Por Ana Martínez, Mireya Sanz y Leire Cosgaya.
Artículo publicado originalmente en la vieja Psicoteca.
Nuestras familias han sufrido una gran transformación en los últimos años. Sin embargo, lo esencial está intacto. La familia sigue siendo la unidad básica de la sociedad, con una responsabilidad evidente en el desarrollo personal de sus miembros, en la socialización de los hijos y en suministrar el apoyo emocional tan necesario para todos los miembros de la familia.
Si nos centramos en los hijos y en la función socializadora, debe ser entendida como la responsabilidad asumida por la familia de proporcionar las condiciones oportunas que posibiliten la adquisición por parte de los hijos de una conciencia personal (capaces de ser responsables de sus actos, con autocontrol), una participación social (capaces de establecer relaciones sociales), una interiorización de las normas, valores y actividades de la cultura en la que están inmersos y una afectividad madura.
Todo ello contribuirá al necesario sentido de pertenencia, seguridad e identidad que todos los hijos necesitan para adquirir un nivel adecuado de bienestar físico, psíquico y social.
La responsabilidad que las familias deben abordar es inmensa y, a menudo, se realiza con escasos recursos sociales.
De todas las etapas que la familia va atravesando, posiblemente pocas sean tan difíciles como es la adolescencia. La adolescencia es un período desafiante para padres e hijos. La mayoría de las familias después de un grado de confusión y alteración, son capaces de cambiar las reglas y límites y reorganizarse para permitir a los adolescentes más autonomía e independencia. Sin embargo, hay ciertos problemas universales asociados con esta transición que generan innumerables tensiones y pueden terminar en una crisis familiar y/o en el desarrollo de síntomas en el adolescente o en los otros miembros de la familia. Pero tampoco podemos olvidar que todas las dificultades que tengan lugar en la familia acentuarán las dificultades que este periodo del ciclo vital familiar conlleva para el adolescente.
Los cambios en esta etapa tienen lugar a diferentes niveles. Por un lado, cambios físicos vinculados con la propia sexualidad o con la adquisición de identidad personal. Por otro lado, el grupo de iguales se convierte en un referente para ellos, amenazando con frecuencia las pautas establecidas en la familia. Las lealtades fuera de la familia aumentan, pero al mismo tiempo necesitan apoyo y aceptación por parte de sus padres, para desarrollar identidades fuertemente separadas, y permiso y ánimo para ser más responsables. La familia debe ser fuerte y flexible al mismo tiempo, para ser capaz de apoyar el crecimiento de los hijos.
Esto a menudo es más difícil si la díada matrimonial no funciona bien. En la medida en que los padres estén sobrecargados por su matrimonio serán incapaces de apoyar a sus hijos en su camino, acentuando sus dificultades.
Las principales reacciones de los hijos ante familias conflictivas, se circunscriben en torno a tres ejes:
a) El bienestar psicológico y físico: problemas externos de conducta (agresión, consumo de drogas...), problemas internos (depresión, ansiedad, retraimiento social), problemas somáticos (dolores de cabeza, dolores de estómago, vómitos, asma, eczemas, problemas de alimentación, alergias).
b) Las relaciones sociales (competencia social, relaciones íntimas).
c) Problemas académicos (menor rendimiento escolar o mayor problema de abandono de los estudios).
En este estudio nos hemos centrado en el bienestar psicológico y el rendimiento escolar, analizando la relación que mantienen con los vínculos familiares.
Muestra En el estudio han participado 1892 alumnos de enseñanza secundaria y bachiller, con una distribución similar entre chicos (51%, N= 965) y chicas (48,7%, N= 921).
VariablesLas variables estudiadas fueron las siguientes:
1. Percepción de los hijos del conflicto interparental: Se estudió el conflicto matrimonial desde la percepción del hijo, teniendo en cuenta tanto las características del mismo como su vivencia o evaluación por parte del mismo.
2. Comportamiento parental: Se recogió la percepción de los niños respecto al comportamiento de los padres y de las madres. Los ítems empleados plantean diferentes situaciones propias de la vida y educación familiar donde se refleja si las relaciones están basadas en el amor (en la evaluación positiva, el compartir, la expresión de afecto, el apoyo emocional), en el control (intrusividad, supresión de la agresión, control a través de la culpa) o en la hostilidad (irritabilidad, la evaluación negativa y el rechazo).
3. Satisfacción Familiar: Se estudió la satisfacción que experimenta una familia sobre su nivel de cohesión y adaptabilidad / flexibilidad.
4. Rendimiento académico: El rendimiento académico fue entendido como logro, comportamiento y dificultades en la realización de tareas académicas.
5. Bienestar psicológico: Se estudiaron las conductas de los hijos que podrían evidenciar sintomatología psicológica: síndromes internalizantes (ansiedad-depresión, quejas somáticas. Se trata de conflictos internos y de tensión psicológica), síndromes externalizantes (búsqueda de atención, conductas delictivas y conductas agresivas), problemas de pensamiento y problemas de relación.
ProcedimientoLos centros que formaron parte del estudio fueron seleccionados teniendo en cuenta criterios de representatividad y ajuste a la población total. Las variables previas consideradas fueron: el curso académico, el modelo lingüístico, el municipio y la titularidad del centro. Esta muestra forma parte de un estudio longitudinal que tendrá en cuenta los diversos niveles educativos de los alumnos entre 8 y 18 años a lo largo de tres años y que todavía está sin concluir.
Se cumplió rigurosamente con los requisitos de información y petición de permisos de todos los implicados (Directores, responsables académicos, profesores, padres y alumnos). La participación en el estudio fue voluntaria, respetando en todo momento la confidencialidad de los datos. Todos los materiales (cartas, documentos informativos, cuestionarios) se elaboraron en euskera y castellano.
A todos los centros participantes queremos agradecerles calurosamente su colaboración.
Análisis de resultados En general, nos encontramos ante una muestra caracterizada por bajos niveles de malestar psicológico y una estructuración y funcionamiento familiar adecuado y positivo. Estos resultados evidencian que la muestra está absolutamente normalizada y no presenta índices clínicos en ninguno de los aspectos estudiados.
Relación existente entre “las variables familiares y el rendimiento escolar” de los adolescentes.
En aras de una mayor claridad, iremos en orden describiendo las variables que más vinculación tienen con el rendimiento escolar, en base a las correlaciones encontradas.
Conflicto matrimonial La relación entre el grado de conflicto percibido entre los padres y el rendimiento de los hijos es evidente. Cuanto mayor es el conflicto percibido, peor es el rendimiento escolar, en todas las dimensiones estudiadas. Es decir, cuando el conflicto es mayor, disminuye el logro académico (las notas son peores y existe más tendencia a repetir curso), el comportamiento académico también empeora (tendencia a distraerse, a hablar en clase, a no realizar las tareas...) y aumentan las dificultades, es decir, la dificultad para concentrarse o el mayor cansancio a la hora de realizar las tareas.
En general, la nota media empeora y el número de suspensos aumenta.
Al estudiar las diferentes dimensiones analizadas en el conflicto observamos que:
-Cuando el hijo percibe que los conflictos entre sus padres se deben a cuestiones relacionadas con el/ella o bien se siente culpable por tales conflictos, aumentan sus problemas escolares.
-Cuando el conflicto es intenso, se percibe que durará en el tiempo, que es muy frecuente, y que a menudo los temas de discusión quedan sin resolver, el impacto es mayor.
-Cuando los hijos se implican en el conflicto con sus padres (triangulación) el rendimiento es menor.
Relaciones con el padre y con la madre Se observan correlaciones entre todas las subdimensiones estudiadas y el rendimiento escolar. Esto ocurre tanto en relación con la madre como con el padre.
La conclusión es clara: cuanto mayor es el amor percibido por los hijos en las relaciones con los padres y menor el control y la hostilidad mejor rendimiento se observa. Son los aspectos “amor y hostilidad” los que mayores correlaciones presentan.
Dentro del rendimiento escolar, aunque el impacto se manifiesta en todos los aspectos estudiados, quizá sea más evidente cuando nos centramos en el comportamiento escolar (hablar, distraer a los demás, no realizar las tareas, portarse mal en clase...) y en las dificultades para concentrase en las tareas.
Satisfacción familiar Quizá sea la variable más vinculada con el rendimiento escolar. Fueron aquellos alumnos que indicaron estar más satisfechos con su familia, los que mejor rendimiento demostraron, sobre todo en cuanto al comportamiento escolar.
Relación existente entre las variables familiares y el bienestar psicológico de los adolescentes.
Con respecto al conflicto matrimonial:
La correlación entre el conflicto matrimonial y el bienestar del hijo es muy elevada indicando que cuanto mayor es el grado de conflicto percibido peor bienestar psicológico manifiestan los hijos.
Entre los diferentes aspectos en los cuales se manifiesta el bienestar, es sobre todo en lo referente a los síndromes de internalización donde se encuentran las correlaciones más elevadas con el conflicto matrimonial. Es decir, los hijos manifiestan mayor tendencia a la depresión, a la ansiedad, a las quejas somáticas... Las manifestaciones también son evidentes en cuanto a los síndromes de externalización, es decir, conductas delictivas o agresivas. Por último, la búsqueda de atención por parte de los hijos ante situaciones de conflicto matrimonial, resulta patente. Cuanto mayor es el grado de conflicto mayor la búsqueda de atención constante por parte de los hijos.
Al estudiar las subdimensiones del conflicto, podemos obtener conclusiones interesantes:
-Los hijos que perciben menor eficacia en el afrontamiento de estas situaciones, que tienden a implicarse en el conflicto de sus padres y que sienten más amenaza percibida ante las discusiones interparentales, son los que más síntomas de ansiedad, depresión, quejas somáticas, o problemas de pensamiento manifiestan.
-Cuando los hijos se sientes responsables del conflicto, tienden a reaccionar con conductas más agresivas y de ruptura de las normas establecidas. También se observan correlaciones elevadas con la búsqueda de atención.
Relaciones padres-hijos: Mientras que la dimensión de “amor” en las relaciones favorece el bienestar psicológico, el control y la hostilidad, parecen disminuirlo. Los mismos resultados obtenemos en ambos padres.
La subdimensión con mayor relación con el bienestar de los hijos es el grado de hostilidad percibido, seguido de la subdimensión de amor.
Cuanta mayor hostilidad se percibe, mayor sintomatología, sobre todo relacionada con síndromes de externalización (conductas delictivas, agresivas o de búsqueda de atención)
Cuanto menor amor se percibe en la relación con los padres, mayor sintomatología, sobre todo relacionado con síndromes de internalización (depresión, ansiedad, quejas somáticas...).
Satisfacción familiar: La satisfacción con la propia familia, vuelve a ser una variable relevante, con una importante relación con la sintomatología manifestada por los hijos. Cuanto peor es la satisfacción experimentada con respecto a la familia, peor el malestar experimentado sobre todo en lo que se refiere a síndromes de internalización.
ConclusionesDe forma global podemos señalar que las variables familiares, sobre todo el conflicto matrimonial, tienen un gran impacto en el bienestar psicológico, sobre todo, y en el rendimiento escolar.
El presente trabajo se ha llevado a cabo con adolescentes únicamente, pero la importancia de la familia es clave en todas las edades. Los niños pequeños necesitan la suficiente seguridad que proporciona el haber tenido experiencias positivas en casa, como para arriesgarse a ensanchar su mundo, y eso incluye la escuela. Cada niño necesita y merece crecer en un ambiente confortable, en un hogar que funcione alrededor de unos valores que contribuyan al orden y la estabilidad.
Pero la estabilidad desaparece ante el conflicto matrimonial. El subsistema conyugal es el eje central de la vida familiar. El deterioro familiar que se produce como consecuencia del conflicto impactará indudablemente en el bienestar de los hijos. En esta situación, la pareja lejos de ser un soporte que de seguridad a su hijo, le dificultan su crecimiento. A los niños les resultan estresantes las discusiones entre los padres. Los conflictos matrimoniales amenazan su sentimiento de seguridad emocional. Siento miedo a que el conflicto experimente una escalada, se vuelva violento, conduzca al divorcio o se generalice a las relaciones entre los padres y ellos mismos. También pueden sentirse responsables por el conflicto que mantienen sus padres o temer verse atrapado en el mismo. Estas percepciones aumentan el riesgo de que el niño desarrolle problemas. Los intereses del hijo están reabsorbidos por los conflictos familiares, lo que disminuye su capacidad y motivación para interesarse y enfrentarse con los problemas y dificultades de todo tipo, entre ellos los escolares.
Podemos encontrarnos con diferentes posibilidades. Por un lado, podría acentuarse la separación, la distancia y aumentaría la hostilidad. Los padres agotados por su propio conflicto son menos sensibles a las necesidades emocionales de los hijos y se muestran menos afectuosos. Los hijos, por su parte, pueden entenderlo como rechazo y amenaza de desintegración familiar. Fruto del conflicto se desarrolla un estilo de disciplina más negativo, inconsistente, sin acuerdo entre los padres, con normas poco claras. La disminución de la disciplina consistente y eficaz, podría vincularse con un mayor riesgo de conducta antisocial y subcontrolada del niño. Además no podemos olvidar que la hostilidad y agresión de los enfrentamientos entre los padres pueden extenderse también a las relaciones con los hijos.
Por otro lado, los padres podrían volverse a los hijos en busca del apoyo emocional, afecto y empatía que les falta (lo cual ellos deben proporcionar y no recibir). Los hijos son expuestos a compartir problemas, dilemas y secretos, lo que en otras circunstancias no ocurriría. En esta situación, los hijos se ven inducidos a asumir roles inapropiados y a satisfacer las funciones de esposo/padre, se enfrentan a problemas de lealtad, coaliciones intergeneracionales, desviación de conflictos...
En resumen, los conflictos afectan a las relaciones afectivas con los padres y cuando esto ocurre los hijos lo sufren y lo manifiestan a través de diversas reacciones, entre ellas su rendimiento académico o los comportamientos problemáticos. La sociedad mide el valor de los hijos por el éxito académico y las dificultades que plantean. Por eso, las dificultades escolares se pueden trasladar con relativa facilidad a su concepción global, lo cual afectará a su autoconcepto. Y de esta forma, sus dificultades iniciales, escolares o no, pueden convertirse en problemas mucho mayores.
Fuente original de este artículo: Martínez, A., Sanz, M., y Cosgaya, L. (2005). El papel de las relaciones familiares en el rendimiento escolar y en el bienestar psicológico de los adolescentes. Psicoteca, http://psicoteca.blogspot.com