La Psicología científica y las pseudopsicologías

Por Carlos J. Álvarez Glez.
Publicado originalmente en ARP-SAPC, 2005

Muchas veces el profano puede confundir la superchería con psicología. El autor nos cuenta las diferencias entre ambas.

La Psicología científica.
La Psicología nace como ciencia en el siglo XIX. Es un momento apasionante donde sesudos filósofos del conocimiento y de la mente convergen con eminentes fisiólogos, intentando despojar al estudio de lo mental de la especulación y la metafísica, para así colocarlo junto a las otras ciencias objetivas. La psicofísica, representada por investigadores como Weber y Fechner intenta medir cuantitativamente lo mental y establecer un puente entre lo físico y lo psicológico. Se rompía de esta forma el viejo dualismo cartesiano según el cual la mente era inabordable por la Ciencia. Llegaron a establecer leyes y fórmulas matemáticas que indicaban cuánto debía aumentar o disminuir una magnitud física concreta (vg. el peso de un objeto) para que el sujeto notara el cambio (la sensación). Es probablemente la primera vez que un proceso mental se mide objetivamente y de forma cuantitativa. Muchas de sus ideas y métodos continúan vigentes en la actualidad.

Luego sería Wilhelm Wundt el que establecería el primer laboratorio de Psicología en Leipzig, Alemania, y daría nombre y “certificado de nacimiento” a la nueva disciplina científica. Desde ese momento, los avances en el conocimiento empírico de nuestros procesos mentales y nuestra conducta fueron imparables. Desde un enfoque correlacional, diferente al experimental de Wundt, surgen los tests y la psicometría, que cuantifican y miden numéricamente factores que hasta ese momento pertenecían al ámbito de lo especulativo, tales como la personalidad o la inteligencia. Los avances estadísticos realizados en este periodo por psicólogos como Pearson o Galton alcanzaron a todas las disciplinas científicas.

La aventura continúa en el siglo XX, donde la Psicología Conductista norteamericana (previamente influida por Darwin y la teoría de la evolución) y la Psicología soviética coinciden en sus planteamientos experimentales y epistemológicos positivistas para alinear a la disciplina dentro de las ciencias naturales. La influencia de un fisiólogo como Pavlov, quien descubrió el reflejo condicionado por casualidad cuando estudiaba los jugos gástricos animales, es innegable. A pesar de los avances del siglo anterior, se niega en este momento la posibilidad de estudiar todo aquello que no se pueda observar y medir, reemplazando como objeto de estudio la mente por la conducta. La introspección como técnica para el análisis de los procesos mentales había entrado en crisis, llevando a la Psicología Experimental a un callejón sin salida.

A mitad de siglo, sin embargo, y debido en buena parte a la aparición de los ordenadores y la computación, aparece la Ciencia Cognitiva, fruto de la convergencia multidisciplinar entre psicólogos, matemáticos, técnicos en computación, ingenieros, neurofisiólogos, filósofos de la mente y lingüistas. En este momento, y gracias a la noción de cómputo, la Psicología Cognitiva recupera el estudio de los procesos mentales pero heredando del Conductismo sus métodos experimentales y la idea de que sólo se puede hacer ciencia a partir de lo empírico y objetivo.
Y así llegamos a nuestros días, donde la Psicología Cognitiva, de mano con las Neurociencias, dibuja un futuro cercano donde los avances en la comprensión de nuestra mente y de nuestro cerebro serán espectaculares. En el campo aplicado, la convergencia de planteamientos conductuales y cognitivos ha dado lugar a técnicas para resolver problemas individuales o sociales y a terapias científicamente probadas, de forma similar a como se hace en farmacología o en la medicina (vg. metodologías de doble ciego, asignación al azar de sujetos y análisis estadísticos inferenciales).

Las pseudopsicologías.
En paralelo con esta emocionante empresa, asistimos perplejos a la proliferación de multitud de pseudopsicologías o “psicologías alternativas”, de tintes posmodernos y New Age que, por un lado, niegan y rechazan el método científico, y por otro, intentan hacerse pasar por “ciencias”. Algunas de estas pseudopsicologías son las siguientes:

1) Parapsicología. El hecho de que la palabra psicología se encuentre en el mismo puede llevar a engaños, algo muy similar a lo que ocurre con los términos astronomía (ciencia) y astrología (pseudociencia). La parapsicología no es ninguna rama ni especialidad de la psicología, ni se imparte como materia en ninguna universidad española. Es cierto que se han realizado experimentos, sobre todo en EE.UU. y en el Reino Unido (en Edimburgo existe un laboratorio de parapsicología en la propia facultad de Psicología), que supuestamente han encontrado evidencia de ciertos fenómenos paranormales como la telepatía o la telequinesis (mover objetos con la mente). Entre ellos cabría citar a Rhine, uno de los fundadores de la parapsicología, Levy, Targ, Puthoff y muchos otros, incluyendo a los más actuales, por ejemplo Honorton y sus experimentos ganzfeld. El ganzfeld es un campo visual y perceptivo homogéneo bajo el cual los sujetos intentan usar sus poderes psíquicos para describir un dibujo u otro estímulo visto por el “remitente” en una habitación distante. De acuerdo siempre a sus autores, parece que esta nueva técnica está dando resultados prometedores. Sin embargo, son muchas las críticas de tipo metodológico y estadístico realizadas por investigadores escépticos como los psicólogos Stokes, Hyman, Alcock y Wiseman.

Lo que diferencia a la parapsicología, incluso a la crédula, de otras pseudociencias es que comparte con la ciencia en general y con la Psicología en particular la idea de que el método científico es la mejor vía para la comprensión del mundo, incluidos los supuestos fenómenos paranormales. Y también es preciso reconocer que algunos parapsicólogos son honrados y poseen una buena formación experimental y estadística. Otra cosa bien distinta es que su deseo y ansia por encontrar evidencia de poderes extrasensoriales muchas veces les pierda. Y es que su objetivo de establecer una base científica para la fenomenología paranormal sigue igual ahora que hace veinte años. La mayor parte de sus resultados son imposibles de reproducir (algo fundamental en ciencia) y han sido puestos en entredicho por la Psicología científica debido a sus sesgos y errores metodológicos. Algunos han sido simplemente fraudes. Por otro lado, no existen modelos teóricos para explicar los datos. La definición misma de Percepción Extransensorial o de cualquier otro supuesto fenómeno paranormal es puramente descriptiva (no explicativa, algo también fundamental en ciencia) y se basa en una negación: aquella percepción que NO se realiza a través de los sentidos. Por otro lado, y esto resulta lamentable, la mayoría de personas que se autocalifican como parapsicólogos no poseen ninguna titulación universitaria ni formación investigadora alguna.

2) La terapia de regresión tiene influencias de corte psicoanalítico y fue creada en el siglo XIX por Pierre Janet y hoy es célebre gracias al psiquiatra Brain Weiss. La denominada regresión terapéutica es una técnica según la cual podemos volver hacia atrás en nuestros recuerdos, acceder a experiencias pasadas, para poder cambiar contenidos de tipo inconsciente que penetraron en nuestra mente y que son la causa de muchos males presentes. Según defensores de esta terapia, lo que recordamos no es necesariamente lo que ocurrió, algo constatado de sobra por la Psicología científica, sino una representación de nuestro inconsciente. Resulta curioso que una terapia de corte psicoanalítico como ésta reconozca la falsedad de los recuerdos. Sin embargo, su explicación de lo que se recuerda es aún más curiosa: contenidos inconscientes. Resulta mucho más parsimonioso hablar de falsos recuerdos susceptibles de ser inducidos por la propia terapia que de contenidos inconscientes, como ha demostrado en multitud de experimentos la Psicología Cognitiva y que veremos posteriormente. Éste es, a mi modo de ver, uno de los peligros mayores de este tipo de terapias: confundir recuerdos reprimidos con recuerdos inducidos o falsos.

3) Pero la lista de psicologías alternativas que nada tienen que ver con el estudio responsable de la mente es interminable. Algunos ejemplos actuales y que podemos encontrarnos con cierta frecuencia son los siguientes: la anteriormente mencionada terapia holística, la psicología holística, el análisis transaccional y la psicología transpersonal. Estos tres casos constituyen un grupo de sistemas de diagnósticos y tratamientos en los que se mezclan conceptos psicológicos con otros absolutamente esotéricos, pseudocientíficos, irracionales cuando no delirantes. Estas pseudopsicologías se caracterizan por el empleo de términos ligados a la Nueva Era como crecimiento personal, espiritualidad, el verdadero Yo interior, etc. así como su capacidad para relacionar todo con todo. Sus conexiones con el esoterismo y lo paranormal quedan patentes cuando, en sus publicaciones y páginas web encontramos que es normal hablar de ceremonias chamánicas, conexiones cádmicas, vidas anteriores, etc. En fin, se trata de un cóctel que produce vértigo, donde se mezcla la reencarnación, la influencia de los astros, los poderes mentales, la parapsicología y curiosamente, casi nada de Psicología.

4) Otra pseudopsicología es la programación neurolingüística (PNL), cada vez más popular. Este caso es especialmente delicado desde nuestro punto de vista ya que su nombre suena a disciplina científica: igual que la neuropsicología es una disciplina científica que estudia el sustrato biológico o neurológico de las capacidades mentales, se podría pensar que la PNL tiene algo que ver con la neurolingüística, que estudia las bases biológicas del lenguaje. Nada más lejos de la realidad. La PNL surge en los años setenta de la mano de un profesor de lingüística, John Grinder y de un estudiante de Psicología, Richard Bandler. Uno de sus postulados fundamentales es que los movimientos del cuerpo y la manera de respirar son indicadores claros de cómo las personas piensan. Por ejemplo, un pensador visual (signifique eso lo que signifique) respira a la altura del pecho, mientras que uno auditivo lo hace entre el pecho y el abdomen. La forma en que miramos también refleja lo que pensamos. Otra premisa básica de la PNL es que las palabras que usamos reflejan la percepción interna e inconsciente de nuestros problemas. Si estas palabras y percepciones son inadecuadas y las seguimos utilizando, los problemas persistirán. Si elimináramos lo referente a lo inconsciente y a las palabras, esta última premisa no sería descabellada, y de hecho es la base de las terapias conductual-cognitivas, que emplean tratamientos empíricamente validados y que constituyen la orientación mayoritaria en Psicología clínica. El problema es que enseguida comprobamos cómo se mezclan procesos mentales que son psicológicamente distintos y que la PNL utiliza de forma indiscriminada: hablan de aptitudes, de percepciones, de palabras y frases, de imágenes mentales o de procesos cerebrales como si todo fuera lo mismo. Pero, de nuevo, lo que termina de ubicar a la PNL es el empleo de conceptos y términos Nueva Era como cómo ser felices, desarrollo personal, la magia del cambio, despertando el poder, etc. Sus conexiones con las orientaciones “holísticas” son explícitas, como puede verse en sus links con parapsicología, medicinas alternativas, reiki, shiatsu y todo el entramado genuinamente New Age. Algunos psicólogos científicos, como Cross y colaboradores, sometieron algunos de los postulados fundamentales de la PNL a comprobación empírica. Los resultados de uno de los experimentos no mostraron ninguna correlación significativa entre movimientos de los ojos y verbalizaciones, una predicción de la PNL. En un segundo experimento, llegan a la conclusión de que no existe la más mínima evidencia de que pueda predecirse el sistema de representación preferido por un sujeto a partir de la observación de sus gestos y movimientos.

