-Yo (temiéndome lo peor): Pueeeees... soy psicólogo.
-Persona cualquiera (cubriéndose los ojos con las manos): ¡Aaay, no! ¡No me mires a la cara, que vas a saber lo que estoy pensando!
-Yo (mirando hacia otro lado mientras resoplo): Uhm...
“Cuidado, soy psicólogo: Leo tu mente”. Parece ser una creencia extendida entre la gente, o al menos yo me he encontrado con bastantes personas que, al saber de mi campo de estudio y trabajo, han reaccionado de manera parecida a la que acabo de representar. Yo creo que nos ha pasado a todos los que estudiamos psicología, ¿me equivoco? Es como si tuviéramos super-poderes, algo así como los X-Men. ¿Y qué hay de cierto en esta creencia tan extendida? Pues, a riesgo de destrozar un tópico tal vez provechoso y con “glamour”, reconozco que no tiene fundamento alguno. Los psicólogos sabemos algo acerca de la conducta humana, a lo mejor estamos en una posición ventajosa a la hora de comprender, interpretar y predecir los actos de otras personas, pero nuestro poder predictivo no va mucho más allá que el que tendría un conocido del individuo cuya conducta hay que interpretar, nos guste o no. Y por supuesto, ninguna de nuestras capacidades, por desarrolladas que estén, tiene un origen sobrenatural. O sea, que no, no “leemos la mente”.
El caso es que mucha gente cree en una especie de “telepatía rara” que nunca fue probada por la ciencia, no por falta de intentos, por cierto. Pero (salvando las distancias) los avances neurológicos nos abren la puerta a nuevas investigaciones que quizá, con el tiempo, acaben desembocando en una predicción exacta de los actos de las personas. ¿Ciencia-ficción? Ahora os lo cuento:
Me entero por Conscious Entities (lo que os cuento es un pobre resumen de lo que allí tenéis) de un artículo de Current Biology (Haynes et al., 2007; abstract aquí) que se ha vendido como la primera “lectura de mentes” con apoyo científico. De hecho, y como de costumbre, la realidad dista un poco del flamígero titular, no es muy correcto hablar en este caso de “lectura de mentes”, sino de algo un poco más sutil, pero ya sabéis cómo funciona el marketing, chicos (apuesto a que este trabajo va a salir en algún telediario, previa conveniente exageración para hacerlo más sexy).
En el pasado se había trabajado monitorizando el funcionamiento del cerebro mediante técnicas de neuroimagen funcional, de manera que se podía predecir con cierto grado de seguridad un movimiento físico antes de que el sujeto de estudio lo llevara a cabo. Hay que entender estos estudios como un acto de “anticipación”, más que de otra cosa: el movimiento voluntario se inicia en el cerebro, y podemos registrar esa actividad neurológica antes de que los músculos lleguen a ponerse en marcha. Pero este nuevo experimento da un paso más allá y propone predecir no ya movimientos musculares voluntarios, sino algo tan inaprehensible como “las intenciones” (los autores del trabajo utilizan esta palabra, aunque este punto es un poco criticable).
Los participantes del estudio eran conectados a una máquina de neuroimagen, como ya es tradicional (eso sí, se empleó una nueva tecnología que aumenta la resolución y la precisión de la localización detectada), que monitorizaba toda su actividad cerebral. Después se les informaba de que iban a aparecer ante sus ojos dos números, y que ellos deberían decidir libremente (y sin decir nada) si los querían sumar entre sí o restar el menor del mayor. Seguidamente había un pequeño intervalo de tiempo en el que deberían mantener en su cabeza el pensamiento de la acción que habrían escogido (momento en el que los investigadores escanean el cerebro con sus ordenadores). Por último, ante los participantes se presentaban matrices de cuatro números: uno de ellos es el resultado de sumar los dos números anteriores, otro es el resultado de su resta, y otros dos estaban para despistar. Entonces, el participante tenía que señalar con el dedo el número resultante de la operación que había decidido realizar en su cabeza.
Los experimentadores comprobaron cómo los patrones de activación correspondientes a la intención de sumar y a la intención de restar eran diferentes en una persona determinada. Esto les permitía predecir, con un 70% de eficacia, si el participante había decidido sumar o restar los números presentados, antes de que hiciese ningún movimiento para indicarlo. Es decir, que aquí no estamos anticipándonos a un movimiento muscular voluntario, sino que estamos registrando la activación correspondiente a un pensamiento previo a ninguna acción muscular. Y lo mejor de todo es que podemos discriminar entre dos patrones de activación correspondientes a dos pensamientos distintos (sumar vs. restar). En cierto modo, y según los investigadores, estamos leyendo la mente del participante, conociendo sus intenciones en el momento en que tienen lugar, y prediciendo sus movimientos antes incluso de que estos se hayan iniciado en el cerebro (he ahí la verdadera novedad del experimento).
En Conscious Entities no son tan optimistas, y creo que sus argumentos me convencen bastante (si podéis leer en inglés acudid a esta página, el artículo no tiene desperdicio). Ciertamente, del resultado del estudio no podemos concluir alegremente que ya se ha descubierto la técnica de la “lectura de las mentes”, ese sueño de todo gobernante y que a mí particularmente me inquietaría bastante. Para empezar, lo único que podemos hacer es distinguir el estado de un cerebro “a punto de restar” del de un cerebro “a punto de sumar”, en una persona en particular (ya que los patrones de activación, salvo por el hecho de localizarse en la misma área, diferían notablemente de un participante a otro). Pensad en la gama inmensa de pensamientos que podemos tener las personas en una situación menos cerrada, fuera del laboratorio. Eso sí, reconozco que no es un mal punto de arranque.
Por último, vamos a ponernos especulativos y a pensar en posibles aplicaciones para el invento. En Conscious Entities ya se les ha ocurrido la idea de diseñar algún tipo de detector de mentiras que funcione mejor que los actuales. Pero lo que me interesa, más que la aplicación, es la pregunta que sugiere: ¿Qué pasaría si los participantes del estudio intentaran “engañar” al investigador? O sea, que se esforzaran por pensar que van a sumar los números, pero luego, cuando tengan que dar su respuesta, los restaran. El patrón de activación, ¿sería el correspondiente a la suma, a la resta o sería distinto de ambos? Pues eso, ideas, ideas para investigar...
Y nada de super-poderes :-)
Referencias: