Un ratón corriendo sobre otro ratón

El estudio de las capacidades de orientación espacial y de navegación en animales es todo un clásico de la psicología, especialmente en el campo de la psicología del aprendizaje. En general, nos interesa averiguar cómo los animales (incluidas las personas) aprenden a orientarse en el espacio, ya que en principio podrían existir muchas formas de hacerlo. Por ejemplo, ¿tal vez guardamos una especie de "mapa" mental del escenario en nuestra cabeza? ¿O seguimos alguna pauta mecánica para dar con lo que buscamos? ¿Quizá sólo recordamos posiciones relativas a algunos puntos de referencia (como por ejemplo una tienda, una torre...)?

Con el objetivo de comprender este fenómeno, los psicólogos han inventado diversos tipos de "laberintos" (algunos se parecen realmente a laberintos tradicionales, y otros no tanto). Estos laberintos han servido de escenario para las alocadas carreras de distintos animales, pero especialmente los ratones y ratas (por sus características, son las especies más apropiadas para el estudio del aprendizaje espacial). A continuación voy a haceros un breve repaso por los tipos de laberinto más comunes o más curiosos, incluyendo uno, el último de todos, que he conocido muy recientemente y que da título al post.


Laberinto 'en T': Es uno de los tipos de laberinto más sencillos. Consiste en una caja de salida que, al abrirse, conduce a un pasillo que se bifurca en dos brazos (en forma de 'T'). Al final de uno de los brazos, el animal podrá encontrar una recompensa (usualmente, comida). Midiendo el número de errores y el tiempo que tarda el animal en encontrar la recompensa, el experimentador puede tener una medida aceptable de hasta qué punto ha aprendido dónde encontrarla.

Laberinto de brazos radiales: En estos laberintos, el punto de salida está en el centro de una estructura consistente en pasillos que se separan en forma radial (los "brazos"). El experimentador puede ocultar comida u otra recompensa al final de algunos de los brazos, y ver si el roedor es capaz de recordar en cuál de ellos. Puede comprobar, por ejemplo, si va directamente al brazo correcto o si se queda dando un par de vueltas, medir el tiempo total que tarda en dar con la recompensa, el número de veces que se introduce en pasillos equivocados... Todas ellas son medidas de aprendizaje.



Piscina de Morris: Es el tipo de laberinto más atípico de esta lista. Realmente, la piscina no se parece a un laberinto como tal, pues carece de pasillos, esquinas y recovecos. Pero conceptualmente viene a ser un equivalente a los tradicionales. La piscina de Morris es un recipiente redondo, sin zonas diferenciadas, y lleno de agua (a veces tintada para que no se vea el fondo a través de ella). En algún punto de la piscina existe una plataforma que no llega a sobresalir sobre el nivel del agua, pero que permitiría a la rata colocarse sobre ella y descansar. Las ratas son muy buenas nadadoras, pero no les gusta estar en el agua, y por eso al dejarlas en cualquier punto de la piscina empezarán a buscar la plataforma inmediatamente. Los experimentadores miden el tiempo que tarda la rata en encontrar la plataforma de escape conforme se repite la experiencia.
De hecho, la piscina de Morris ofrece algunas ventajas con respecto a los anteriores laberintos para estudiar el aprendizaje espacial: por ejemplo, no hay una fórmula de escape inmediata y mecánica que pueda repetirse (como la conducta "girar a la derecha" en el laberinto en T); la respuesta de escape se da siempre desde el primer momento (así que la medida del tiempo de escape está menos contaminada por factores externos), etc.



Tanto la piscina de Morris como el laberinto de brazos radiales suelen contar con refinamientos que nos han revelado mucho acerca de cómo aprendemos los animales a guiarnos en el espacio. Por ejemplo, es habitual colocar en la sala objetos que sirvan de puntos de referencia (un cubo verde en dirección este, una bola roja en dirección sur-suroeste). Se ha comprobado que los animales suelen emplear puntos de referencia para orientarse en el espacio. Esto lo sabemos porque, cambiando la localización de estos puntos de referencia (pero manteniendo el laberinto exactamente igual que en ensayos precedentes), los animales tienden a equivocarse. Imaginad que, siguiendo una ruta que hemos aprendido recientemente, recordamos que "tenemos que girar a la derecha al llegar al restaurante chino de la esquina". El restaurante chino es nuestro punto de referencia. Si algún bromista cambiase la localización del restaurante, giraríamos a la derecha en el punto equivocado. Esto es exactamente lo que sucede con los animales puestos a prueba en estos laberintos.

Laberinto de realidad virtual: La tecnología avanza que es una barbaridad, y tenía que notarse en este ámbito también. Vía el blog Neurophilosophy descubro este pequeño pero ingenioso aparato que unos investigadores de la Universidad de Princeton están empleando para estudiar aspectos neuropsicológicos de las capacidades de orientación espacial en ratones. Podéis verlo en acción en el video de abajo (¡es taaan mono, el pequeñajo moviendo las patitas!). Dicen los autores que se inspiraron en el videojuego Quake para construir su máquina de realidad virtual para ratones.



Básicamente, el ingenio consiste en una especie de trackball o ratón óptico sobre el cual el ratoncillo (el ratón de verdad, digo) puede correr y girar en cualquier dirección mientras está sujeto por un arnés (ved el diagrama en la entrada original). Los giros y movimientos del trackball se transmiten al ordenador para generar la escena de un laberinto tridimensional que se adapta a dichos movimientos, y que se proyecta en una pantalla frente al ratoncillo. Por eso decía lo de "un ratón sobre otro ratón".

¡Lo próximo que veremos será una rata jugando al Doom! X-D

Fuentes de las imágenes: Wikipedia; Watermaze.org (la imagen de la piscina de Morris corresponde al laboratorio del Dr. Chris Janus, de la Clínica Mayo)

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