5) Rebirthing o renacimiento. Este sistema está relacionado con el anterior por la importancia que conceden a la respiración. Según sus proponentes, la respiración está íntimamente relacionada con el subconsciente. Por ello, es importantísimo saber respirar (¡cómo si nos tuvieran que enseñar a ello!), y una de las cuestiones en las que se enfatiza es en la realización de ejercicios llamados Respiración Circular Consciente. A través de estos ejercicios se somete a la respiración a un control voluntario, con lo cual se convierte en un puente entre las funciones conscientes e inconscientes de nuestro cuerpo-mente (¿?), pudiendo así solucionar todos nuestros males y tener una vida próspera. Hace tiempo, algunos socios de ARP asistimos a unas charlas informativas de esta terapia en Tenerife. Aparte de lo que se nos contó, hicimos ejercicios de respiración en los que se nos pedía al público que inspirásemos y expirásemos muy rápido y fuerte. Muchas personas reportaron luego sentirse “distintas” y “raras”. Tuvimos que ser nosotros los que explicáramos que eso se debía simplemente a la hiperventilación. O sea, que no sólo no son buenos esos ejercicios sino que pueden ser perjudiciales para la salud.

Aparte de la respiración también trabajan la regresión. Los lectores recordarán el caso acaecido hace unos años de la niña de 10 años que murió asfixiada bajo mantas y que llevó a los tribunales tanto a la madre como a las terapeutas del rebirthing. Intentaban hacerla renacer a través de una regresión cuyo objetivo era llevarla al útero materno. Aparte de que esta terapia cuenta en su haber hasta con asesinatos infantiles, huelga decir que el entramado en el que se sostiene se cae por su propio peso y los problemas son obvios: un cúmulo enorme de despropósitos y postulados sin la más mínima base, e indeterminación en toda la teoría. Por ejemplo, qué es el subconsciente, por qué se relaciona éste con la respiración y cómo, etc.

Una de las características de estas pseudopsicologías es el eclecticismo, es decir, la facilidad para mezclar todo con todo, como ya hemos visto. Normalmente, los grandes maestros de la psicología transaccional también son muy buenos en PNL, en parapsicología, etc. Y el rebirthing no es una excepción. En el mismo seminario se nos habló de cursos de milagros, y de la respiración fuimos pasando a planteamientos religiosos y místicos, así como de libros escritos por Jesucristo reencarnado.

6) Grafología. Muchas personas creen que la técnica mediante la cual puede conocerse la personalidad de una persona a través de su escritura está probada científicamente. Sin embargo, los estudios empíricos realizados son contundentes: no existe ninguna relación sistemática entre escritura y características de personalidad. El estudio de Beyersteins en 1992, por ejemplo, analizó 200 estudios grafológicos, llegando a la conclusión de que la grafología no es válida ni fiable. En otros estudios, se ha pedido a diferentes grafólogos que analicen una misma muestra de personas. Curiosamente, todos llegan a conclusiones distintas sobre las personas estudiadas, como expone Tripician en un artículo reciente del Skeptical Inquirer. Por otro lado, existen muchas escuelas de grafología que hacen predicciones contrarias, y se ha comprobado que la interpretación depende mucho de la persona concreta que la realice.

7) Como último ejemplo de utilización ilegítima de conceptos y términos psicológicos no podemos olvidarnos de la larga lista de supercherías y teorías irracionales sin la más mínima base: astrología, lectura del tarot, brujería, quiromancia, etc. Pueden ser consideradas pseudopsicologías porque todas pretenden ser sistemas de psicodiagnóstico, es decir, tienen la pretensión de poder diagnosticar características de personalidad, temperamento y problemas/patologías. Sus practicantes no dudan en acudir a términos psicológicos para ganar más dinero y aumentar la credibilidad de sus prácticas fraudulentas. Es frecuente escucharles sin el más mínimo pudor que lo que ellos hacen es científico con el fin de investir de cierto rigor y fiabilidad a sus prácticas.

8) Es cierto que existen teorías y terapias de tipo psicológico que no pueden denominarse científicas, como el psicoanálisis. Sin embargo, desde mi punto de vista, sería injusto por diversos motivos meter en el mismo saco a esta orientación y a las anteriormente mencionadas. Primero, el psicoanálisis surge dentro de la tradición médica y de la noción de enfermedad mental del siglo XIX. Tanto su nacimiento como su posterior desarrollo transcurren en paralelo y sin ningún contacto con la evolución de la Psicología resumida en el primer epígrafe. En sentido estricto podría afirmarse que el psicoanálisis no es Psicología. Segundo, las teorías psicoanalíticas fueron inicialmente propuestas por eminentes pensadores con una sólida formación para la época, como el psiquiatra Sigmund Freud. Sus contribuciones e influencia, tales como el concepto del subconsciente, de la represión, del superego, etc. son evidentes en el pensamiento moderno en general. De hecho, la influencia del psicoanálisis ha sido mayor en psiquiatría y en otras disciplinas sociales y humanistas que en la propia Psicología, donde como hemos dicho, nunca ha conformado un paradigma en sentido estricto usando la terminología de Kuhn. Como ya se ha comentado, es una escuela que proviene de la medicina, no de la Psicología. Las orientaciones psicoanalíticas han estado representadas de forma marginal, cuando no ausentes, en la Psicología académica, exceptuando algunos países sobre todo latinoamericanos. En tercer lugar, muchas de sus ideas sobre la sexualidad humana probablemente estaban justificadas en los pacientes que Freud trató (mayoritariamente mujeres adultas en plena época victoriana y puritana) y subyacen a muchos problemas psicopatológicos. Conceptos como el de los mecanismos de defensa, la proyección, la negación de un problema o la importancia relativa de la sexualidad se encuentran frecuentemente en la praxis clínica, aunque los términos y las explicaciones puedan ser diferentes desde una óptica científica. Sin embargo, uno de los errores de Freud fue generalizar sus conclusiones a todo ser humano, además de que la mayor parte de sus interpretaciones de lo consciente con respecto a lo inconsciente son absolutamente discutibles y carecen de constatación empírica. Ningún psicoanalista se ha caracterizado por sus simpatías hacia el método científico.

Es probable que algún colega que trabaje en Psicología clínica o aplicada en general argumentaría que es muy fácil hacer una crítica a aquellas ramas de la Psicología no científicas, como el psicoanálisis, desde una perspectiva académica, desde la investigación de laboratorio. Que tendría que salir a la calle y que no es lo mismo los experimentos sobre microprocesos en contextos controlados realizados por los científicos cognitivos que la vida real y la Psicología aplicada, donde lo importante es que las cosas funcionen y se resuelvan los problemas de las personas. Sin embargo, la historia del conocimiento ha demostrado que el método científico es la mejor forma de avanzar sobre seguro y que ha supuesto el mayor aporte de cosas que funcionan. En este sentido, son muchas las investigaciones sobre la eficacia de los tratamientos psicológicos que ponen en duda el valor terapéutico del psicoanálisis y otras orientaciones no científicas. Entre ellos cabría destacar el amplio estudio llevado a cabo en 1995 y 1996 por la División de Psicología Clínica de la Sociedad Americana de Psicología. En esta investigación se evaluaron un gran número de tratamientos para muchos desórdenes mentales. Las conclusiones de su publicación sobre tratamientos psicológicos empíricamente validados son contundentes: los más efectivos son, sin ningún género de dudas, los conductuales y los cognitivo-conductuales. Es decir, precisamente aquellos que se basan en teorías científicas sobre el comportamiento y que están rutinariamente sometidos a validación empírica. Aún así, el psicoanálisis continúa vigente, siendo la orientación predominante en algunas facultades de Psicología, sobre todo latinoamericanas. Por otro lado, los desvaríos de algunos neo-psicoanalistas como Lacan y su interpretación errónea de conceptos científicos han sido expuestos por Sokal y Bricmont, en su excelente obra Imposturas intelectuales. Pero repito: a pesar de no ser una orientación científica creo que al menos algunas ideas psicoanalíticas no merecen el mismo tratamiento que las terapias alternativas aquí expuestas. Por lo menos habría que considerar al psicoanálisis como una teoría filosófica curiosa y no carente de interés sobre la mente humana, además de reconocer su influencia en el pensamiento moderno en general. Las críticas de la Psicología científica a esta teoría deben encuadrarse en otro contexto distinto de la crítica a las paraciencias. Lo mismo podría decirse de muchas tendencias fenomenológicas y humanistas, algunas emparentadas con el psicoanálisis, las teorías del niño interior, algunas tendencias mínimamente serias del análisis transaccional o las terapias gestálticas. Por cierto, de éstas últimas hay que destacar la nula relación que tienen con la escuela de la Gestalt, desarrollada a principios del siglo XX en Alemania por psicólogos como Wertheimer, Koffka o Köhler, una de las orientaciones explícitamente científicas dentro de la Psicología, y cuyos trabajos sobre la percepción visual o sobre el pensamiento son ineludibles en cualquier libro de texto de Psicología. Entre estos trabajos habría que destacar las investigaciones con primates no humanos de Wolfgang Köhler sobre el insight y la resolución de problemas en chimpancés, realizadas en la primera estación primatológica del mundo en el Puerto de la Cruz (Tenerife) a principios del siglo XX.

Psicología “transpersonal” e hipnosis regresiva
Aunque anteriormente hemos aludido a la psicología transpersonal y a las terapias de regresión, para finalizar nos detendremos un poco más en el empleo de la hipnosis regresiva.

Resulta sumamente peligroso cuando los pseudocientíficos de la mente, estos elementos reaccionarios que reivindican una vuelta al oscurantismo, a la superchería y a la incultura, son psicólogos/as titulados/as. Es obvio que en todas las profesiones hay garbanzos negros, bien sea por oportunismo o por incapacidad. La formación científica no es fácil, y hacer ciencia requiere, aparte de una licenciatura, muchos años de preparación en metodología, matemáticas, diseños de investigación, etc. Es mucho más fácil leerse unos pocos libros de opiniones sin atisbo de crítica sobre hipnosis, poderes paranormales o astrología, como hace la autodenominada psicología transpersonal. Hace poco, uno de estos psicólogos transpersonales, quien además suele salir en programas de asuntos paranormales en televisiones locales, impartió unas conferencias en Santa Cruz y en el Puerto de la Cruz. Uno de los temas que trató fue la regresión hipnótica, según la cual podemos regresar al pasado o…¡a otras vidas! Aparte de engañar al público e ir en contra del código ético del psicólogo (según el cual sólo se aplicarán técnicas empíricamente comprobadas), el conferenciante fue más allá: la regresión hipnótica puede curar o ayudar a curar el cáncer. Afirmaciones como ésta no requieren más comentario sino una actuación judicial. No es ya sólo una cuestión de mantener hipótesis falsas y absurdas, sino de un peligro enorme contra la salud pública. El problema es que la hipnosis es uno de los temas que más mitos, creencias erróneas o leyendas urbanas sobre la mente humana ha generado.

El uso de procedimientos similares a la hipnosis para cambiar el comportamiento se remonta a la más remota antigüedad, y existe evidencia de su uso en el antiguo Egipto, en la Grecia clásica o en la antigua China. El comienzo de la evolución del concepto de hipnosis moderno habría que situarlo en Mesmer, un médico vienés del siglo XVIII y padre del magnetismo animal, quien creía que los trances hipnóticos que observaba en sus pacientes eran debidos al magnetismo irradiado por su persona. Había descubierto, sin saberlo, el poder de la sugestión. En el siglo XIX, la hipnosis sería vista por Charcot (maestro de Freud) como un producto de la enfermedad mental que él llamaba histeria. Posteriormente, la hipnosis sería utilizada por Freud para recuperar experiencias traumáticas, aunque la abandonaría más tarde al descubrir que no era necesaria.

Existe la creencia generalizada de que la hipnosis es algo así como un estado especial de consciencia, diferente al sueño o la vigilia, en el que la persona pierde su voluntad convirtiéndose en una especie de marioneta. Además, se piensa que a través de la hipnosis se puede viajar al pasado y recuperar nítidamente recuerdos ocultos, reprimidos, pudiéndose revivir situaciones pasadas. Ésta es también la visión que de la hipnosis tienen las pseudociencias de la mente. Pero la evidencia aportada por las investigaciones científicas de la hipnosis nos dice que todo esto es sencillamente falso. El llamado trance hipnótico no existe.

Por ejemplo, la Psicología científica ha demostrado que la regresión hipnótica no es real, no existe como tal. La hipnosis es un estado donde personas sugestionables lo son aún más, provocando que el sujeto hipnotizado actúe según sus creencias y aquello que el hipnotizador le dice. Se establece así una situación de role-playing donde cada uno desempeña su papel. Por ejemplo, se sabe que nadie haría cosas bajo hipnosis que no haría en un estado no hipnótico o que no quisiera hacer. En el caso de la regresión, no está viajando literalmente al pasado, sino recreando o imaginando que está allí, porque así le ha sido sugerido por el hipnotizador y porque desea hacerlo.

Como se dijo anteriormente, se ha comprobado de sobra en multitud de experimentos que la hipnosis no incrementa el recuerdo ni su precisión, y que sin embargo, aumenta la posibilidad de generar y recuperar recuerdos falsos. Científicos cognitivos como Loftus o Spanos han demostrado que es relativamente sencillo inducir recuerdos falsos mediante hipnosis (y también sin hipnosis). Éstos y otros investigadores han denunciado y demostrado empíricamente la recuperación mediante hipnosis de recuerdos de rituales satánicos que jamás sucedieron, abusos sexuales que no existieron, abducciones por seres extraterrestres, contactos con fantasmas y espíritus, “visitas” a vidas pasadas, etc. Por tanto, podemos afirmar de acuerdo con la más que amplia bibliografía científica, que la regresión hipnótica no existe, y que el uso de la hipnosis no tiene sentido más allá de su empleo como método de relajación o con el fin de inducir una sugestión que puede ser beneficiosa, como hace minoritariamente la Psicología clínica cognitivo-conductual (aquella que utiliza procedimientos empíricamente validados).

Conclusión
El camino desde el ancestral “estudio del alma” hasta las actuales ciencias de la mente, la conducta y el cerebro ha sido largo, intenso y apasionante. No ha sido una senda fácil. Pero los avances que están teniendo lugar en la actualidad y los que se perciben para un futuro cercano son estimulantes. Por eso, creo que es fácil entender que no podamos permanecer impasibles ante aquellos oscuros personajes que, movidos por intereses de enriquecimiento personal a costa de la salud de los otros, pretenden hacernos retroceder a una nueva edad media de superstición, sinrazón e irracionalidad, desdeñando así la auténtica aventura del conocimiento.

El pato que se comió al extraterrestre

Bueno, los que creen en lo paranormal están de enhorabuena. Han pasado justamente 30 años desde que la sonda Vicking diera con la famosa cara de Marte y, quizá porque aún no les hemos respondido a tan obvios mensajes con evidencias, nuestros amigos E.T.s nos mandan una nueva muestra de su existencia a través de esta radiografía. La historia de la misma puede encontrarse en multitud de lugares (1 2 3). Lo más asombroso de este asunto es que la radiografía está a la venta en Ebay (¡¡¡$3200 en el momento en que escribo esto!!!).

Es obvio que, como reconoce el director del centro donde se tomó esta radiografía, se trata de una extraña disposición del grano en el estómago del animal. La psicología Gestáltica ha hecho el resto.

¿Por qué será, me pregunto, que siempre que aparecen caras en situaciones extrañas e inesperadas son las de (a) Jesucristo o (b) aliens? Sueño con el día en que la cara de, digamos, Darwin o Pavlov aparezca en una tostada, un burrito, o una radiografía. Ese día igual yo mismo pujo en Ebay.

Mientras tanto, todos aquellos amantes de los aliens (o, para el caso, los patos) que estén dispuestos a gastar un dinerito... ya lo sabeis: quedan 5 días para que finalice esta subasta. :)

¿Razonamiento causal en ratas?

Blogging on Peer-Reviewed ResearchLa entrada de Oskar Pineño acerca de los delfines mencionaba cierto artículo sobre las habilidades cognitivas de las ratas, que también son de armas tomar (Blaisdell, Sawa, Leising, y Waldmann [2006]). Hace algún tiempo a mí también me impactó ese artículo y escribí algo al respecto en mi blog. Por eso he pensado que, a rebufo del amigo Oskar, era el momento de poneros por aquí aquella reflexión que hice.

(Publicado originalmente aquí por Fernando Blanco).

Me proponía hoy comentar un artículo que he leído y que me parece interesante, sobre todo teniendo en cuenta a los evolucionófilos que me honran de vez en cuando con su visita. Pero me he encontrado con el obstáculo de la especificidad del tema en cuestión. Supongo que si contara todo esto así, de sopetón, a nadie le importaría un comino. De modo que me van a permitir que inicie la entrada con una introducción sobre el tema de estudio. Procuraré ser lo más claro posible.

Ya he comentado por aquí que mi área de estudio es el aprendizaje de relaciones causales. Llegar a captar la "textura causal" del entorno, qué eventos del ambiente son capaces de producir a otros, es una habilidad muy adaptativa en términos evolutivos. Pensad que cualquiera que la domine con un poco de soltura podrá predecir con cierto grado de seguridad los eventos-consecuencia al detectar los eventos-causa. Además, y esto es no menos importante, llegará a producir las consecuencias mediante la manipulación de las causas. La relevancia biológica de una habilidad así queda, por lo tanto, fuera de toda duda.

Bueno, una vez vendida la moto a mis amigos darwinistas, debo establecer una de esas barreras insalvables que agradan tanto a ciertas personas como irritan a otras. Y es que la tendencia general entre los psicólogos ha sido, tradicionalmente, la de reservar exclusivamente para los humanos esa capacidad de inferencia causal (o sea, esa capacidad de deducir cuáles son las causas y cuáles son los efectos a partir de la exposición a los eventos del ambiente).
Las ratitas de laboratorio, las palomas, los primates no humanos, e incluso seres más exóticos como las moscas o la aplysia, han demostrado tener un ojo bastante bueno a la hora de establecer relaciones predictivas entre los eventos del entorno, como empezamos a descubrir con Pavlov. A veces se han propuesto experimentos realmente complejos donde los animalillos se exhiben en todas sus facultades.
Todos los animales parecemos desempeñar bien cierto tipo de tareas de aprendizaje como las que he mencionado, que se han explicado mediante mecanismos de tipo asociativo. Se trata de unas reglas muy básicas que compartimos en comunidad con el último de los insectos porque aparecieron pronto en la historia evolutiva. Incluso las bases anatómicas y químicas de estos mecanismos parecen ser universales. ¡Olé, otro punto más para Darwin!
Sin embargo, la idea general es la de separar este aprendizaje, bien sea pavloviano o instrumental, de la verdadera inferencia causal, del razonamiento causal, propio de los humanos. Al fin y al cabo, los modelos asociativos sólo explican cómo establecemos nexos entre unos eventos y otros. Lo cual nos puede servir, en todo caso, para hacer predicciones sobre qué evento aparecerá cuando esté presente otro, pero está vacío de todo contenido semántico de tipo causal. En otras palabras: El perro de Pavlov aumenta su secreción salivar cuando escucha el tono que se ha asociado con la comida, pero en rigor no podemos decir que haya aprendido que el tono es la causa de la llegada de la comida (¿Acaso puede aclarárnoslo el mismo perro de viva voz?). Si las personas sí somos capaces de distinguir entre meras asociaciones y relaciones causa-efecto, será, según muchos científicos, porque trascendemos esa base asociativa y en algún momento incorporamos mecanismos de orden superior. Tal vez.
Ahí es donde entran las teorías del aprendizaje que, al revés que las asociativas, proponen un funcionamiento arriba-abajo, o con el concurso del conocimiento previo.
Por ejemplo, los modelos de inferencia causal basados en redes Bayesianas (al estilo de Pearl o Waldmann) pretenden superar las limitaciones de los asociativos, aunque lo cierto es que las distintas familias que en la rama del aprendizaje causal han ido surgiendo (modelos asociativos, estadísticos e inferenciales) tienden a ser más complementarias que excluyentes (un bonito análisis en Pineño y Miller, 2005).

Una vez acometida esta quizá extensa introducción (pero espero que pertinente y necesaria), volvamos al asunto que me ha hecho escribir esta entrada:
Leo con sorpresa un artículo de Science (Blaisdell, Sawa, Leising, y Waldmann) cuyo título cuando menos es llamativo: "Causal reasoning in rats". O en cristiano: "Razonamiento causal en ratas". ¿Será posible?
Vayamos por pasos. El propio Waldmann (Waldmann y Hagmayer, 2005) nos llevaba recientemente a una interesante conclusión: "Ver no es lo mismo que hacer". Un ejemplo ultra-simplificado: Imaginemos un modelo causal del tipo "causa común" como el que aparece en la figura que os he preparado. Tenemos una causa A que produce dos efectos simultáneos B y C.



Si a una persona le mostramos este modelo causal y después le decimos que B ha tenido lugar, concluirá que A y C han tenido que aparecer también, en buena lógica. Pero si lo que le decimos es que nosotros hemos manipulado deliberadamente la situación para provocar B (como en esta otra figura), entonces la respuesta usual será que ni A ni C tienen por qué haber ocurrido. Esa es la diferencia entre observar que un evento ha tenido lugar y provocarlo (o ver cómo lo provoca una causa externa que no tiene nada que ver con A ni C).



Lo que Blaisdell y sus colaboradores han hecho es trasladar este esquema básico a un estudio con animales, con ratas para ser más exactos. Las conclusiones son realmente interesantes porque parecen escapar al poder explicativo de los modelos asociativos que tradicionalmente se han impuesto para aprendizaje de los animales no humanos, y además son consistentes con las teorías basadas en redes Bayesianas.
Realmente las ratas son capaces de responder de manera diferente cuando observan la mera ocurrencia de un efecto que comparte una causa común con otro (B, en nuestro ejemplo) que cuando comprueban cómo dicha ocurrencia de B ha sido provocada al margen de A y C. Esto indica que han construido en su cabeza todo un modelo mental no muy distinto del que he representado en estas figuras, y lo han empleado para responder en consonancia con la norma lógica.
Aunque muchos han defendido desde el principio la competencia cognitiva de los animales en todo tipo de tareas causales, a mí no deja de sorprenderme tanto alarde y tanta demostración de capacidades.

Al final es lo de siempre, que con tanto querer explicarme, la introducción ocupa el triple que el post que en realidad quería escribir. Bueno, al menos espero que aproveche. :-)

Algunas referencias:
  • Blaisdell, A. P., Sawa, K., Leising, K. L., & Waldmann, M. R. (2006). Causal reasoning in rats. Science, 311, 1020-1022.

  • Pineño, O., & Miller, R. R. (in press). Comparing associative, statistical, and inferential reasoning accounts of human contingency learning. Quarterly Journal of Experimental Psychology: Especial Issue.

  • Waldmann, M. R., & Hagmayer, Y. (2005). Seeing versus doing: Two modes of accessing causal knowledge. Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition, 31, 216-227.


  • Fuente original de este artículo:
    Blanco, F. (2006). ¿Razonamiento causal en ratas? El descanso de Gilgamesh, http://gilgamesh81.blogspot.com

    El nombre de los delfines

    Bueno, amigos, parece que los humanos somos unos seres un poquito menos especiales de lo que creíamos (por supuesto, mucho menos de lo que pensábamos antes de que, en sus años mozos, Darwin comenzara a coleccionar escarabajos). Cuando aún no nos hemos repuesto de lo mucho que dolió ese estudio que nos arrebató el monopolio sobre el razonamiento causal (hablo de Blaisdell, Sawa, Leising, y Waldmann [2006]. Causal reasoning in rats. Science, 311, 1020-1022), ahora resulta que hemos perdido otro "sí, pero" de esos tan recurridos de cara a salvaguardar nuestra necesidad de pertenecer a una especie animal de élite. Todo parece apuntar a que los delfines son capaces de usar silbidos específicos para nombrar a sus crías, tal como indica un reciente estudio de Vincent M. Janik (University of St. Andrews, UK) y sus colaboradores. Vamos, que estas tiernas criaturas no dejan de asombrarnos. Parece que, mientras nosotros alucinamos viéndola hacer acrobacias en la piscina, nadando sobre su cola y saltando por el aro, la mamá delfín tiene la mente ocupada en cosas más importantes, como decidir el nombre de su retoño. Lo cierto es que, cuanto más sabemos sobre cognición animal, más se menoscaba nuestro puntillo de arrogancia (esto sí que parece ser una cualidad netamente humana).

    Aquí teneis unos enlaces donde podeis profundizar en la noticia:
    [1] [2] [3] [4] [5]

    La página de Vincent Janik está en:
    http://biology.st-and.ac.uk/staff/janik.html

    El artículo que parece haber despertado todo este revuelo es:
    Janik, V. M., Sayigh, L. S., Wells, R. S. (en prensa). Signature whistle shape conveys identity information to bottlenose dolphins. Proceedings of the National Academy of Sciences.

    La Formación del Psicólogo

    Sres:

    Soy un recién llegado en este espacio. Agradezco la invitación a participar de él. Quería, en principio, presentarme, y luego plantear brevemente alguna primera discusión.

    Mi nombre es Esteban M. Knöbl, y estudio Psicología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires; estoy merodeando la mitad de mi carrera, por lo que aún tengo un buen trecho hasta obtener mi licenciatura. Participo de talleres y actividades relativas a la difusión de la Psicología científica, conjuntamente con otros estudiantes de Psicología locales, a quienes nos convoca, en principio, la abundancia de líneas de pensamiento dogmáticas y escollosas para el desarrollo de nuestra diciplina en tanto Ciencia, pero también la creación de espacios de difusión y -fundamentalmente- debate de teorías y pensadores que han sido históricamente relegados en nuestros claustros de formación académica. Nuestra Facultad no posee una conducción que parezca preocupada por estas cuestiones, por lo que decidimos -con la valiosa ayuda de investigadores y profesionales- impulsarla desde abajo.

    Entenderán que mi punto de vista de los problemas con los que carga la dicipina está, sin dudas, ligado a mi medio cultural, y encuentro necesario abrir una discusión al respecto, al menos como puente para plantear una discusión más amplia.

    La situación de la Psicología en Argentina es crítica, con seguridad por múltiples razones que por ahora no podría más que hipotetizar, pero con algunas deficiencias que son evidentes. Voy a hacer un comentario veloz sobre ello:
    En nuestras universidades se sufre la prevalencia de un sistema teórico dogmático y mono-explicativo, desde el cual se ha intentado dar respuesta a problemáticas disímiles y de diferentes campos de la psicología, lo cual ha resultado -no podría ser de otra manera- en una intervención deficiente del Psicólogo, sobre todo en aquellos campos que han sido desatendidos en favor de la aplicación clínica. Por otro lado existe un relegamiento de la producción científica, contribución fundamental de la clínica psicoanalítica concebida como una forma genuina de investigación; ello deja por fuera cualquier metodología seria y el control del producto en la investigación, por lo cual no sólo tenemos un modelo para explicarlo todo, sino que además existe un déficit en el modo de producción del saber, que afecta principalmente a la calidad de lo que se produce. A la par de esto se sobreestima un perfil profesional y en detrimiento de la formación científica, devaluación que se aprecia en la "currícula implícita" como un sesgo clínico en las materias destinadas a la formación en procesos básicos y metodología. Por último tenemos un quiebre entre la demanda social y la oferta universitaria, que en definitiva se ha ocupado de producir profesionales más bien estériles, ya sea por los campos que han quedado por fuera de la orientación preeminente como por la falta de renovación y actualización científica en este y el resto de las aplicaciones de la psicología.

    En todo este planteo existe, además de una denuncia, una vieja discusión: ¿a qué debe dedicarse un psicólogo? Para algunos, el perfil que le corresponde es fundamentalmente científico; para otros, profesional. Luego están los que suscriben al modelo científico-profesional que en general se ha adoptado en el diseño curricular de las universidades Latinoamericanas, Europeas y estadounidenses, modelo que en lo personal considero deficitario. Esta discusión ya no pertenece a mi medio sino a toda la comunidad psicológica, y ella me parece congruente con los propósitos de este espacio. Los invito a que compartan sus opiniones al respecto.

    Creo que el valor de un espacio de difusión como éste se define principalmente por la participación que atraiga, y eventualmente por las acciones que puedan llevarse a cabo a partir de las ideas que surjan en su seno. Espero que Psicoteca sea capaz de convocar muchas miradas y opiniones, de modo que crezca. Ello es, a larga, una condición humilde pero necesaria para que nuestra diciplina pueda seguir creciendo como Ciencia.

    Espero comentarios.
    Hasta otra vez.

    P.D.: para un informe más detallado sobre la problemática de la formación académica en Argentina y Latinoamérica, ver:
    • Vilanova, Alberto (1997); Las deudas de la Psicología del Cono Sur; Acta psiquiátrica y psicológica de América Latina, Vol.43, n°. 2 (1997) p.103-111.

    Máquinas de la Verdad... Mentirosas



    Uno de los sueños de la criminología forense ha sido, durante mucho tiempo, tener a mano unas pruebas científicas e infalibles para decidir la culpabilidad de un sospechoso. Parte del pensamiento mítico que se oculta detrás de este deseo consiste la idea de que la ciencia es infalible y todo lo resuelve como si fuera magia.

    Lo cual, obviamente, no es cierto: la ciencia siempre tiene pequeños errores estadísticos en todas sus manifestaciones, y pensar que no comete errores es infantil y altamente nocivo. La ciencia no es perfecta, ni mucho menos, pero es lo mejor que tenemos hoy en día, funciona, y cualquiera puede reproducir sus pruebas. Ahora bien, muchos jueces piensan quizá que trastos chungos como la Máquina de la Verdad (nombre poético que viene a ser sinónimo de polígrafo), pueden ser la solución rápida al problema de la toma de decisiones referente a la culpabilidad de un presunto criminal.

    En realidad, la mayoría de sistemas que se usan hoy en día son una nueva versión de la ordalía antigua.

    La "máquina de la verdad" no es más que un polígrafo, esto es, un aparato que detecta, amplifica y registra sobre un rollo de papel térmico (o en la pantalla de un ordenador) datos psicofisiológicos como la tasa cardiaca, la presión sistólica, la conductancia de la piel y la respiración. La psicología fisiológica cuenta con una sólida y fecunda tradición científica, que se remonta al siglo XIX.

    Sobre este prestigio se basan los defensores del polígrafo, proponiendo la teoría de que es posible comprobar la sinceridad de un sujeto a partir de los datos fisiológicos: si el sujeto se activa mucho después de una pregunta, es muy posible que esté mintiendo, puesto que la mentira es precedida por un nivel muy alto de activación / estrés. Sin embargo, la prueba no es tan fiable como parece. Javier Armentia escribió al respecto hace no mucho, y pueden leerse datos muy interesantes en AntiPolyGraph.org y en este completísimo informe de la National Academy Press. La conclusión de este último estudio es la siguiente:

    Almost a century of research in scientific psychology and physiology provides little basis for the expectation that a polygraph test could have extremely high accuracy. The physiological responses measured by the polygraph are not uniquely related to deception. That is, the responses measured by the polygraph do not all reflect a single underlying process: a variety of psychological and physiological processes, including some that can be consciously controlled, can affect polygraph measures and test


    Lo que se viene a decir, en idioma cervantino, es que las respuestas psicofisiológicas son bichos raros, que hay que tratar con circunspección y prudencia. Ya de por sí los sistemas de medición, a pesar de perfeccionarse constantemente, tienen sus fallos (son los conocidos artefactos con los cuales un investigador debe entablar lucha cada vez que revisa los datos). La variabilidad individual en las reacciones del organismo es abrumadora (se llama personalidad), y no podemos asegurar que un ser humano X sude igual que el sujeto Y, o respire más rápido ante una situación dada. Los teóricos de la máquina de la verdad parten de un dato que, en sí mismo, es ambiguo, y que puede únicamente interpretarse de forma indirecta: los seres humanos reaccionamos ante estímulos.

    Hasta aquí el aserto es transparente y sencillísimo: percibimos algo que nos inquieta y nuestro cuerpo nos activa. Es una respuesta totalmente normal. Lo que complica el asunto es que las respuestas fisiológicas carecen de un contenido semántico explícito. Son opacas a nuestras preguntas, y no son causadas por un único fenómeno psicológico u orgánico subyacente, sino que se originan, la gran mayoría de veces, de muchos factores en interacción. Tomemos, por ejemplo, la tasa cardiaca: tener elevadas pulsaciones en un momento dado puede deberse a sentimientos tan dispares como la ira, la tristeza, la alegría o el miedo.

    Sólo preguntando al sujeto podemos intuir a medias qué es lo que puede haber producido esa súbita elevación en las pulsaciones. Por eso la máquina de la verdad no es fiable: nuestra reacción a una pregunta puede deberse a que esta es ofensiva, o que es demasiado arriesgado, o sencillamente tememos meter la pata. La ansiedad por ejecución que se experimenta en un contexto de peritaje forense es sin duda elevada: en ese caso, a pesar de tener líneas de base en los registros, no podemos saber a ciencia cierta qué es lo que mueve el brazo metálico del polígrafo.

    Es como suponer que un coche tiene intención de ir adelante o atrás únicamente escuchando el sonido de su motor encendiéndose. El coche se enciende, y es seguro que irá en un sentido u otro; pero en qué sentido irá, no lo sabemos. Es un dato que no está incluido en la situación.

    Los sueños científicos de la criminología, sin embargo, no paran aquí (el espíritu de Cesare Lombroso, al parecer, sigue vivo). En Google News he topado con una noticia cuanto menos impactante: "Crece una polémica tecnología capaz de 'leer el cerebro'". Antes de seguir comentando la noticia voy a explicar una cosita. El cerebro no se "lee", sino que se estudia; utilizando una metáfora atrevida, es como si fuéramos una tribu del Borneo intentando comprender cómo funciona un coche: sabemos para qué sirven más o menos las ruedas, los cristales, los asientos, etcétera, pero tenemos ideas muy vagas de cómo se conduce, qué tipo de gasolina hace falta, o qué aditivos hacen que el vehículo funcione mejor o peor. No hablemos ya de construir un motor (I.A.): lo único parecido que sabemos construir es un carrito de la compra del Alcampo. Y ahora leamos un extracto de la noticia:

    El sistema ha sido desarrollado por el laboratorio Brain Fingerprinting Laboratories, Inc. de Seattle, Estados Unidos, bajo la dirección del Dr. Lawrence Farwell, un neurocientífico nacido en esa ciudad [?]que asegura que un test de este tipo puede ayudar a las autoridades �a determinar la verdad en relación a un crimen o un acto terrorista detectando información almacenada en el cerebro�. Nada más oportuno en la Norteamérica post 11-S.

    ¿Cómo actúa? Se le muestran a un sospechoso escenas de un asesinato o atentado para detectar si le resultan familiares. A través de unos sensores se captan las ondas cerebrales que se producen frente al estímulo de las fotos y un amplificador conectado a una computadora que utiliza un software específico interpreta la reacción del acusado.


    Bueno, nos hallamos ante una versión algo más sofisticada del polígrafo, que es la electroencefalografía (o EEG). Consiste en algo muy sencillo: se aplican electrodos al cuero cabelludo y se registra, tras una previa amplificación, la actividad micro-eléctrica del cerebro, resultante de la actividad de millones de axones despolarizados mediante mecanismos de ósmosis para propagar impulsos nerviosos (para una explicación de como funciona la cosa húmeda, ver aquí, y aquí). La actividad eléctrica se representa mediante el típico diagrama de ondas; como todos sabéis, toda onda se distingue por los parámetros de frecuencia, amplitud y forma. La electroencefalografía no sería particularmente excitante si no fuera por los potenciales evocados, que son cambios en el patrón base de actividad, a partir de estímulos (normalmente visuales), que se presentan al sujeto.

    Vale, cuando me enrollo puedo ser un gran pelma.

    Pero es que nuestro amigo Farwell, simpático investigador que no publica ya nada apreciable desde 1993, y que se dedica ahora al peritaje semi-cinematográfico con sus cacharros, afirma que "el brain fingerprinting no tiene nada ver con las emociones [...] simplemente detecta científicamente si una persona está diciendo o no la verdad". Pronto usará este sistema en el caso de un condenado a muerte en Okhlahoma, Jimmi Ray Slaughter. Si yo fuera Farwell, probaría un poco más el sistema antes de usarlo para algo tan delicado, puesto que lo más probable es que sea muy poco fiable.



    Para empezar, afirmar que el EEG no tiene que ver con las emociones es una sandez, y él lo sabe - o eso espero. Usar el viejo truco cartesiano de las "emociones sucias" para promocionar un sistema de "razón pura" ya no es una excusa válida. Sobre la detección de la verdad, eso tampoco es cierto: la presencia del potencial evocado P300 no supone nada. Se descubrió en 1964 y se asocia normalmente con respuestas de orientación y sorpresa. Por ejemplo, cuando oímos sonar el teléfono. Puede que una pregunta pille desprevenida a una persona, y esto sea suficiente para causar un P300; o que un sujeto dotado de gran imaginación se ponga a tantear en su cerebro imágenes mentales muy parecidas a las del crimen. Puede incluso que haber presenciado el crimen, pero no haber sido el ejecutor, sea suficiente para desencadenar un potencial evocado MERMER (como él lo llama, el muy bromista).

    ¿Es eso una evidencia suficiente como para meter en la cárcel a alguien? Mi respuesta es no. Es mejor el viejo método Sherlock Holmes.

    [Publicado originalmente aquí]

    ¿Dura el amor romántico 12 meses?

    En dialecto romano existe una palabra, aridaye. Significa algo así como "ale, otra vez" o "ale, ha(n) vuelto a hacerlo". Es lo que he murmurado al leer esta noticia en los periódicos: "Brain's 'true love' lasts only a year". Según la nota de prensa:

    Italian scientists have determined the brain chemical fired up when a person meets a "true love" doesn't last a lifetime, but rather, just 12 months.

    When a person falls in love, levels of a protein called Nerve Growth Factor skyrocket, researchers from the University of Pavia found.

    "We have demonstrated for the first time that circulating levels of NGF are elevated among subjects in love, suggesting an important role for this molecule in the social chemistry of human beings," said Dr. Enzo Emanuele, who led the study.


    Qué miedo.

    Estos estudios me asustan. No por las implicaciones, sino por las debilidades que pueden contener a nivel metodológico. Y por la repercusión en los medios de comunicación de masas; os lo podéis imaginar: que si el amor verdadero dura sólo 12 meses, que si enamoramiento no es lo mismo que amor, que si la pasión resiste esto o lo otro, que si hay ejemplos que contradicen el estudio... En general nadie se interesa por definir los términos, ni mucho menos por leer el artículo original (¡ja!).

    Bueno, yo sí lo he léido. Claro que no es de acceso muy público (excepto el abstract). Si tenéis una suscripción a ScienceDirect, el artículo es "Raised plasma nerve growth factor levels associated with early-stage romantic love", a punto de publicarse en Psychoneuroendocrinology.

    Cuando se trata con un constructo tan ambiguo como "amor romántico", uno no puede evitar cierto escepticismo hacia estudios facilones. Resulta difícil conjugar la investigación del sustrato biológico de las emociones humanas con la complejidad antropológica de éstas. No estoy diciendo que el reduccionismo sea malo. Creo que, a veces, es sencillamente inadecuado (como la sociobiología). Pero veamos qué dice el artículo.

    En la introducción los autores explican que el amor romántico es un proceso que:

    begins with falling in love, a subjective experience characterized by intense focused attention on a preferred individual, obsessive thinking about him or her, emotional dependency on and craving for emotional union with this beloved, euphoria and increased energy (Tennov, 1979)


    Descripción que puede estar muy bien, pero que dudo mucho que pueda ser universal. Aún así yo también creo que existen componentes universales en algunas partes del proceso de enamoramiento, relacionados con emociones básicas como el miedo, la ansiedad, etcétera.

    Esto ha llevado al equipo de la Universidad de Pavía a estudiar el fenómeno en relación con el NGF (Factor de Crecimiento Nervioso), una proteína importante para la supervivencia de algunas clases de neuronas (Rita Levi-Montalcini ganó el Premio Nobel por su descubrimiento). Pues bien, se sospecha que estos NGF tengan un papel como mediadores conductuales (ver el artículo de Branchi et al. de 2004). A partir de ello los autores pensaron que podía ser interesante montar un experimento con NGF y amor romántico.

    Así que reclutaron sujetos. ¿Cómo?

    "From August 2002 to December 2003, potential participants required to be 'truly, deeply and madly in love' were recruited by word of mouth and with flyers seeking individuals who were recently fallen in love. [...] In addition, all individuals were ascertained to spend at least 4 h a day in thinking about the romantic partner.


    Es decir, que pillaron gente que afirmaba estar "muy enamorada" (¿salida?) y "comprobaron" que pensaran por lo menos durante cuatro horas al día acerca de su significant other, en plan onanismo mental. Luego les pasaron cuestionarios típicos de ansiedad y depresión, y una curiosa escala, la Passionate Love Scale.

    Después, eligieron 58 sujetos "enamorados", 38 mujeres, 20 hombres, nacionalidad italiana, y rango de edades entre 18 a 31 - se ve que después ya no hay enamoramiento. Luego dos grupos de control de tamaño y características parecidas: el primero, con sujetos con una "relación estable" (definida con una media de 49 meses +/- 19) y otro grupo de "singles". Puesto que soy malo, deduzco que según los investigadores las personas con relación duradera y los solteros no sienten pasión ni son capaces de enamorarse.

    Después de haber sacado muestras para el recuento de NGF, pasaron al análisis de datos, en el que la puntuación individual de la Passionate Love Scale (cuestionario de 15 ítems y aspecto debilucho) era variable dependiente; mientras que edad, sexo, otras puntuaciones psicométricas y niveles de NGF actuaban como predictores. Aquí la tabla para el NGF y otros factores similares:



    Efectivamente, parece haber una diferencia significativa. Esto es, los sujetos enamorados parecen tener significativamente más NGF en su plasma que los solteros o los emparejados de toda la vida. Niveles que, por otro lado, no se correlacionan con las demás escalas de ansiedad y depresión. Tampoco el tiempo empleado en pensar sobre el partner parece relevante. Ahora bien, mirad el diagrama de dispersión para el enamoramiento medido con la PLS y los niveles de NGF:



    Pelín penoso, ¿no? Pero bueno, es una cuestión estadística. Y ahora es cuando llega el punto crucial: los investigadores hicieron un retest pasado cierto tiempo (12/24 meses), con sujetos (39) que habían solidificado la relación, pero que "ya no se encontraban en el mismo estado mental": la puntuación en la PLS había bajado, y los niveles de NGF, también. Con estos resultados, los autores afirman que es "tentador" pensar que el NGF tenga un rol en los "mecanismos moleculares del amor romántico humano" (sic). Y mejor que así sea, pues correlación NO es relación causal. Terminan admitiendo que:

    Given the complexity of the sentiment of romantic love, and its capacity to exhilarate, arouse, disturb, and influence so profoundly our behaviour, further investigations on the neurochemistry and neuroendocrinology of this unique emotional state are warranted.


    ¿Qué ha interpretado la prensa a partir de este artículo? Pues que la pasión se termina a los 12 meses. Catapún. Así, sin más. Certeza 100% científica, un hecho. ¿Interpretaríais vosotros eso? ¿Diríais que el "amor romántico" (constructo subjetivo y cultural) se "termina" tras un año porque los niveles de NGF (proteína relacionada con multitud de cosas distintas) han bajado?

    En otras palabras, ¿diríais que se acabó el invierno porque ha dejado de nevar?

    [Publicado originalmente aquí]

    Neuropsicología de la Risa

    Que la risa fuera algo positivo, ya se sabía. Que nos hacía pasar un buen rato, también. Pero Allan Reiss, investigador de la universidad de Stanford, ha ido más allá. En este artículo de la revista Neuron (también disponible en PDF), lleva a cabo un estudio mediante Resonancia Magnética Funcional, una técnica de neuroimagen, para describir las bases cerebrales de la risa.



    El diseño experimental es bastante sencillo: eligieron 42 tiras cómicas - previamente clasificadas por otro grupo de sujetos en las categorías de "divertidas" y "no divertidas" (lo cual es ya de por sí bastante subjetivo - yo me parto con Dilbert y no con Garfield). Después de haber elegido estos estímulos, se administraron a los sujetos (¡sólo 19!) durante la sesión de fMRI, teniendo estos que pulsar un botón si consideraban graciosa la tira cómica o no. La hipótesis afirmaba que las tiras cómicas hubiesen activado algunas zonas de comprensión del lenguaje y - punto fuerte - los núcleos dopaminérgicos mesolímbicos, como el Núcleo Accumbens. Son las estructuras relacionadas con el refuerzo (y con las adicciones, algo que a los periodistas les interesó mucho).

    El análisis de los resultados muestra que, además de las zonas de procesamiento semántico, las tiras cómicas causaban activación significativa en algunas estructuras subcorticales implicadas en el refuerzo (la base del condicionamiento operante). Los autores también explican que:

    Functional connectivity within this network of subcortical regions has been demonstrated in oral amphetamine and cocaine infusion studies, reflecting the prominent role of dopaminergic signaling in drug rewards.


    Lo cual ha llevado algunos periodistas entusiastas a afirmar que la risa es una droga, algo bastante precipitado y, en mi modesta opinión, falso. La risa es saludable, y su valor "hedónico", esto es, "referido al placer", es positivo (que es la conclusión de los autores). Es decir, la risa es buena - cosa que sabíamos. De ahí a decir que la risa es una droga como la cocaína, hay un trecho, más aún teniendo en cuenta que los núcleos subcorticales se activan cada vez que algo placentero se cruza con nosotros.

    En este sentido, hay que tener "cuidado" con los papers de neurociencias: el cerebro es tan complejo que lo único que podemos hacer en muchas ocasiones es lo siguiente:

    - Presentar estímulos a un sujeto normal o lesionado
    - Medir qué zonas de la caja negra se calientan o se ponen a bailotear
    - Revisar la literatura acerca de lesiones cerebrales y experimentos con ratas
    - Poner en relación la supuesta función con los estímulos presentados

    Las técnicas de neuroimagen son un método excelente para llevar a cabo descubrimientos interesantes, pero la misma naturaleza "cerrada" del cerebro dificulta sobremanera la investigación. A veces se tiene la impresión de estar asistiendo a un test proyectivo, en el que el neurocientífico empieza a crear hermosos castillos encima de las manchas de color de una tomografía o de una resonancia magnética. Como en todo, hay que ser cauteloso y hacer las cosas bien, para evitar así sensacionalismos periodísticos. ¿O acaso los sensacionalismos se buscan de forma intencionada?

    Por cierto, parece mentira lo poco que se ha investigado acerca del humor y de la risa. ¿Tiene alguien referencias bibliográficas al respecto? Podría convertirse en mi campo de interés (¿por qué será?)...

    [Publicado originalmente aquí]

    Poesía y Cerebro

    El 9 de octubre de 2003 se publicó esta noticia: un team de psicólogos de la universidad de California llevó a cabo un interesante estudio con resonancia magnética funcional para averiguar si la exclusión social "duele" tanto como una herida física. ¿Suena peculiar, verdad? Lo es, pero la investigación parece estar bien hecha, y es esa clase de preguntas que devuelven sentido a la neurociencia.

    Siguiendo una tendencia en alza, uno de los componentes del grupo de trabajo, Matthew Lieberman, ha dejado su paper en PDF colgado en la web (está disponible aquí). Kipling Williams, el tercer investigador implicado, de la universidad Macquarie de Sidney, ha colgado a su vez el software utilizado en el experimento. ¡Esto sí que es usar Internet! Veamos el abstract en inglés:

    A neuroimaging study examined the neural correlates of social exclusion and tested the hypothesis that the brain bases of social pain are similar to those of physical pain. Participants were scanned while playing a virtual balltossing game in which they were ultimately excluded. Paralleling results from physical pain studies, the anterior cingulate cortex (ACC) was more active during exclusion than during inclusion and correlated positively with self-reported distress. Right ventral prefrontal cortex (RVPFC) was active during exclusion and correlated negatively with self-reported distress. ACC changes mediated the RVPFC-distress correlation, suggesting that RVPFC regulates the distress of social exclusion by disrupting ACC activity.


    En pocas palabras, el estudio se sirvió de la inducción de un sentimiento de exclusión social (en este caso, ser excluido de un juego participativo), y monitorizó la actividad cerebral pertinente. La idea es sencilla, pero no por ello es mala, sino todo lo contrario. Naturalmente, no todo es tan claro como lo cuentan los grandes periódicos:

    The anterior cingulate cortex (ACC) is believed to act as a neural "alarm system" or conflict monitor, detecting when an automatic response is inappropriate or in conflict with current goals. Not surprisingly, pain, the most primitive signal that "something is wrong", activates the ACC. More specifically, dorsal ACC activity is primarily associated with the affectively distressing rather than the sensory component of pain.


    Ahora bien, etólogos y psicólogos estarán de acuerdo con los investigadores en señalar la enorme importancia que tiene la socialización para la especie humana. ¿Qué implica para un organismo tan social, ser excluido de un grupo o llevar a cabo una acción que conduzca a tal acontecimiento? Todos sabemos, por experiencia y sentido común, que el rechazo "duele". Recuerdo en particular cuando, al tener diez años, los compañeros no me querían en los equipos de fútbol ("oooh, pobrecito"). Eso me puteaba bastante. Mucho más tarde, y en una escala mucho más dolorosa, están los grandes rechazos sentimentales. Prácticamente todos los poetas han plasmado este tipo de sensaciones. Leed, por ejemplo, la Rima XLII de Gustavo Adolfo Bécquer:

    Cuando me lo contaron sentí el frío
    de una hoja de acero en las entrañas;
    me apoyé contra el muro, y un instante
    la conciencia perdí de dónde estaba.

    Cayó sobre mi espíritu la noche,
    en ira y en piedad se anegó el alma.
    ¡Y entonces comprendí por qué se llora,
    y entonces comprendí por qué se mata!


    Desde luego que es más romántica la poesía que una sesión de neuroimagen funcional. Pero eso no quita que ambos aspectos puedan "casarse" entre sí. En cierto sentido, el interesantísimo paper de Lieberman y compañía, publicado nada menos que en Science, demuestra algo que los poetas ya sabían, pero lo hace con un lenguaje diferente: los seres humanos detestamos la soledad si no es autoimpuesta, y el rechazo nos causa dolor.

    Es magnífico que las neurociencias se acerquen de vez en cuando al mundo de la poesía :)

    [Publicado originalmente aquí]

    ¡A divulgar la psicología!

    Bueno, ahora que ya vamos asentando el diseño final de la nueva Psicoteca, y a falta de ultimar algunos detalles, permitidme el honor de inaugurar esta, espero, larga cadena de aportaciones y debates. Que no se diga que no doy ejemplo.

    Lo primero de todo, quería comentar que de momento ya he recibido bastantes aceptaciones a las invitaciones para participar en la web. Es algo que me llena de emoción, pero sé que luego lo difícil es buscar un tema y ponerse a escribir. ¡A mí me lo vais a decir, que tengo uno de los blogs con peor actualización de todo internet! :-P
    Aun así confío en vosotros porque sé que os apasiona la psicología, tanto o más que a mí. Os espero aquí mismo.

    Hoy he estado dándome un garbeo bastante exhaustivo por la red (no me toméis lo de "exhaustivo" al pie de la letra), buscando webs de divulgación sobre psicología en habla hispana. No sorprenderé a muchos de vosotros si digo que el panorama es desolador, con muy honrosas excepciones. Tenemos unas cuantas páginas de calidad más que aceptable, aunque lo habitual es que tiendan bastante hacia la psicología clínica, dando esa (equivocada) sensación de que tooooda la psicología se reduce al ámbito de la aplicación terapéutica. Hay pocos articulillos de corte más teórico y básico, ¿tal vez porque no le interesan a la gente? Ya veremos. Me da que esto es como los programas de la tele: que el personal consume lo que le ofrecen.
    En cuanto al resto, poca chicha: puede convivir en la misma página un artículo sobre terapia conductual con uno sobre grafología o sobre ¡tratamiento con gemas! (¡Qué psicológico!).
    En general advierto poco rigor en la mayoría de las webs que pretenden abordar "la psicología". Así no me extraña que el gran público tenga ese batiburrillo mental y confunda las churras con las merinas. Los tarotistas son "psicólogos", igual que los homeópatas, los santeros ascetas y los que te venden enciclopedias en la puerta de tu casa. Hasta mi vecina, que cuando tienes un problema sabe escucharte y aconsejarte muy bien, dice que es muy buena "psicóloga".

    Y ante este panorama, cómo decirlo, tan poco amable, podemos reaccionar de muchas maneras. Yo ya he repetido en ocasiones que gran parte de la culpa es nuestra. Nos hace falta más actitud pedagógica. En otras ramas de la ciencia han contado con divulgadores de la talla de S. J. Gould o Carl Sagan (Arsuaga es otro de los que me chiflan), que han tenido gran difusión y han vendido libros como rosquillas. Y aun así, eso no ha impedido que la peña siga creyendo en OVNIs o se deje engañar por los creacionistas. ¿Qué no sucederá en el campo de la psicología, donde el esfuerzo divulgador ha sido mucho más escaso?
    Por eso me anima la aparición de personajes como Pinker, que empiezan a ser best-sellers en nuestro campo: aunque criticado por nuestros propios colegas (tal vez con muy buenas razones), no deja de ser un divulgador de prosa fácil al que entiende (o medio-entiende) casi todo el mundo.
    Y por eso también pongo mucha ilusión en este nuevo viaje que inauguramos ahora. He visto cómo los blogs pueden contribuir a la difusión de las ideas científicas y el pensamiento racional. Ahí están mis admirados Paleofreak, Biomaxi, Cibernesto, etc. Ahora nos puede tocar a nosotros. Espero que, poniendo un pie delante del otro, contribuyamos a hacer algo de luz. Cuesta mucho esfuerzo, pero, ¿acaso no merece la pena?

    Un abrazo para todos.

    La psicología y sus demonios

    Por Oskar Pineño
    (Publicado originalmente en la antigua web de Psicoteca, 2004).

    En este artículo, muestro mi opinión personal sobre algunos de los problemas (aquí tratados como demonios) de los que, desde mi punto de vista, adolece la psicología. Se trata meramente de hacer ejercicio de crítica (y autocrítica) para sacudirme estos demonios de mi conciencia. Se trata, también, de pensar seriamente sobre qué va mal en nuestra ciencia psicológica y de entrever que esta situación no podrá mejorar mientras nuestra desidia no nos mueva al cambio. Se trata de buscar la sonrisa cómplice del lector y, por qué no, de remover las entrañas de quien se vea identificado en alguno de los cuatro demonios aquí tratados. Se trata, en definitiva, de purgar algunos de nuestros pecados a través de la reflexión y la ironía.


    Abducciones, OVNIs que son contemplados por cientos de atónitos espectadores, conspiraciones del gobierno por ocultar pruebas de la existencia de vida extraterrestre, extrañas señales en campos de cultivo en Inglaterra, una misteriosa cara que aparece en una fotografía de la superficie de Marte… estas cuestiones, entre otras tantas, son las que Carl Sagan trata en su obra "El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad". En esta obra, Sagan (1934-1996), brillante científico y divulgador, ataca uno por uno dichos argumentos desde su punto de vista escéptico, propio de todo buen científico. Para un hombre que deseaba creer en la existencia de vida extraterrestre (participó activamente en la defensa del proyecto SETI, del cual trata en su novela "Contacto"), todo argumento basado en charlatanería popular merecía ser rebatido enérgicamente.


    Carl Sagan

    En sus estocadas personales a los demonios del mundo, Sagan no dudó en recurrir a explicaciones psicológicas para refutar todos y cada uno de estos argumentos. El ser humano, desde su punto de vista, ha tenido siempre necesidad de creer en lo paranormal. Del mismo modo que nuestros ancestros recurrían a la intervención de espíritus de diversas índoles para explicar determinados fenómenos, en nuestra sociedad tecnológica actual estos espíritus no tienen gran cabida, por lo que los hemos reemplazado por seres extraterrestres. Estas creencias y expectativas influyen, según Sagan, en procesos psicológicos básicos, tales como percepción (las luces que vemos en el horizonte pueden no provenir de un OVNI, pero se parecen tanto a ese OVNI que creemos estar viendo…) y memoria (ese vívido sueño en el que seres de ojos almendrados nos analizan mientras yacemos desnudos en una mesa de operaciones se torna en una vaga memoria de algo que pudo haber ocurrido).

    En definitiva, Sagan acertadamente supo dar respuesta a todos aquellos temas que, provenientes de las creencias populares, invadían su preciado objeto de estudio científico: la cosmología. Desafortunadamente, en psicología, una disciplina donde la superchería y el oscurantismo superan con creces el quehacer de los científicos, carecemos de una personalidad con el talento y la energía de Sagan para atacar nuestros propios demonios. A un nivel muy modesto, es mi intención en este artículo el mencionar cuáles son, desde mi punto de vista personal, algunos de los demonios propios de la psicología.

    Demonio #1. Toda persona puede opinar sobre psicología. Cierto profesor comentó acertadamente en uno de mis cursos como estudiante de licenciatura que, mientras que nadie osaría rebatir a un físico una explicación sobre elasticidad de materiales, toda explicación ofrecida por un psicólogo puede tener réplica inmediata por parte de cualquiera. En principio, todos poseemos una mente, la cual nos pertenece exclusivamente a cada uno de nosotros y de la que tenemos (presuntamente) un conocimiento inigualable. Es por esto que toda persona se ve capacitada para opinar sobre psicología. La premisa es que toda opinión es igualmente válida de cara a ofrecer una explicación plausible de la conducta humana. Sin embargo, todos nosotros somos seres vivos, pero no todos mostramos afán alguno por defender nuestras propias teorías biológicas (salvo los creacionistas, quienes rebaten los argumentos de los biólogos evolucionistas Biblia en mano -no se pierdan esta página web sobre creacionismo científico, no tiene desperdicio-). Algo tiene, por tanto, la psicología que no tienen otras ramas de la ciencia. Algo que la hace lo suficientemente flexible como para encajar en una discusión acalorada durante un café.

    A menudo, la psicología se parece más a un foro de discusión donde todo tiene cabida que a una rigurosa área de estudio científico. El problema no reside en si se puede opinar sobre psicología… ¡claro que se puede! Es más, opinar y escuchar opiniones ajenas, compartir información y puntos de vista… son actividades enriquecedoras y esenciales para los propios científicos. El problema, por tanto, no está en el mostrar una opinión, sino en si ésta goza del apoyo de evidencia empírica. Y aquí hay que distinguir entre aquellos que opinan sobre psicología sin conocimiento alguno pero sin mayor pretensión que la de participar en una discusión entre amigos (algo inofensivo) y aquellos que se presentan como científicos dotados de un profundo conocimiento y que, sin embargo, no son sino charlatanes de feria (algo potencialmente peligroso). Estos falsos científicos son alimañas que se nutren de la ciencia para sus propios propósitos. Y no duden en pensar que su mayor propósito será el de sacar dinero a todo aquél o aquella que haya sido lo suficientemente incauto/a como para caer en su trampa. Esta gente tratará de hacer que usted compre sus libros de autoayuda o esos irrisorios CDs de programación subliminal, que asista a sus absurdos cursillos sobre bioenergética, o que compre fabulosos minerales que acabarán con todos sus problemas (ojalá fuera tan sencillo como frotarte una gema).

    Usted es libre de decidir qué información es la que prefiere, la de un científico o la de un charlatán sin escrúpulos. No obstante, deténgase a pensar antes de actuar: cuando tiene una dolencia física, ¿acude al médico de su ambulatorio u hospital o a un curandero vudú?

    Demonio #2. La psicología "de verdad" no vende. Desafortunadamente para los que tratamos de hacer una psicología científica, nuestro trabajo no vende. Uno acude a la sección de psicología en una gran librería y asiste con horror a un desfile de libros que deberían estar en la sección de Superchería Popular. Libros que prometen mejorar tu memoria, tu vida social y sexual, libros que ofrecen tests psicológicos sólo superables por los de la Super-Pop y Nuevo-Vale. Uno trata de buscar con rápidos movimientos sacádicos un libro de texto de psicología, y nada. Finalmente, frustrados, acudimos al dependiente y nos confiesa que no, que ese libro hay que solicitarlo a la editorial y que llegará, en el mejor de los casos, en unos días.

    He tratado de encontrar determinados libros de psicología, libros que son ya clásicos en nuestra área por su gran calidad científica, y muchos de ellos están descatalogados. Quizá fueran comprados en su día por esos seres extraños que eran profesores universitarios en el momento de su primera edición, incluso puede que lo aconsejaran o impusieran a sus alumnos como parte del curso. Pero esos libros no fueron lo suficientemente exitosos como para asegurar su reedición (las editoriales son, en primera instancia, empresas y, como tales, buscan vender su producto; la divulgación del conocimiento es un efecto colateral). Ahora, uno puede encontrar algunos de esos ejemplares esperando un nuevo dueño en el mercado de segunda mano de Amazon o Half-Ebay, por unos precios escandalosos (algunos de ellos por ser demasiado baratos, otros por alcanzar precios inasequibles). Sin embargo, la charlatanería se mantiene en buena forma en las estanterías de las librerías. En ocasiones, estos libros no llegan ni a la estantería, son apilados en el suelo porque la gente se los disputa con una agitación propia del que cree saber lo que compra. La única diferencia entre algunos libros sobre autoayuda y "El código Da Vinci" es que Dan Brown, autor de éste último, fue lo suficientemente honrado como para dejar claro que su libro es una obra de ficción.

    En cualquier caso, aún hoy en día la ciencia encuentra un pequeño lugar en las estanterías de algunas librerías. Y quizá éste sea su último bastión, porque en los medios de comunicación lo tiene aún más complicado. No hace falta más que cinco minutos para comprender que la televisión no va a hacer un esfuerzo excesivo por divulgar conocimiento científico (salvo algunas excepciones notables en TVE-2, esa cadena que todos decimos ver mientras nos dejamos seducir por los excitantes debates de actualidad sobre la vida de los famosillos). Nadie dijo jamás que la televisión tuviera que cumplir una función cultural e instructiva. Sin embargo, nos hallamos ante una televisión que lejos de ayudar a la comunidad científica, difunde pseudociencia con una total carencia de escrúpulos. Lo hace porque, al contrario que la ciencia, la pseudociencia vende (o eso dicen los índices de audiencia). Y lo peor de todo es que ya ni nos sorprende.

    Demonio #3. Pseudocientíficos en la propia psicología. Este tercer demonio de la psicología es quizá el más peligroso de los expuestos hasta el momento. La psicología es, tal como la conocemos hoy en día, en su mayor parte acientífica. Me estoy refiriendo a muchísimas de las ramas de esta área de estudio que se imparten en cursos universitarios regulares y, sobre todo, en los denominados "de verano". Cuando un estudiante de psicología recapacita sobre su propia carrera, es posible percibir que gran parte del temario necesario para poder obtener el título de licenciado, está plagado de asignaturas infumables que no requieren de otra cosa que un acto de fé. Freud y su escuela psicoanalítica es algo que ciertamente irrita a todo aquél con una visión científica de la psicología (véase los artículos de Fernando Blanco en esta misma web), pero no es lo único (personalmente, nunca me convenció mucho la técnica gestáltica de la silla vacía). Sin embargo, el efecto sobre la mayor parte de los estudiantes parece ser el contrario. Resulta alarmante comprobar cómo estas materias se convierten en las preferidas de los aspirantes a psicólogos mientras que materias científicas (generalmente procesos básicos y psicobiología) generan un gran rechazo entre la mayoría.

    La razón de la desazón de los estudiantes de psicología ante las asignaturas de carácter científico viene ligada a los demonios anteriores: los alumnos se quejan de que estas materias son duras y requieren de algo más que una mera memorización de los contenidos. Requieren pensar críticamente y, claro, esto es algo para lo que no se nos ha preparado debidamente. Parte de la responsabilidad de esta dificultad para digerir las materias científicas de la psicología se halla en el propio sistema educativo, el cual fomenta la absorción acrítica de contenidos, haciendo hincapié en que no importa de dónde proviene una teoría (ni si ésta se encuentra aún en proceso de evaluación o incluso si fue sustituida siglos atrás por otra más completa y precisa). Lo que importa es memorizar lo que haga falta para aprobar la asignatura. En consecuencia, cuando un alumno se encuentra posteriormente ante un temario en el que no existen verdades absolutas, sino evidencias experimentales y teorías contradictorias, reina el desconcierto. Como resultado, el estudiante se aferra a aquellas ramas de la psicología que producen una mayor sensación de estabilidad y acercamiento a la verdad. Y, de este modo, la línea que separa al licenciado en psicología del pseudocientífico se va tornando difusa.

    Demonio #4. Somos nuestro mayor enemigo. Sí, señores, nosotros mismos (los que hacemos psicología científica) somos nuestro mayor enemigo. Éste es nuestro cuarto demonio en la psicología. Lo somos porque, en nuestro gran afán por ser competitivos y encajar en el competitivo mercado laboral (encontrar nuestra propia plaza como profesor, por ejemplo), nos obcecamos en lanzar el mayor número de publicaciones y presentaciones en congresos. Y en este camino desesperado por encontrar nuestro lugar en el mundo académico olvidamos el motivo por el que hacemos ciencia. Hacemos ciencia porque nos gusta, porque nos recrea, porque nos completa como personas. (Puedo resumir esta idea mencionando una de mis citas preferidas, de Richard Feynman "La ciencia es como el sexo: algunas veces ocurre algo de utilidad, pero esa no es la razón por la que la hacemos".)

    Y hacemos ciencia también porque consideramos que el público en general tiene derecho a conocer cómo funciona nuestro mundo. Nuestro deber último es aportar una pequeña pincelada al lienzo en el que reproducimos los mecanismos de todo aquello que nos rodea, incluso de nosotros mismos. Nuestros artículos tienen como único objetivo aportar nuevo conocimiento, sin necesidad alguna de que dicho conocimiento tenga una aplicación final en el mundo real (al menos, éste no es nuestro objetivo como científicos, lo es de los tecnólogos). No obstante, tenemos también la opción y la obligación de hacer llegar a la gente nuestros conocimientos, de divulgar nuestra ciencia, haciéndola comprensible sin tener, por ello, que adulterarla para hacerla más atractiva. Mientras nosotros, científicos, nos mantengamos impasibles ante el avance de la pseudociencia, estaremos traicionando la razón última por la que nos dedicamos una de las más bellas profesiones.

    Pandemonium. En mi exorcismo personal, he tratado cuatro de los demonios que, desde mi punto de vista, se han apropiado del alma de nuestra ciencia psicológica. Hay más, muchos más. Quizá deba enfrentarme a ellos en una segunda entrega. Por el momento considero que, si bien no he destruido ninguno de los cuatro demonios aquí tratados, al menos los he identificado. Coincidirán conmigo aquellos que practican psicoterapia que el primer paso es reconocer la existencia de un problema e identificar la naturaleza del mismo. Ahora nos queda un largo camino por recorrer, hasta lograr la completa erradicación de nuestros males.

    Fuente original de este artículo:
    Pineño, O. (2004). La psicología y sus demonios. Psicoteca, http://www.psicoteca.com

    Las moscas también aprenden

    Por Fernando Blanco.
    (Publicado originalmente en la antigua web de Psicoteca, 2003).

    En ocasiones, los psicólogos experimentales utilizan en su trabajo animales muy distintos del ser humano, como es el caso de la mosca de la fruta. La distancia que nos separa a ambas especies obliga a los investigadores a emplear todo su ingenio a la hora de plantear situaciones experimentales.


    Cuando los psicólogos experimentales plantean experimentos con animales, éstos deben entenderse como un ejercicio de analogía, destinado a obtener un conocimiento que pueda ser generalizado al ser humano (de otro modo sería complicado justificar la utilidad práctica de los mismos). Por eso, los animales escogidos en este tipo de investigaciones deben proporcionar, además de un manejo sencillo y unas aptitudes determinadas para facilitar el proceso experimental, una adecuada constitución psíquica y fisiológica que permita este trasvase de información, desde los sujetos animales hasta el ser humano, el objeto de estudio real. Los elegidos suelen ser mamíferos y aves, los considerados "superiores" entre los vertebrados (aunque, desde el punto de vista de un evolucionista entusiasta como yo, esta calificación no puede ser más desafortunada). Sin embargo, otras especies con características muy distintas podrían servirnos para indagar en los entresijos de la conducta. La estrella indiscutible en los laboratorios de genética y biología, por ejemplo, es la famosa "mosca de la fruta", Drosophila Melanogaster, cuyo imponente nombre le resultará probablemente familiar al lector.

    Las características de este insecto lo convierten en el mejor amigo del investigador biólogo: su ciclo vital es de muy corta duración (no viven más de una semana en estado salvaje), con lo que podemos criar en poco tiempo docenas de generaciones con cientos de individuos; su genoma es reducido (tan solo 4 pares de cromosomas, frente a los 23 de la especie humana) y por eso mismo ha sido bien estudiado (fue secuenciado completamente en el año 2000). Estas propiedades hacen de Drosophila el sueño de todo "Dr. Frankenstein" con ganas de estudiar cómo influyen las mutaciones genéticas en determinados ámbitos de la vida y de la conducta (podemos aislar cepas mutantes, por ejemplo), y nos permiten abordar fenómenos como el aprendizaje desde un enfoque genético o bioquímico con gran libertad de acción, algo prácticamente impensable hoy por hoy con otras criaturas más complejas. Actualmente existen bastantes equipos científicos trabajando en esta línea con moscas Drosophila (en España, Antonio Prado Moreno y sus colaboradores de la Universidad de Sevilla parecen ir en la vanguardia mundial).

    La contrapartida evidente es el pronunciado salto evolutivo que separa a la mosca Drosophila del Homo sapiens. Después de todo, el fílum de los artrópodos (al que pertenecen los insectos) y el nuestro propio, el de los cordados, han evolucionado por caminos independientes desde la "explosión de la vida" del periodo Cámbrico, hace más de 550 millones de años, por lo que toda extrapolación de estos estudios ha de ser tomada con cautela. Sin embargo, a nivel químico y genético, las semejanzas no son desdeñables. Parece que por aquel entonces el funcionamiento básico del ADN y los procesos de codificación cromosómica estaban ya bien establecidos, porque la mayoría de los genes de Drosophila tienen sus homólogos en el genoma de los mamíferos y funcionan de forma muy similar.

    Ahora viene la gran pregunta: ¿Cómo vamos a investigar el aprendizaje en unas criaturas tan extrañas para nosotros? Es relativamente fácil enseñar a una rata de laboratorio a presionar una palanca para obtener un poco de comida, pero esta vez la escala de tamaño y la distancia filogenética juegan en nuestra contra. Se nos hace difícil, ciertamente, ponernos en el lugar de una cosa que vive bajo un exoesqueleto quitinoso y muere a los pocos días de nacer... Precisamente es en estas situaciones especiales donde los científicos demuestran su ingenio, y la verdad es que no les ha faltado a la hora de proponer situaciones experimentales de aprendizaje para las moscas. Veamos un par de ejemplos, recogidos en un artículo de Hitier, Petit, y Prèat (2002):

    Para comprobar la memoria visual de las moscas, el Dr. Martin Heisenberg ideó un original sistema que podríamos llamar "simulador de vuelo", y que me parece un ejemplo fantástico de cómo las situaciones complicadas se pueden resolver con mucha imaginación. La mosca en cuestión se halla sujeta por un fino hilo de cobre conectado a un sensor que puede detectar las torsiones del mismo. De este modo, cuando la mosca en suspensión vuela en una dirección determinada, la torsión del hilo la delatará. Además, para infundir en nuestra pequeña amiga una sensación de auténtico movimiento, una pantalla panorámica a su alrededor irá girando para compensar sus cambios de dirección. Desde luego, ¡quién hubiera pensado que harían falta dispositivos tan sofisticados para estudiar a una inocente mosca de la fruta! Una vez colocada la mosquita en el "simulador", Heisenberg dispuso dos estímulos visuales en posiciones distintas frente al sujeto, que consistían en la figura de una T, bien derecha o bien invertida (boca abajo). En la fase de entrenamiento, cada vez que la mosca volaba en dirección a una de las figuras en concreto, una lámpara calentaba su abdomen produciéndole una sensación desagradable (se trata de un condicionamiento aversivo). Tras una serie de ensayos en los que la orientación hacia la figura escogida era castigada de este modo, se pasaba a una fase de prueba, exactamente igual pero sin estímulos aversivos, para comprobar si las moscas habían aprendido la lección. Así se comprobó que los insectos escogían preferentemente la dirección que no había sido asociada a la descarga. Efectivamente, parece ser que nuestras zumbantes compañeras son capaces de asociar una determinada figura geométrica con un peligro, aunque pasadas 24 horas sin recibir nuevo entrenamiento acaban por olvidar esta asociación y vuelan indistintamente en cualquier dirección.


    Preparación experimental de Martin Heisenberg.


    Otro procedimiento, bastante más frecuente en los laboratorios, es el de la llamada "escuela de moscas", y nos sirve para descubrir la memoria olfativa de estos animales. Las moscas de la fruta, como otros insectos, basan en el olfato todo su mundo social y la mayor parte de sus actos de comunicación. Las mariposas nocturnas hembra pasan toda la noche extendiendo por el aire determinadas sustancias llamadas feromonas que, al llegar a los receptores químicos del macho, actúan como una llamada nupcial irresistible. Otras feromonas pueden servir para reconocer a los miembros de la propia especie, marcar el territorio o señalar fuentes de alimento, de modo que actúan como las palabras de un insólito lenguaje químico, capaz de obrar maravillas de organización social como las colmenas de abejas que intrigaron a Charles Darwin. Es de esperar, por tanto, que el desempeño de un insecto en tareas que pongan a prueba su capacidad para trabajar con el olfato será más que eficiente. Precisamente para demostrarlo se idearon las primeras "escuelas de moscas" en los años setenta.

    Una "escuela de moscas" es una construcción bastante más sencilla que la del ejemplo anterior, y además proporciona conclusiones más sólidas al permitir el estudio de poblaciones enteras de insectos a la vez. Tan sólo es necesario encerrar a un grupo de moscas en un receptáculo por el que hacemos circular una corriente de aire cargada de diferentes olores, y cuyas paredes son electrificables a voluntad del experimentador (parece que la mayoría de los estudiosos que trabajan con moscas prefieren los estímulos aversivos, por algo será). Y ahora se trata de ir emparejando un olor concreto con la dolorosa sensación de la descarga eléctrica. Una vez concluidos los ensayos de condicionamiento, en la fase de prueba se permite a las moscas volar libremente entre dos estancias, cada una de ellas impregnada con uno de los dos olores. La mayoría de ellas acaba por instalarse en el habitáculo del olor no asociado con la descarga, demostrando que el aprendizaje ha tenido lugar.


    Procedimiento básico empleado en las "escuelas de moscas".


    Pero aún hay más. Dado que con este sistema podemos trabajar a la vez con poblaciones de docenas de individuos, el procedimiento de la "escuela de moscas" para el condicionamiento olfativo es útil para poner a prueba la capacidad memorística de distintas cepas mutantes en las que determinado gen ha sido desactivado, por ejemplo. De este modo, podemos ver si las alteraciones genéticas y bioquímicas influyen de algún modo en el proceso de aprendizaje y memorización, al comparar la proporción de moscas mutantes que se quedan en el compartimento equivocado de la "escuela" con la de las que hacen lo mismo de la variedad normal. Con este procedimiento se han descubierto variedades "amnésicas" de Drosophila, como la cepa dunce, descrita por Seymour Benzer en los setenta (Salomone, 2000) y que nos reveló importante información acerca de ciertas moléculas necesarias para aprender y retener cualquier asociación.

    Si el futuro de la investigación psicológica y neurológica del aprendizaje pasa inevitablemente por el estudio de los genes y las biomoléculas (como muchos románticos nos tememos), entonces estos humildes dípteros pueden representar una buena oportunidad para ir empezando el trabajo. Y por eso merecen nuestro agradecimiento. Como mínimo.


    Referencias bibliográficas
    Hitier, R., Petit, F. y Prèat, T. (2002) La memoria de la mosca. Mente y cerebro, 1, 32-38.
    Salomone, M. (3 de octubre de 2000) Misterios de la memoria. El País Semanal.


    Enlaces
    Prado Moreno (2003) División de neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide [documento www]. Dirección en internet: http://www.upo.es/depa/webdex/nrb/antoniopsp.htm
    La web de la división de neurociencias de la Universidad de Sevilla, donde el Dr. Prado Moreno realiza sus trabajos con Drosophila.
    Torralba Rubial, Antonio (2000) Scriptus Naturae [documento www]. Dirección en internet: http://scriptusnaturae.8m.com/pral/pral.html
    Uno de los más completos sitios de entomología (estudio de los insectos) que he encontrado en castellano. Además, cuenta con enlaces muy interesantes.
    Feld, M., Locateli, F., Freudhental, R., Merlo, E. y Romano, A. (2002) Bases moleculares de la memoria. ¿Qué nos enseña el cangrejo? [documento www]. Dirección en internet: http://www.quimicaviva.qb.fcen.uba.ar/entrevistas/memoria.htm
    En este breve artículo, unos científicos nos muestran sus hallazgos sobre la química de la memoria. Lo más sorprendente de todo es el sujeto que utilizan en sus investigaciones: los cangrejos.


    Fuente original de este artículo:
    Blanco, F. (2003). Las moscas también aprenden. Psicoteca, http://www.psicoteca.com