino. De modo que me van a permitir que inicie la entrada con una introducción sobre el tema de estudio. Procuraré ser lo más claro posible.

Ya he comentado por aquí que mi área de estudio es el aprendizaje de relaciones causales. Llegar a captar la "textura causal" del entorno, qué eventos del ambiente son capaces de producir a otros, es una habilidad muy adaptativa en términos evolutivos. Pensad que cualquiera que la domine con un poco de soltura podrá predecir con cierto grado de seguridad los eventos-consecuencia al detectar los eventos-causa. Además, y esto es no menos importante, llegará a producir las consecuencias mediante la manipulación de las causas. La relevancia biológica de una habilidad así queda, por lo tanto, fuera de toda duda.

Bueno, una vez vendida la moto a mis amigos darwinistas, debo establecer una de esas barreras insalvables que agradan tanto a ciertas personas como irritan a otras. Y es que la tendencia general entre los psicólogos ha sido, tradicionalmente, la de reservar exclusivamente para los humanos esa capacidad de inferencia causal (o sea, esa capacidad de deducir cuáles son las causas y cuáles son los efectos a partir de la exposición a los eventos del ambiente).
Las ratitas de laboratorio, las palomas, los primates no humanos, e incluso seres más exóticos como las moscas o la aplysia, han demostrado tener un ojo bastante bueno a la hora de establecer relaciones predictivas entre los eventos del entorno, como empezamos a descubrir con Pavlov. A veces se han propuesto experimentos realmente complejos donde los animalillos se exhiben en todas sus facultades.
Todos los animales parecemos desempeñar bien cierto tipo de tareas de aprendizaje como las que he mencionado, que se han explicado mediante mecanismos de tipo asociativo. Se trata de unas reglas muy básicas que compartimos en comunidad con el último de los insectos porque aparecieron pronto en la historia evolutiva. Incluso las bases anatómicas y químicas de estos mecanismos parecen ser universales. ¡Olé, otro punto más para Darwin!
Sin embargo, la idea general es la de separar este aprendizaje, bien sea pavloviano o instrumental, de la verdadera inferencia causal, del razonamiento causal, propio de los humanos. Al fin y al cabo, los modelos asociativos sólo explican cómo establecemos nexos entre unos eventos y otros. Lo cual nos puede servir, en todo caso, para hacer predicciones sobre qué evento aparecerá cuando esté presente otro, pero está vacío de todo contenido semántico de tipo causal. En otras palabras: El perro de Pavlov aumenta su secreción salivar cuando escucha el tono que se ha asociado con la comida, pero en rigor no podemos decir que haya aprendido que el tono es la causa de la llegada de la comida (¿Acaso puede aclarárnoslo el mismo perro de viva voz?). Si las personas sí somos capaces de distinguir entre meras asociaciones y relaciones causa-efecto, será, según muchos científicos, porque trascendemos esa base asociativa y en algún momento incorporamos mecanismos de orden superior. Tal vez.
Ahí es donde entran las teorías del aprendizaje que, al revés que las asociativas, proponen un funcionamiento arriba-abajo, o con el concurso del conocimiento previo.
Por ejemplo, los modelos de inferencia causal basados en redes Bayesianas (al estilo de Pearl o Waldmann) pretenden superar las limitaciones de los asociativos, aunque lo cierto es que las distintas familias que en la rama del aprendizaje causal han ido surgiendo (modelos asociativos, estadísticos e inferenciales) tienden a ser más complementarias que excluyentes (un bonito análisis en Pineño y Miller, 2005).

Una vez acometida esta quizá extensa introducción (pero espero que pertinente y necesaria), volvamos al asunto que me ha hecho escribir esta entrada:
Leo con sorpresa un artículo de Science (Blaisdell, Sawa, Leising, y Waldmann) cuyo título cuando menos es llamativo: "Causal reasoning in rats". O en cristiano: "Razonamiento causal en ratas". ¿Será posible?
Vayamos por pasos. El propio Waldmann (Waldmann y Hagmayer, 2005) nos llevaba recientemente a una interesante conclusión: "Ver no es lo mismo que hacer". Un ejemplo ultra-simplificado: Imaginemos un modelo causal del tipo "causa común" como el que aparece en la figura que os he preparado. Tenemos una causa A que produce dos efectos simultáneos B y C.



Si a una persona le mostramos este modelo causal y después le decimos que B ha tenido lugar, concluirá que A y C han tenido que aparecer también, en buena lógica. Pero si lo que le decimos es que nosotros hemos manipulado deliberadamente la situación para provocar B (como en esta otra figura), entonces la respuesta usual será que ni A ni C tienen por qué haber ocurrido. Esa es la diferencia entre observar que un evento ha tenido lugar y provocarlo (o ver cómo lo provoca una causa externa que no tiene nada que ver con A ni C).



Lo que Blaisdell y sus colaboradores han hecho es trasladar este esquema básico a un estudio con animales, con ratas para ser más exactos. Las conclusiones son realmente interesantes porque parecen escapar al poder explicativo de los modelos asociativos que tradicionalmente se han impuesto para aprendizaje de los animales no humanos, y además son consistentes con las teorías basadas en redes Bayesianas.
Realmente las ratas son capaces de responder de manera diferente cuando observan la mera ocurrencia de un efecto que comparte una causa común con otro (B, en nuestro ejemplo) que cuando comprueban cómo dicha ocurrencia de B ha sido provocada al margen de A y C. Esto indica que han construido en su cabeza todo un modelo mental no muy distinto del que he representado en estas figuras, y lo han empleado para responder en consonancia con la norma lógica.
Aunque muchos han defendido desde el principio la competencia cognitiva de los animales en todo tipo de tareas causales, a mí no deja de sorprenderme tanto alarde y tanta demostración de capacidades.

Al final es lo de siempre, que con tanto querer explicarme, la introducción ocupa el triple que el post que en realidad quería escribir. Bueno, al menos espero que aproveche. :-)

Algunas referencias:
  • Blaisdell, A. P., Sawa, K., Leising, K. L., & Waldmann, M. R. (2006). Causal reasoning in rats. Science, 311, 1020-1022.

  • Pineño, O., & Miller, R. R. (in press). Comparing associative, statistical, and inferential reasoning accounts of human contingency learning. Quarterly Journal of Experimental Psychology: Especial Issue.

  • Waldmann, M. R., & Hagmayer, Y. (2005). Seeing versus doing: Two modes of accessing causal knowledge. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition, 31, 216-227.


  • Fuente original de este artículo:
    Blanco, F. (2006). ¿Razonamiento causal en ratas? El descanso de Gilgamesh, http://gilgamesh81.blogspot.com

    0 comentarios: