El mágico número siete

ResearchBlogging.orgSiete colores en el arco-iris, siete enanitos intentando ligar con Blancanieves, siete maravillas entre las que no se incluyó a la Alhambra, las siete llaves del guardián al que cantaban Helloween... El número siete tuvo también su protagonismo, desde el punto de vista ya histórico, en la psicología cognitiva, gracias a uno de los artículos con el título más evocador y sexy que he tenido el gusto de leer: “The magical number seven, plus or minus two: Some limits on our capacity for processing information” [El mágico número siete, más o menos dos: Algunos límites en nuestra capacidad de procesar la información], de George A. Miller (1956; no confundir con el otro George Miller). Pero la cosa va más allá de la anécdota con el número siete y su “mágico” influjo en la cognición, pues este artículo supuso uno de los hitos principales en el nacimiento de la psicología cognitiva como disciplina y en la instauración de la fructífera metáfora del cerebro como un ordenador.

Iniciaba Miller su exposición confesando, con frustración, sentirse acosado por un insistente dígito: “My problem is that I have been persecuted by an integer. For seven years this number has followed me around, has intruded in my most private data, and has assaulted me from the pages of our most public journals” [Mi problema es que he sido perseguido por un número. Durante siete años este número me ha acosado por todas partes, se ha infiltrado en mis datos más íntimos, y me ha asaltado desde las páginas de nuestras revistas más difundidas]. ¿A qué venía esa reacción tan paranoica? Miller se refería a los resultados de múltiples experimentos previos en el campo de la memoria y la percepción humanas, en los que se había detectado una limitación en la capacidad de procesamiento cognitivo. La cosa va como sigue: Imaginemos que presentamos una serie de figuras de colores a una persona, y que instruimos a esa persona que asigne una palabra arbitraria a un color (por ejemplo, dirá “escritorio” cada vez que aparezca el rojo, “zapato” cuando aparezca el azul…), siempre la misma palabra para cada color. Evidentemente, el número de colores que deberán ser etiquetados con palabras será una variable determinante en el resultado de la prueba. Si son pocos, es probable que el participante tenga una buena ejecución. Si son demasiados, el número de errores aumentará considerablemente. Lo curioso del asunto viene a continuación: Miller observó en todos estos experimentos una intrigante regularidad con respecto al número de elementos que un participante tenía que reconocer, categorizar o memorizar durante un experimento. En la mayoría de los trabajos, los índices de ejecución óptimos se encontraban con un máximo de entre 5 y 9 elementos. Es decir, 7 +/- 2. Más allá de ahí, el sistema parecía “sobrecargarse”. De ahí lo del “mágico número siete”. Probad lo siguiente: Intentad recitar de memoria y a la máxima velocidad un párrafo escogido al azar de esta misma página, que hayáis observado anteriormente durante unos pocos segundos. Tal vez reconoceréis el patrón mencionado en vuestro propio recuerdo. Recordáis alrededor de siete palabras, o al menos os cuesta un esfuerzo extra rememorar el texto más allá de ahí.
¿Es tan rígida esta limitación? No tanto, advierte Miller en un tono más optimista. La división de la información en elementos (chunks) puede ser variable y jugar en nuestro favor. Nuestra memoria de trabajo es como un monedero que sólo puede contener siete monedas al mismo tiempo. Sin embargo, nada impide que esas monedas sean las más valiosas (de dos euros) en vez de las de menor cuantía (de 1 céntimo de euro). La información que debe ser tratada tiene que ser troceada en elementos, pero esos elementos pueden contener más o menos información. Podríamos “empaquetar” la información en unidades mayores, y recuperarla luego de golpe como una unidad, para superar la restricción de los siete elementos. En vez de aprender una canción o una poesía fonema por fonema, podemos aprenderlas sílaba a sílaba, o palabra por palabra, o mejor, verso por verso (tarea facilitada por la rima). Será más eficaz codificar siete versos o siete palabras de un poema que siete fonemas. Seguramente, cuando recuperáis una palabra de un viejo poema o de un texto que acabáis de memorizar, lo hacéis de una vez, no recordáis una sílaba o un sonido sueltos de alguna palabra incompleta.

Bien, detrás de esta constatable regularidad surge un punto de vista que en su momento resultó novedoso, aunque hoy haya llegado a implantarse de forma generalizada. Y es la conclusión de que el cerebro trabaja manejando información. La metáfora del ordenador, todavía incipiente en la psicología, empezaba a obrar su influencia. El cerebro, como el ordenador, es una máquina que procesa información, y en dicho proceso lidia con limitaciones de almacenamiento y con cuellos de botella. Pensad en la diferencia que supone duplicar los megas de la memoria RAM de vuestro ordenador, lo que significa una ampliación del caudal informativo con el que trabaja el sistema. Lo interesante aquí es que las limitaciones en la memoria de un ordenador se refieren a la cantidad de información (el número de bits) que queremos poner en uso, no al tipo de información o a su contenido. El procesador del PC trata de forma indiferenciada a una fotografía de mi habitación, a otra de mi cara, o a un archivo de música. Para él sólo son una determinada cantidad de bits que deben almacenarse, procesarse o utilizarse en una operación. Podríamos decir que el bit es la unidad mínima de “información pura”. Esta misma conclusión la podemos trasladar al caso del cerebro humano, o eso propusieron aquellos primeros psicólogos cognitivistas. Las limitaciones de nuestro sistema cognitivo parecían ser bastante generalizadas, independientes del contenido de esa información y de su modalidad sensorial. Más de siete elementos son demasiados para ser recordados sin errores, sean imágenes, palabras escritas o sonidos, tal como le sucedería a un ordenador con una memoria RAM limitada a unos pocos bits.

La conexión entre los nuevos inventos de los ingenieros, la informática, y la psicología estaba echando a andar. Del mismo modo que el ordenador lleva a cabo sus operaciones con trozos de código en forma de largas cadenas de ceros y unos, que no guardan ningún parecido directo con las entidades a las que representan (una fotografía, un archivo de sonido, un documento de texto), así las limitaciones del sistema cognitivo humano no parecen hacer distinciones en función del contenido de las representaciones. Podríamos decir que ambas máquinas, el cerebro orgánico natural y el cerebro de silicio artificial, trabajan con información en “estado puro”, sin importar si esa información se refiere a una imagen o a un sonido, al color rojo al gusto por comer galletas. Las dos máquinas se limitan a procesar los bits de información y a hacer operaciones con ellos. Los nuevos descubrimientos que entonces se estaban empezando a gestar llegaron a revolucionar todo el panorama científico y filosófico, y sólo ahora, con el conexionismo ya asentado y el auge de la neurociencia, llegamos a intuir el advenimiento de nuevos paradigmas que dejan definitivamente obsoleta la metáfora del ordenador (habrá quien discrepe).
¡Y estamos aquí para verlo!

Referencias
Miller, G. (1956). The magical number seven, plus or minus two: some limits on our capacity for processing information. Psychological Review, 63 (2), 81-97 DOI: 10.1037/h0043158(Link al artículo)

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo una pregunta para Fernando (o para todo aquel que me la pueda contestar), que no tiene nada que ver con este texto (es por simple curiosidad) y que quizás esté fuera de lugar preguntar aquí, pero bueno, ahí va:

En la película "La naranja mecánica" de Kubrick al protagonista le someten a una técnica llamada "Ludovico".
La técnica y sus efectos ¿son un ejemplo de condicionamiento?


Gracias.

Fernando Blanco dijo...

Hola Anónimo:
Efectivamente, la técnica Ludovico está inspirada en el condicionamiento clásico. La idea es asociar las imágenes violentas con experiencias desagradables, de manera que en el futuro el "paciente" no pueda llevar a acabo acciones de ese tipo.

Anónimo dijo...

Es que no me vais a dejar marcharme... y yo me pregunto qué hace una pegadoga entre tanto psicólogo.
Bueno me ha gustado mucho el texto como todos los que hacéis un placer y una delicia el leer vuestros trabajos. Aprendo cada día aunque tenga ya un ex profe que me escribe que deje ya las tentaciones pero es que no puedo bueno seré buena.
Ánimo con lo que hacéis admiro todos los blogs hasta el del museo de la ciencia tan de letras que soy yo, se lo he recomendado a mis amistades.
Bueno una modesta lectora.

Fernando Blanco dijo...

¡Muchas gracias! Me alegra mucho que nuestros artículos interesen a la gente, y sobre todo si podemos atraerla al "lado oscuro" (a la ciencia), con lo divertido que es. ¡Un abrazo!

Anónimo dijo...

"Ánimo con lo que hacéis admiro todos los blogs hasta el del museo de la ciencia tan de letras que soy yo, se lo he recomendado a mis amistades."

Muchas gracias por recomendarnos a tus amigas y por supuesto por leernos. Tu comentario da ánimo suficiente :)

Saludos

Anónimo dijo...

Por cierto, Fernando muy acertado el tema. Lo primero que se me ha ocurrido al empezar a leer es lo del chunking.

Iba a escribir sobre el tema aquí y en Museo de la Ciencia más adelante. ¿Puedo poner el tuyo en Museo de la Ciencia?

Por cierto, en la ejecución de las pruebas de los colores, se podría modificar posiblemente el resultado con otras técnicas mnemotécnicas, lo mismo que se consigue con el chunking.¿No crees?

Bueno, un abrazo ;)

Anónimo dijo...

Hace 28 años que leí este libro y creía que algo se había avanzado en el tema.

Dos reflexiones: El número 7 es un símbolo y los símbolos deben ser tratados como tales. El número 7 es "mágico" por definición, y por eso se usa y se encuentra "mágicamente" por doquier. Newton "encontró" siete colores en el espectro porque los seis que ve todo el mundo le parecieron poco "mágicos". Un tapicero experto discriminaría en el mismo espectro 2 millones de matices.

Por otra parte, la metáfora del ordenador fracasó por su extremo reduccionismo: todo ser vivo es un conjunto de sistemas de información enlazados. En el cerebro están muchos, pero no todos, los sistemas del organismo.

Fernando Blanco dijo...

Respondo a Anónimo, que ha dicho unas cuantas cosas interesantes:

[Anónimo]
Hace 28 años que leí este libro y creía que algo se había avanzado en el tema
[Gilgamesh]
¡Y tanto que se ha avanzado! El enfoque del post, lamento no haberlo dejado más claro, es histórico. La metáfora del ordenador ha quedado ampliamente desacreditada hoy en día, pero en su momento fue necesaria para poner en marcha todo un programa de investigación que había quedado latente y temeroso de salir durante el dominio del conductismo. El artículo de Miller fue uno de los hitos en la historia de esa fundación (o re-fundación) de la psicología cognitiva. De ahí su importancia.

[A]
El número 7 es "mágico" por definición...
[G]
El número 7 es “mágico” por convención. Y en el caso del artículo de Miller, por oportuna conveniencia. Creo que de lo del “mágico número” es más una anécdota, un titular sexy para atraer al público lector. El artículo tiene una lectura mucho más profunda acerca del funcionamiento del cerebro y de su parecido con una máquina artificial. Quedarse con lo del “número siete” es como mirar el dedo que apunta a la luna, en vez de a la propia luna.

[A]
Por otra parte, la metáfora del ordenador fracasó por su extremo reduccionismo
[G]
Fracasó, pero no estoy de acuerdo en que fuera por su reduccionismo, ni mucho menos en que fuera extremo. Sencillamente se necesitaba que la ciencia avanzase en otros campos para comprender las posibilidades que ofrecían a la hora de explicar una máquina como el cerebro, que no se parece a un ordenador. La metáfora imponía un tipo de procesamiento muy concreto que no se ve reflejado en nuestros nuevos descubrimientos neurológicos y psicológicos. Hace tiempo que se piensa en repesentaciones y procesos distribuidos, por ejemplo, en vez de en esquemas “modulares” con cajas y flechas estilo Broadbent.

[A]
En el cerebro están muchos, pero no todos, los sistemas del organismo
[G]
Obvio.

Un saludo, amigo.

Dr_Faustus dijo...

Soy en anterior anónimo. Ya que puntulizas, insistiré: el de Miller es un libro (no un artículo) y todo lo simbólico (mágico o no) lo es por convención. Y lo de la metáfora del ordenador lo dejamos para otro momento, porque estoy en desacuerdo desde la base.

Fernando Blanco dijo...

Dr. Faustus:
Es un artículo, lo tengo enlazado en el post. Ignoro si habrá por ahí algun libro con un título parecido, pero yo lo que he leído (con esa fecha) es un artículo en Psychological Review.

Lo de la metáfora del ordenador lo discutimos cuando quieras, será interesante. Últimamente ando leyendo bastantes cosas de los orígenes de la psicología cognitiva así que me apetece contrastar puntos de vista.

¡Gracias por la visita, nos vemos!

Dr_Faustus dijo...

Mea culpa. Falló la memoria y tomé la parte por el todo. Viene incluido en Miller, George A. Psicología de la Comunicación, Paidós, 1980.

Salu2

TRaNSoN dijo...

Este texto me pone tan cachondo que creo que lo voy a extender por ahí (clonando la licencia Creative Commons de este blog, por supuesto).

¡¡¡Un saludo, y buen trabajo!!!

Una cosa: me gustaría resaltar con negritas ciertas partes del texto, cuando lo copie (en mi blog)... Eso no se considera "obra derivada", ¿verdad? Bueno, de todas formas pondré que "la negrita es mía" :)

Para cualquier cuestión relacionada con esto, aquí tienes mi mail: necrotranson@gmail.com

Un saludo, ¡y a seguir con ello! Qué blog más genial, wooo :D

Fernando Blanco dijo...

Bueno, bueno, ¡cómo se me hincha el pecho con estos comentarios, Sr. Transon!
Siéntase libre de distribuir el texto siempre que siga las normas, y gracias por la visita y por el interés.
A su disposición.