Artículo escrito por Leyre Castro, profesora de la Universidad de Iowa, sobre la percepción del tiempo (anteriores entregas aquí y aquí).
Un último apunte, por mi parte, sobre los sesgos a la hora de estimar el paso del tiempo.
En el
primer post de esta serie, Héctor mencionó que "cuando lo estamos pasando bien, por ejemplo, o distraídos con algo que nos gusta, el tiempo vuela literalmente".
Cuando esto ocurre, la experiencia es muchas veces positiva, pero parece que lo realmente necesario es que estemos muy atentos e inmersos en la tarea, sea charlar con los amigos, arreglar un grifo o aprender a manejar el nuevo
iPad. Independientemente del valor hedónico o de la complejidad de la experiencia, cuando estamos realmente concentrados en ella, el tiempo se percibe que pasa más rápido (Chaston y Kingstone, 2004).
Pero, sí, es verdad que cuando disfrutamos, el tiempo vuela. Lo interesante es que lo contrario también parece ser cierto: cuando el tiempo pasa muy rápido, inferimos que es porque nos lo hemos pasado bien.
Esto es lo que descubrieron
Sackett y sus colaboradores (2010) al estudiar qué sucede cuando a la gente se le hace creer que el tiempo ha transcurrido más rápido, o más lento, de lo que ha transcurrido en realidad.